El relato sanchista
«El relato sanchista, como el trumpista, no admite nunca una crítica, no asume ninguna derrota y, por el contrario, siempre reclama la victoria y la razón»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Vivimos en España una extraña distopía. No nos referimos a esa ficción sobre una sociedad del futuro con características negativas para sus habitantes. En España la distopía política la vivimos en nuestro pasado más reciente, en nuestro presente más alucinante y nos tememos que en nuestro futuro más cercano. Nada como tener un gobernante que miente por sistema en búsqueda de su propio beneficio. Lo más inquietante de esta distopía casi orwelliana, creada y dirigida desde la Moncloa, es que el único objetivo político que tiene no es el buen gobierno, ni la eficacia en la gestión, se trata solo de ganar el relato. Un relato ficticio, mentiroso, malintencionado y tramposo donde se ignoran los hechos, sus causas y sus consecuencias y se reescriben siempre en favor del relato previo.
Da igual que no haya Presupuestos Generales del Estado, porque lo importante en este relato que vivimos y que intenta ocultar la realidad es que el gran líder, Pedro Sánchez, declara con esa mueca que intenta hacer de sonrisa, que se «siente muy a gusto con los presupuestos ya existentes». No importa que tengan tres años ni que no reflejen su programa de gobierno. El relato que emana de la Moncloa, y al que nadie de la trompetería repregunta o cuestiona, es que son los mejores presupuestos, aunque estén desfasados y antiguos, «porque son progresistas». Da igual las partidas, las nuevas necesidades, las obligaciones contraídas. Da igual hasta la obligación constitucional de presentar proyectos presupuestarios antes del 1 de octubre. Nada es comparable a la felicidad de un líder que «está a gusto sin presupuestos» y con cuentas de hace tres años.
Hay Presupuestos. Este es el relato que dice y repite Sánchez. También lo dijeron el año pasado y no los hubo. Ya se encargarán los fontaneros de las cuentas públicas de mover partidas presupuestarias, subir a escondidas impuestos (pobres autónomos, pobres) y por supuesto consolidar la llegada (sin ningún tipo de control en la gestión) de más fondos europeos. Sí habrá dinero para lo que sirva a Sánchez a conseguir siete votos en el Congreso o para abrillantar su figura anti-Trump en el extranjero. No les conmueve olvidar otra vez a colectivos que sufren en la propia España (pobres familiares de enfermos de ELA, pobres). Ellos no son el relato. Relato es para nuestro presidente decir, sin que la entrevistadora se desmaye del susto, que dispone de una sólida mayoría parlamentaria. Olvida él más de centenar de derrotas legislativas.
Puede seguir mintiendo sin riesgo de ser contestado. Dice Sánchez que no felicitó a la Premio Nobel de la Paz, la opositora venezolana, María Corina Machado, porque no se pronuncia sobre los Nobeles de la Paz. Miente, otra vez. Lo hizo en 2014, 2015, 2016, 2018, 2019 o 2020. Venezuela es un relato movedizo para Sánchez, socialistas y demás amigos de Zapatero. Pareciera que no quisieran decir, o hacer, nada que provocara ninguna reacción en el narco dictador Maduro. Intentan callar su vergonzoso silencio con un relato desvergonzado en el que piden a Venezuela que «profundice en la democracia». Tal cual. Con un par. Como si la victoria robada a la oposición venezolana por el dictador hubiera sido ya olvidada. En su relato es así.
El relato intenta callar y hacer olvidar lo que no le gusta. Sea Venezuela o sean las pulseras anti-maltrato. Dice el relato sanchista sobre ellas que «se han hecho las cosas bien». No han fallado las pulseras. Es solo «una campaña muy burda de desinformación de la derecha». Solo ha habido «algunas dificultades técnicas». Mienten, por tanto, para Sánchez, la memoria de la Fiscalía, las Audiencias provinciales, los jueces, el Observatorio contra la violencia, los abogados, las víctimas. Todos mienten, pero nadie del gobierno da datos o explicaciones razonables o unas míseras disculpas. A regañadientes se acabaron dando, pero sorpresa, se dieron solo por el ruido del escándalo y no por las razones del escándalo. Puro sanchismo.
El relato sanchista, como el trumpista, no admite nunca una crítica, no asume ninguna derrota y, por el contrario, siempre reclama la victoria y la razón. Por eso Sánchez es capaz de dictar sentencia sobre su mujer, su hermano o su Fiscal General del Estado, antes de ser juzgados. Su planteamiento es que como él sabe que son inocentes, para qué va a ser juzgados si son inocentes. Que no se juzguen.
Con absoluta seriedad dice Sánchez que dentro del PSOE «no hay cabida ni para la corrupción ni paras las conductas machistas». Vive otra realidad. Lo mismo ocurre con ese último informe de la UCO. Sánchez es el único que ha leído que el informe niegue la existencia de financiación irregular del PSOE. Cita incluso una página ¡donde se comprueba como miente! Pero qué más da. El relato sanchista concluye que es así y da igual lo que lea el resto de la humanidad.
Ahora focaliza toda su defensa en un único objetivo: derrotar a Feijóo. Y si hay que hacer crecer a Vox para que baje el PP, pues se hace. El partido de Abascal es la herramienta amiga del presidente. Se explota todos los temas que se pueda para que Vox robe electorado al PP. Como un peligroso aprendiz de mago desprecia los enormes riegos que puede traer este “juego de la pinza”. Busca los nervios y la división interna del PP. Avivando a Vox cree que, como en el 23, conseguirá despertar y agrupar en torno a él a toda la extrema izquierda. No le da miedo que Tezanos prostituya al CIS, y se invente que el PSOE amplia a 15 votos de diferencia su ventaja sobre el PP. El relato lo aguanta, los trompeteros lo explican y los españoles lo pagamos.
Le da todo tan igual que ha sido capaz de felicitar a la Guardia Civil en el día de su patrona, con un lema inventado de una serie de televisión en vez de con el original y único de «el honor es la divisa». Para Sánchez, «el relato es su divisa». La única.