Cinismo y agonía del sanchismo
«El final está más cerca de lo esperado. El Partido Socialista no será mayoría electoral en España durante mucho tiempo. Es la decadencia, y el cinismo su síntoma»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Las redes están para ver pellizcos de la actualidad que de otra manera pasarían desapercibidos. De hecho, vi a Óscar Puente diciendo que las fotos que publicó THE OBJECTIVE con los billetes en la mesa del despacho de Ábalos no tenían credibilidad porque las publicaba este medio. Para cerciorarme de la pifia pasé dos veces el corte con la declaración del peor ministro de Transportes que hemos tenido desde que se inauguró la primera línea férrea en España. Luego vi a Ketty Garat responder con una extensa lista de escándalos destapados por este medio. Luego los ha confirmado la UCO, como puede atestiguar el socialista Santos Cerdán, hoy residente en Soto del Real.
Ocurrió después de que Pedro Sánchez dijera en una entrevista en una radio amiga que jamás de los jamases había felicitado a un Premio Nobel de la Paz. Era mentira. Lo había hecho seis veces antes. Lo que le molestaba es que la premiada fuera la opositora venezolana María Corina Machado. Un día tendremos pruebas documentales de lo que sospechamos: que la narcodictadura de Maduro tiene pillados a Zapatero y a Sánchez.
Sin embargo, estoy convencido de que la negación de la realidad y la mentira se han normalizado en el discurso y mentalidad sanchista. Les sale de forma natural, sin pensar. Es automático. No importa la cuestión que sea. Si antes era necesario que hubiera presupuestos generales del Estado porque lo indica la Constitución, ahora afirman que se puede vivir sin ellos. Si Sánchez está rodeado de imputaciones judiciales en su familia y círculo de confianza, dicen que es el Gobierno más limpio de la historia galáctica. Si mañana rompen con Puigdemont, jurarán que nunca tuvieron relación con Junts. Si TVE es una máquina de propaganda sanchista a tiempo completo, ellos dicen que es el epítome de la objetividad. El motivo es que mentir no les pesa porque el cinismo se ha convertido en su conciencia.
No es una mala noticia para los demócratas españoles. El cinismo es una manifestación de las situaciones de decadencia. Cuando todo está perdido y es evidente que jamás se recuperará el poder, el vigor o el estatus, el sujeto recrea una conciencia falsa de la realidad, del entorno y de los demás, de los acontecimientos. El sanchista, como buen cínico, niega la veracidad del dato y del pasado contrastado, como la corrupción y los errores irresponsables.
En su lugar, forja un relato alternativo para sobrevivir un poco más. Ese cinismo acaba siendo una forma de vivir, incluso de sentirse superior porque la negación de la realidad evita tanto la mala conciencia como la discusión y la crítica de la oposición. Si Ábalos, Cerdán y Koldo nunca fueron la mano derecha y colaboradores estrechos de Sánchez, ni siquiera socialistas, ya no se debate hasta qué punto estuvo implicado en la corrupción el presidente, sino que se debate si realmente estaban en el PSOE y en el Peugeot.
«El cinismo es una muestra de la fase agónica del sanchismo, propia de cualquier organización en decadencia»
El cinismo es una muestra de la fase agónica del sanchismo, propia de cualquier organización en decadencia. El PSOE de Sánchez jamás ganará las elecciones y lo saben. Si gobiernan es solo por una carambola y por deseo de los chantajistas del nacionalismo. Nada más. Saben que la parca está en la puerta de Ferraz y han sacado el instinto de supervivencia. En su sentimiento de autoconservación, como diría Peter Sloterdijk, se creen víctimas de un ataque cruel y, al tiempo, gente ilustrada, mejor que el resto, considerablemente superiores porque defienden un ideal que sus enemigos no comparten.
Ese cinismo, que se manifiesta como una clara desvergüenza en el mentir y en la defensa de ideas y prácticas vituperables, es lo que vemos todos los días en Óscar Puente, Bolaños, Óscar López y demás coristas de Sánchez. Sus palabras son ironías, insultos, sarcasmos y evasión de responsabilidades. Quieren dar la sensación de que la ley y su cumplimiento, la ética y la honestidad, son ajenos a ellos y propios de fracasados. Por eso el presidente, ante el anuncio de que tendrá que comparecer ante la comisión de investigación del Senado, soltó un «Ánimo, Alberto» seguido de la risa desquiciada de los cínicos que él ha sentado detrás justo para eso.
El final está más cerca de lo esperado. El cadáver se sigue moviendo por las entrañas del Estado, los palacios oficiales y las recepciones internacionales, pero jamás resucitará. Está en su agonía. El Partido Socialista no será mayoría electoral en España durante mucho tiempo. Es la decadencia, y el cinismo su síntoma.