Pedro, sé fuerte
«Sánchez, detrás de esas carcajadas con mandíbulas tensas y con rostro necesitado de maquillaje, sabe que la tormenta perfecta se acerca»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Muchos han criticado el tono de las respuestas con que Pedro Sánchez contestó a Alberto Núñez Feijóo en el último control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Ese «Ánimo, Alberto» del presidente ha sido vista como una respuesta despreciativa para Feijóo, para la oposición y para el respeto que merecen todos los diputados en el Congreso.
Se atribuye al escritor inglés Thomas de Quincey, un erudito y original ensayista que a menudo exploraba el crimen con ironía y sarcasmo, que «si un hombre se deja tentar por un asesinato, poco después piensa que el robo no tiene importancia, y del robo pasa a la bebida y a no respetar los sábados, y de esto pasa a la negligencia de los modales y al abandono de sus deberes».
Algo parecido podría decirse de Pedro Sánchez, porque si se empieza con una ley de Amnistía claramente anticonstitucional (excepto para Conde-Pumpido y compañía), se gobierna sin Presupuestos Generales, de los que ni siquiera ha presentado un proyecto en plazo por tres años consecutivos, si se mantiene en el poder a base de decretazos, evitando proyectos de ley que obliguen a un proceso parlamentario de elaboración y control, si se alardea hasta la indecencia democrática de que va a gobernar sin el Parlamento, si a la presidenta de la Cámara Baja, la ha convertido, como dice Carlos Alsina, en una mera Delegada del Gobierno en el Congreso, si se chulea al Senado, donde ni siquiera ha acudido en más de un año a las obligadas comparecencias, si nunca contesta en el Hemiciclo a lo que le preguntan, si nunca ha acudido en tiempo y forma en los momentos graves a dar explicaciones en el Congreso, ni siquiera cuando le obligaba la ley, y si todo este viene ocurriendo desde hace años ¿cómo no iba a degenerar y permitirse el tuteo tabernario a la hora de dirigirse a sus señorías?
La degeneración ética y democrática de Sánchez le ha llevado de descuartizar el Estado de derecho, laminando el poder legislativo y pisoteando la independencia judicial, a terminar mostrándose en su escaño como un macarra con risas despreciativas forzadas acompañadas de espasmos en su cuerpo y de las carcajadas tenebrosas de su vicepresidenta primera y número dos del partido, María Jesús Montero. Muecas y gestos artificiales que intentar ocultar la situación real de un presidente cercado por la corrupción.
Ese «Pedro, sé fuerte» es la frase de autohipnosis que debe decirse por las mañanas frente al espejo para intentar superar su real situación. Sabe que debe seguir en la Moncloa sea como sea. Le permitirá seguir manejando la fiscalía y la abogacía del estado como si fueran abogados privados suyos. Tiene que ser fuerte y no inmutarse ni con el olor a txistorra, ni con las prostitutas y paradores, ni con los sobres con dinero en metálico. Tiene que ser fuerte porque más tarde o temprano alguien le va a preguntar directamente si él, secretario general del PSOE, también ha cobrado en algún momento dietas o gastos en metálico. Tendrá que hacerlo mejor que el balbuceante Óscar López o el afortunado Patxi López.
Tiene que ser fuerte para seguir buscando señuelos que le permitan a él, a sus ministros y sobre todo a su disciplinado equipo mediático sincronizado de opinión tapar el hedor corrupto que desprende sobre los suyos cada nuevo informe de la UCO. Sánchez ya ha conseguido convertir la televisión pública que pagamos todos en TelePedro. Sabe que nunca ha habido en democracia una parrilla tan escorada hacia el gobierno. Tan escorada que tengo la sensación de que a veces es más cercana a la extrema izquierda que al propio ejecutivo.
Pedro sabe que tiene que ser fuerte porque su panorama electoral no es más atractivo que el judicial. Sabe que tiene que seguir alimentando en todo el electorado de izquierdas el monstruo de Vox. Un monstruo que le permite, según las encuestas, crecer, absorber voto a su izquierda y hacer perder cuota al PP. Dicen sus trompeteros que el PSOE podrá incluso superar a los de Génova. Omiten, eso sí, que, pase lo que pase, no va a poder seguir gobernando. Puede haber una victoria directa del PP y luego sumar a Vox o bien puede, tragando su propia medicina, ganar pero que con el hundimiento de la extrema izquierda no dé ante la suma mayoritaria de los de Feijóo y Abascal.
Pedro, sé fuerte. A Bárcenas se lo decían. Sánchez se lo tiene que decir él a sí mismo. Sus socios lo desean, pero no cada vez lo dicen menos porque se acercan las fechas electorales. Ya se les escucha ahora más falsamente exquisitos. Ejemplo, la última tomadura de pelo de Podemos que ha acabado votando a favor del decreto sobre el embargo de armas a Israel, cuando habían jurado por activa, por pasiva y por tierra, mar y aire, que no lo harían.
Ahora de una manera vergonzante explican que lo han hecho para demostrar cuando no se cumpla que era un decreto fake del Gobierno. Han traicionado principios y palabra con una justificación que debe ser estudiada ya en todas las facultades de Ciencias Políticas. Ese es el estado de coherencia y ética de los socios de Sánchez, a los que siempre ha convencido con concesiones. Por eso no le va a importar seguir descuartizando lo que haga falta del Estado de derecho para pagar a sus socios, ya sean financiaciones singulares o traspasos inconstitucionales de competencias, y poder seguir un mes más en la Moncloa.
Sánchez, detrás de esas carcajadas con mandíbulas tensas y con rostro necesitado de maquillaje, sabe que la tormenta perfecta se acerca. Y que, en realidad, es él el que necesita escuchar un sincero «Ánimo Pedro, sé fuerte», sin que nadie se ría.