The Objective
Antonio Agredano

¿De qué se ríen?

«Las gracias de Sánchez frente al micrófono en el Congreso no interpelan a Feijóo, sino a sí mismo. A sus noches en blanco. A su miedo al después»

Opinión
¿De qué se ríen?

Ilustración de Alejandra Svriz.

De vez en cuando sonrío, pero la carcajada es algo que dejé en la juventud. Madurar es sustituir la ostentosidad por cierta coquetería. Por cierta contención. Por un encanto decimonónico. Toda seducción es silenciosa. Eso lo aprendimos en First Dates. Las personas expansivas, de gestos grandilocuentes y voz impostada, suelen irse a casa solas.

A un presidente de Gobierno hay que pedirle algo más que risotadas en la bancada y chistes preparados por cuarentones que van de irreverentes, de esos que a las bodas van con traje y zapatillas de deporte. Para hacer daño hay que valer. Nada se clava más hondo que la sutileza. La grosería es una lanza roma. Los aspavientos de Sánchez frente al micrófono en el Congreso, sus gracias, no interpelan a Alberto Núñez Feijóo, sino a sí mismo. A sus contradicciones y a sus noches en blanco. A su miedo al después. No son burla, sino íntimo y abismal bostezo.

No está bonita la política. Le pasa a la política lo que le pasaba a David Lynch: cuanto más aburrido, mejor nos parecía. Las ocurrencias han devorado las argumentaciones. Las camisetas con mensaje sustituyen al mensaje mismo. Y luego están las risas. Hay que hablar del humor. ¿Por qué le hemos dado tanta importancia al humor en nuestras vidas? El humor y la felicidad no van necesariamente de la mano. El humor es un refugio blando. Humor es un crujir de espaldas tras un largo día. ¿Por qué debe invadirlo todo? No entiendo que haya que explicar este asunto gris llamado gestión pública entre juegos de palabras y posts ingeniosos. 

Porque, y lo pregunto de corazón: ¿De qué se ríe Pedro Sánchez? ¿De qué se ríen sus ministros? ¿Del precio de la vivienda, de las pulseras de su ministra, de los cribados en Andalucía… de la dana se ríen? ¿Qué asunto público les hace tanta gracia? ¿Qué drama, qué problema, qué amenaza? ¿Los sobresueldos, las obras paradas, la fatiga administrativa, la ausencia de presupuestos, la inquietud de los empresarios, de los autónomos persiguiendo facturas y recibiendo correos los viernes por la noche para regular nuestra situación? ¿Les hace gracia la cotidianidad fallida de nuestro país? ¿Los trenes les hacen gracia? ¿Los apagones pasados y futuros? 

¿Qué les hace gracia? ¿La maraña burocrática para cualquier cosa? ¿Para las prestaciones de un hijo con discapacidad, o para empadronarse, o para renovar un certificado digital? ¿En serio eso puede solucionarse con chistes y frases tiktokizables? ¿Qué les hace tanta gracia? ¿Qué tema que se deba tratar en el Congreso de los Diputados es tan jovial? ¿Gaza? ¿El aborto? ¿De qué se habló allí que provoque tan visibles y ruidosas carcajadas? ¿Las leyes que no se aprueban? 

«Cuando el odio no se cuele en los discursos ni en las manifestaciones, que se rían. Gobernar no es reírse de los ciudadanos»

Estoy cansado. Estar cansado es terrible. Uno ya no sabe en qué confiar ni para qué. La ciudadanía es un enfermo que, con lentitud y resoplidos, trata de cambiar de postura en la cama. Sánchez se ríe en el Congreso. Lo hace con gestos de villano de Disney. Quiero volver al tedio. Quiero volver a la política de corbata, rostro ceniciento y soluciones.

Cuando España encuentre un sentido, que se rían. Cuando España crezca y la convivencia no sea un pantano, que se rían. Cuando el odio no se cuele en los discursos ni en las manifestaciones, que se rían. Gobernar no es reírse de los ciudadanos. Hasta hace nada, era justo al revés. Éramos los ciudadanos los que nos reíamos de los políticos. 

Cambian los tiempos. El sanchismo acabará como acaban las grandes carcajadas, con lágrimas, incomodidad y un extraño y turbio desconsuelo.

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