The Objective
Jorge Vilches

Con Hamás, Maduro y Putin

«Trump ve la política española sin filtros. Sabe que el Gobierno apoya las demandas de Hamás, hace negocios con la narcodictadura de Venezuela y aplaude a Putin»

Opinión
Con Hamás, Maduro y Putin

Vladimir Putin y Nicolás Maduro.

Nuestra extrema izquierda es así: se le revientan las costuras en cuanto aparece algún acontecimiento internacional. Si hay una masacre de israelíes el 7 de octubre, se culpa a Israel; y Hamás, el grupo terrorista, es presentado como un ejército de liberación nacional. Si hay una dictadura en Venezuela que tortura y empobrece a su pueblo, y el Premio Nobel de la Paz recae en la opositora Corina Machado, rápidamente es tildada de golpista o se impone el silencio, como ha hecho Sánchez. Si Putin invade Ucrania tras una guerra híbrida de varios años para desestabilizar el país, y causa decenas de miles de muertos, alega que los ucranianos se lo merecen por nazis. 

La inmoralidad y la falta de humanidad de los herederos del comunismo son conocidas. Están anclados a una retórica emotiva, llena de guerrilleros y pueblos unidos que jamás serán vencidos. Alimentan los prejuicios de la gente, desde el antisemitismo de cristales rotos hasta el antiamericanismo más ramplón. Se nota en cada análisis, en cada adjetivo, en cada amarga respuesta cuando la realidad incomoda su prejuicio. Sin embargo, su peso cultural es tan fuerte que ha infectado a sectores permeables que quieren congraciarse con quien maneja el rodillo. Son muchos los que temen la cancelación y el señalamiento, que alguien los tome por «fachas», y por eso acaban manejando los mismos clichés que los extremistas. 

Es por esto que en España generalmente todavía chirría la política exterior de Trump. El norteamericano se mueve con parámetros distintos a los habituales, que quiebran además la lógica progresista. No se trata de Obama, el más belicoso de los presidentes, quien permitió con el Acuerdo de Viena de 2015 que Irán iniciara un programa nuclear que hoy está a punto de convertir a ese país en una peligrosa potencia atómica. Tampoco es Biden, el que huyó de Afganistán a toda pastilla, alimentó la guerra en Ucrania, se rindió comercialmente a China, y enturbió las relaciones con Arabia Saudí y Emiratos Árabes. 

Al mundo progresista le hubiera encantado que Trump declarase la guerra a «pueblos oprimidos», o que hubiera invadido ya Venezuela. Necesitan causas con las que ponerse esa medalla de superioridad moral que guardan en el cajón. Pero no solo eso. Lo requieren porque así su cosmovisión explicativa no se altera. «No es posible –piensan–, que un facha como Trump no haya apretado todavía el botón nuclear, ni llenado a EEUU de campos de concentración y exterminio, ni prohibido partidos, sindicatos y periódicos». Algo no cuadra y les desconcierta. 

La noticia de que Trump promoviera el alto el fuego en Gaza para iniciar un proceso de paz ha perturbado profundamente a muchos políticos y periodistas progres. El presidente norteamericano aparecía en sus discursos y análisis como un político «histriónico», un payaso que se movía a impulsos. Sin embargo, y sin santificarlo, hay que reconocer que el norteamericano maneja muy bien la escena, los tiempos y los mensajes. 

«Es lógico pensar que Trump vea al Gobierno de Sánchez como débil, desesperado e infantil»

Por eso, si Trump dice que quizá los países europeos deberían pensar en echar a España de la OTAN no es un pronto del hombre naranja. Está diciendo que Sánchez no es quién para firmar el 5% de inversión en armamento, y luego pretender que sea un gasto para combatir la «emergencia climática». Vamos, que Trump no va a consentir que esa tomadura de pelo enturbie la vertiente exterior del Make America Great Again. Más claro: Bolaños, Albares y María Jesús Montero no son nadie en comparación con las personas que rodean a Trump, como Marco Rubio, Steve Witkoff y Jared Kushner. 

Al norteamericano no se le puede engañar ni plantear un pulso, que es lo que ha intentado Sánchez. Trump ve la política española como es, sin filtros narrativos, ajeno a la mentalidad progre que todo lo turba. Es así que sabe que nuestro Gobierno apoya las demandas de Hamás, y que hay ministros que disculpan el terrorismo. Comprueba que hay un Ejecutivo con personas que hacen negocios con la narcodictadura de Venezuela, y que tiene como gurú internacional a Zapatero, el amigo de Maduro y de China. Constata que Sánchez abre el mercado a Xi Jinping en contra de los informes de la Unión Europea y de Estados Unidos. Y que el Gobierno de «coalición progresista» es apoyado por grupos que aplauden a Putin, contradiciendo así la política occidental.

Es lógico pensar que Trump vea al Gobierno de Sánchez como débil, desesperado e infantil. De hecho, lo hacemos todos. Pero en el ámbito que interesa a Estados Unidos, lo último que han visto es el ridículo que se ha perpetrado con la Flotilla enviando un buque de guerra para escoltar a los perroflautas hasta aguas israelíes. Estará pensando, o lo tendrá por escrito, que el Ejecutivo español se comporta como el comité de delegados asamblearios de cualquier universidad pija de un campus norteamericano. Y no le falta razón. 

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