The Objective
Paulino Guerra

El PSOE fantasea con un 'sorpasso' de Vox al PP

«El objetivo final es crear un estado de opinión pública asfixiante, que el pánico anule a la razón y que el miedo a la alternativa se apodere de la gente»

Opinión
El PSOE fantasea con un ‘sorpasso’ de Vox al PP

Ilustración de Alejandra Svriz.

Casi nada le sale al PP en los dos últimos meses. Como a esos ciclistas a los que les sobreviene la pájara en pleno esfuerzo de ascensión al puerto, cada encuesta que se publica es otro bajonazo, otra constatación de fatiga y una nueva merma de votos y escaños que excita la moral de remontada de sus dos rivales directos. Los populares, que se fueron de veraneo bendecidos por la unanimidad de todos los sondeos, se han despertado en el otoño atrapados entre los escombros de la Franja de Gaza y el feroz debate de la inmigración.

Además, como no son buenos tiempos para la discusión templada y la polarización lo gangrena todo, algunas de sus propuestas de urgencia para escapar del laberinto –masacre frente a genocidio o el visado por puntos– apenas han tenido un impacto positivo y, previsiblemente, acabarán en los sótanos del olvido donde se depositan siempre las estrategias fallidas y los trastos inútiles.

Tampoco debe de ser muy fácil nadar a contracorriente cuando el río se desborda y baja embravecido. Cómo se puede competir con éxito con unos a los que la Providencia los ha colocado en el lado bueno de la historia y con los otros que, con la cruz de los calatravos tatuada en el pecho, se han alistado en una nueva Reconquista tras declararle la guerra al nonato «califato islámico de Bruselas».

El PSOE, tras meses de permanente asedio policial y judicial por los presuntos casos corrupción de la familia del presidente del Gobierno y tan necesitado de algún alivio, cree haber encontrado en este retroceso demoscópico de los populares, una hipotética oportunidad para romper la dinámica actual y volverse a colocar en disposición de poder disputar con alguna remota posibilidad de éxito las siguientes elecciones generales.

Su planteamiento es muy sencillo: si conseguimos que Vox, de manera real o inventada, se acerque o supere al PP en las encuestas –eso que se llama sorpasso–, la conmoción y el pánico entre el electorado progresista por la presunta llegada al poder de la extrema derecha será tan extraordinaria, que nuestros votantes nos amnistiarán por los pecados de estos años y tendremos alguna opción real de seguir gobernando.

Los socialistas ya sueñan con la campaña electoral más sucia, desgarrada y extrema que han visto los tiempos. Rescatarán de nuevo toda la retórica de los frentes populares, de las alertas antifascistas y los cordones sanitarios. Y se multiplicarán los llamamientos desesperados a frenar y aplastar el fascismo, con los sindicatos, los Almodóvares y los mesnaderos de la televisión pública dándolo todo.

Para ello, recuperarían y actualizarían toda la iconografía de combate de II República y de la Guerra Civil. Sería una especie de epílogo, de culminación del año de Franco, con apelaciones desesperadas al voto útil de todas las izquierdas (nacionales, nacionalistas y golpistas) e incluso de la derecha más dubitativa, para que España dé ejemplo al mundo y se convierta en la tumba del fascismo.

En ese campo de la propaganda y del activismo político más primario habría que ubicar un reciente artículo del presidente del CIS, José Felix Tezanos, quien ya adelanta la estrategia socialista para los siguientes comicios, indicando «que lo más plausible es que en las próximas elecciones generales la alternativa real al PSOE sea Vox y no el PP».

También podría encuadrarse en ese género de la demoscopia militante la encuesta difundida por Iván Redondo, el ex jefe de gabinete de Pedro Sánchez, quien ha vuelto al regazo del Padre, tras años de retiro monacal en las páginas de La Vanguardia, donde la pedantería del personaje siembre brilla mucho más que su claridad expositiva.
En su «sondeo especial del 1-O», que nadie sabe quién ha encargado y por qué se ha publicado ahora, Redondo sostiene que el PSOE ya es la primera fuerza política del país con el 30,4% de los votos y 129-130 escaños, mientras que el PP se desfonda hasta un 27,6 y 111 parlamentarios, en tanto que Vox supera ya el 20% y obtiene 74 escaños.

Inmediatamente, los almuecines de las redes sociales han salido a recordarle sus fracasos demoscópicos más recientes. Por ejemplo: en 2021 profetizaba solemnemente que Pedro Sánchez era ya «pasado», en tanto que Yolanda Díaz, podía ser presidenta del Gobierno porque era la candidata preferida de los votantes menores de 45 años. También se mofan de la porra electoral que difundió en Antena 3 con ocasión de las últimas elecciones generales de 2023, cuando adjudicó al PP 161 escaños, 24 más de los que finalmente obtuvo.

Pero es poco probable que a un soldado de fortuna («spin doctor» se llaman ahora a sí mismos) le hagan mella estas apreciaciones. Lo más probable es que en sucesivas entregas, tanto el CIS como el propio Redondo, reduzcan aún más las distancias entre PP y Vox, acariciando, alentando e inventándose, si es necesario, la posibilidad de ese ansiado sorpasso de los populares por el partido de Santiago Abascal.

El objetivo final es crear un estado de opinión pública asfixiante, que el pánico anule a la razón y que el miedo a la alternativa se apodere de la gente. Conseguido ese primer objetivo, lo siguiente es convertir los comicios en una elección histórica, definitiva, entre el bien y el mal, entre la democracia y la tiranía, o como le gusta repetir al ministro de Justicia, entre «socialdemocracia o barbarie».

Todo muy antiguo y previsible, y muy del gusto del mejor maestro de la manipulación, el ministro de Propaganda nazi, Joseph Goebbels, quien también se servía del concepto de «barbarie» para atribuir a sus enemigos algunas de las fechorías que cometía el nacionalsocialismo alemán.

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