Hoy Ábalos, mañana Koldo
«El propósito de Ábalos y su abogado no era otro que aplazar la declaración, con el fin de que el nuevo letrado tuviera tiempo para estudiar la causa»

Ilustración de Alejandra Svriz.
José Luis Ábalos debió de escarmentar en cabeza ajena al comprobar el mal resultado que tuvo su compañero Santos Cerdán al anunciar su intención de dimitir de su condición de diputado en el Congreso y de todos sus cargos en el PSOE. Formuló el anuncio el 12 de junio pasado y la materializó el día 16, con su renuncia al acta de diputado y su baja como militante del partido. Declaró ante el magistrado del Tribunal Supremo Leopoldo Puente, el día 30, momento en que el juez decidió su ingreso en prisión provisional sin fianza por los posibles delitos de integración en organización criminal, cohecho y tráfico de influencias.
«A mí no me van a acoger tan fácil», debió de pensar José Luis Ábalos y se le ocurrió una artimaña que le evitara el penoso trance de seguir a su colega Cerdán caminito de Jerez y un par de días antes de la cita que tenía con el juez Puente, renuncia a su abogado defensor, José Aníbal Álvarez por haber surgido entre ambos lo que él llama «diferencias irreconducibles», empleando un adjetivo que no reconoce la RAE. Irreconciliables podría ser, pero ¿irreconducibles? En la misma jugada solicitaba al Tribunal Supremo la designación de un abogado de oficio para que le asista en el día de hoy. El propósito no era otro que aplazar la declaración, con el fin de que el nuevo letrado tuviera ocasión y tiempo para estudiar la causa.
No ha colado. El juez Leopoldo Puente considera que la ruptura con su abogado y la consiguiente alegación de indefensión para aplazar la vista es un fraude de ley que «no tiene más propósito que el de provocar de forma indebida la suspensión de vistas o comparecencias oportunamente señaladas». En consecuencia, el magistrado Puente, que demuestra tener muy claras las ideas, mantiene las declaraciones que tenía previstas para la semana: esta mañana, a las diez, la de José Luis Ábalos y mañana, a la misma hora, la de Koldo García Izaguirre. Después se celebrará una vistilla en la que se revisarán las medidas cautelares (retirada del pasaporte y comparecencia en el juzgado), pudiendo decretarse el ingreso del exministro en prisión, tal como piden las acusaciones populares.
Es un paso más en el círculo que se va cerrando en torno a Sánchez. Ábalos y Koldo García son, junto a Santos Cerdán, tres de los cuatro ocupantes del Peugeot y no parece improbable que acaben haciéndole compañía. Hemos conocido gracias a Ketty Garat, las fotos que dan fe de las prácticas corruptas de José Luis Ábalos y de su hombre para todo, Koldo García Izaguirre. Se trata de fotogramas de un video grabado en su despacho de ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana en marzo de 2020, cuando faltaba todavía un año para su destitución. Las imágenes muestran cajas, carpetas y diversos envoltorios que contenían fajos de billetes de 50 euros, llamados ‘folios’ en el lenguaje de esta tropa, según se cuenta en el informe de la UCO de la Guardia Civil.
Lo de la pasta en dinero contante y sonante ha sido siempre una debilidad para la peña, no importa de qué partido. Allá por los años 90, en el 92 exactamente, se descubrió una financiación no muy regular que no llegó a nada judicialmente hablando porque la grabación que descubrió el pastel no se había autorizado para ese fin y el Tribunal Supremo declaró ilegales las escuchas de lo que se llamó el caso Naseiro y, en consecuencia, no tuvo repercusiones judiciales para el entonces tesorero del PP. Sin embargo, en una de las escuchas se le oía una expresión muy reveladora cuando hablaba con el diputado Ángel Sanchís y el concejal valenciano Salvador Palop: «Que la pasta te caliente el muslo».
Lo que pasa es que aquellos eran tiempos muy artesanales. La recaudación en la era Ábalos se producía en una acumulación mucho más relevante: era demasiada pasta para calentar tan poco muslo. El informe de la UCO daba cuenta del lenguaje con el que describían la malanga: chistorra para los billetes de 500 euros, soles para los de 200 euros, lechugas para los de 100 y a los billetes de 50 se les llamaba modestamente ‘folios’.
Ábalos sostiene que los folios eran folios, o sea, tamaño DIN A-4 y se trabajaba el verosímil al pedirle a Koldo: «Recuerda que necesito folios, la impresora consume mucho papel». Es natural, después de todo, las chistorras eran las que se traía Koldo de Navarra. Las chistorras tenían el problema de que daban mucho el cante, no era fácil cambiarlas y eran incómodas para pagar en metálico. En cambio, los folios eran mucho más versátiles y el ministro los guardaba a cientos en cajas, en sobres, en carpetas, en fajos, en sencillos envoltorios de papel que guardaba en un armario cerrado con llave detrás del escritorio de su despacho.
Ya solo falta el cuarto viajero del Peugeot, que en realidad es el primero. Admite que él, al igual que Ábalos, pudo recibir pagos en efectivo, pero defiende que es legal. Seguramente quiso decir que no eran billetes falsos.