The Objective
Pilar Cernuda

De flotillas y actitudes manifiestamente mejorables

«Sánchez no ha sido un adalid de la tolerancia cero con la corrupción, sino promotor de una campaña implacable contra jueces, fiscales y Guardia Civil»

Opinión
De flotillas y actitudes manifiestamente mejorables

Ilustración de Alejandra Svriz.

El asunto este de la flotilla, más allá de la simpatía o no que se pueda sentir por el pueblo israelí o el palestino, me parece una total y absoluta falta de respeto a los gazatíes, a las docenas de miles de víctimas gazatíes. También a las víctimas israelíes, que merecen tanto respeto como las de Gaza, aunque los que se sumaron a la flotilla de cuarenta barcos no eran los mejores amigos de Israel.

Precisamente por eso, por no ser amigos de Israel, tienen más pecado. Con su actitud cuando llegaron a Barajas, con su algarada, risas, abrazos, gritos, pañuelos palestinos y alarde de apoyo al pueblo palestino sin apenas nombrarlo cuando les ponían los micros delante, hicieron una demostración pública de que la gravedad de lo que ocurre en Gaza y a su población les importaba lo justo. Lo que buscaban era contar cómo lo pasaron ellos, los flotilleros; cómo fueron maltratados –dijeron incluso que torturados– por los israelíes, la sordidez de las prisiones en las que fueron encerrados, su angustia al no saber cuándo iban a regresar a casa.

Todo ello con un rostro de satisfacción que llevaba a identificarlos con las muchachadas que regresan de un viaje de fin de carrera con el entusiasmo de la aventura vivida, la libido a tope, y la alegría del compañerismo a bordo de los barcos con los que cruzaron el Mediterráneo para cumplir una labor humanitaria inconmensurable.

Ya puestos, ¿será cierto lo que dicen los israelíes, que apenas vieron cajas con material sanitario ni alimenticio? Convendría que los promotores de la misión humanitaria desmintieran, con pruebas, lo que dicen los israelíes que subieron a los barcos. No por nada, sino para rectificar y encontrar motivo para respetar a quienes llegaron al aeropuerto tan parcos de palabras para denunciar la situación insostenible que atraviesan los gazatíes. 

Aquí, en casa, la situación política está más envenenada de lo que estaba hace un mes, cuando partió la flotilla.

«¿Va a permitir Feijóo, con su inacción, que Vox se convierta en indispensable en un gobierno de coalición?» 

El Congreso sigue dando disgustos a Sánchez y los sondeos siguen dando disgustos al PP. ¿Qué hace Feijóo, por qué no reacciona? ¿Va a permitir, con su inacción, que Vox se convierta en indispensable en un gobierno de coalición? Su discurso en el Foro de la Toja fue impecable, sólido e ilusionante, pero parece que llega a Madrid y se deja comer el terreno por un equipo que falla estrepitosamente y que se ha convertido en profundamente antipático para gran parte de los periodistas.

No porque la guardia pretoriana de Feijóo lo sea, que en su mayor parte la componen personas agradables, cercanas y asequibles, lo contrario que las del PSOE; sino por su ineptitud: no saben moverse en la política nacional, no tienen criterio, se confunden de adversario, entran en todas las trampas que les pone Vox y han provocado que se hagan chistes sobre su propia torpeza. 

Resultado: el PP pierde fuelle aunque Génova asegura que sus encuestas dicen lo contrario. No les cree nadie, como no creen a Tezanos ni a Iván Redondo. No hay español que desee con toda su alma que Feijóo desaloje a Sánchez de Moncloa y esté dispuesto a votarle aunque sea con la nariz tapada, que no vea a su alrededor a cantidad de amigos, vecinos y familiares que confiesan que se van a la abstención… o que votarán a Vox. Así que se abre paso la idea de que el avance de Vox es real.

No está mejor el PSOE. No hace falta dar nombres ni episodios bochornosos para comprender que el partido del Gobierno y el propio Gobierno están dando las que podrían ser sus últimas bocanadas. 

«La desfachatez del sanchismo, con el presidente a la cabeza, es inconmensurable»

Sánchez reaccionó inteligentemente cuando Feijóo, en la sesión de control, expuso sus vergüenzas al aire. Su «Ánimo, Alberto», sin defenderse, fue la mejor de las opciones posibles, porque no podía responder nada sin recurrir una vez más a la mentira, terreno en el que se maneja como nadie. Feijóo, además, ya no tenía derecho a réplica. Sánchez, con sus dos palabras, solo dos palabras, recuerda a uno de los mejores parlamentarios que han pasado por el Congreso: Rodrigo Rato, que cuando un portavoz de la oposición lanzaba una larguísima pregunta al PP con doble sentido, un dardo que pretendía ser mortal de necesidad, respondía «Sí», o «No», y se sentaba.

De las escenas más alucinantes vividas estos días en los que son tan frecuentes escenas impensables en un debate político de altura está la intervención del presidente de Gobierno en un foro internacional en el que alardeó de tolerancia cero con la corrupción y se puso como ejemplo de transparencia y de integridad. La desfachatez del sanchismo, con el presidente a la cabeza, es inconmensurable. Si los 2.000 invitados echaron un vistazo a los medios de comunicación para saber cómo andaba España, debieron quedarse con los ojos a cuadros ante la capacidad de engaño del jefe de Gobierno del país elegido para celebrar el foro. 

En pocos días, el dirigente –abanderado de la tolerancia y la lucha contra la corrupción– tendrá que vérselas con su fiscal general del Estado ante un tribunal, más algunos de sus principales colaboradores, más su mujer, más su hermano… La lista es larga.

Ante la situación judicial de personas que le son tan cercanas, o lo han sido, Sánchez no ha sido adalid de tolerancia cero, sino promotor de una campaña implacable contra los jueces, fiscales y Guardia Civil que –ellos sí– no toleran la corrupción.

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