Las cortinas de humo del sanchismo
«Cada vez que aparece una causa judicial o un contrato sospechoso, surge una nueva ’emergencia moral’. Así gobierna el sanchismo, a golpe de indignación»

Ilustración de Alejandra Svriz.
España vive bajo un Gobierno que ha hecho del humo su especialidad. Mientras los tribunales investigan los negocios de Begoña Gómez y los escándalos por corrupción se multiplican entre ministros y asesores, Pedro Sánchez reacciona con su táctica favorita: distraer. Cada vez que aparece una causa judicial o un contrato sospechoso, surge una nueva «emergencia moral». Así gobierna el sanchismo, a golpe de indignación.
Hoy las cortinas de humo son cuatro: Israel y Hamás, el feminicidio, la emergencia climática y el franquismo. Cuatro temas que nada tienen que ver entre sí, pero que sirven para lo mismo: tapar una realidad económica y ética que se derrumba.
La España que crece sin crecer
El Gobierno repite que España es el país que más crece de Europa. Lo que no dice es que lo único que crece es el PIB total. El PIB por habitante, el que mide realmente el bienestar, lleva prácticamente dos décadas estancado. Producimos más porque somos más, no porque vivamos mejor.
La prosperidad se diluye entre inmigración masiva, sueldos bajos y precios imposibles. Y todo bajo la presión fiscal más alta de nuestra historia. El Estado grava el trabajo, el combustible, la electricidad, la vivienda, los ahorros y hasta los autónomos que apenas logran sobrevivir. El español medio se ha convertido en recaudador gratuito del Estado.
Israel y Hamás: la distracción perfecta
Ni la paz en Gaza ha servido para que Sánchez suelte el tema. Mientras la administración republicana de Trump logró un equilibrio inédito en Oriente Medio, con acuerdos que redujeron drásticamente la violencia, la izquierda española sigue anclada en su discurso de barricada.
«Se habla del sufrimiento ajeno para no hablar del desastre propio»
El conflicto israelí-palestino se ha convertido en su espejo moral, la manera de fingir altura ética mientras España se hunde en deuda, desempleo e impuestos. Es la indignación rentable: se habla del sufrimiento ajeno para no hablar del desastre propio.
El feminicidio: el país más seguro que vive como si no lo fuera
España tiene una de las tasas de feminicidio más bajas del mundo. Apenas 0,4 asesinatos por cada 100.000 mujeres, frente al 0,7 de Francia o al 2,9 de Estados Unidos. Pero aquí se vive como si el macho ibérico fuera el depredador más temido del planeta.
El feminicidio, tragedia individual convertida en industria política, alimenta ministerios, campañas y subvenciones. España es probablemente el país más seguro de Europa para ser mujer, pero también el que más dinero gasta en convencerse de lo contrario. El resultado es un sistema que vive del miedo y del presupuesto, no de la realidad.
Emergencia climática: la penitencia del contribuyente
El cierre de las centrales nucleares fue presentado como un acto de conciencia ecológica. En realidad, fue un suicidio energético. Hoy España paga una de las facturas eléctricas más altas de Europa en proporción a su renta, y aun así el Gobierno insiste en que el sacrificio es por el bien del planeta.
«No se trata de proteger el medio ambiente, sino de exprimir al ciudadano hasta el último euro»
La emergencia climática se ha convertido en una excusa fiscal. Se crean impuestos verdes, se castiga al diésel, al transporte, a la agricultura y a cualquier actividad productiva que genere ingresos. No se trata de proteger el medio ambiente, sino de exprimir al ciudadano hasta el último euro bajo la promesa de salvar la Tierra.
El franquismo: el muerto que sigue votando
Cuando todo lo demás falla, siempre queda Franco. Cada crisis judicial, cada escándalo económico, cada dato incómodo se diluye entre debates sobre tumbas, monumentos y memoria democrática. Es el eterno recurso de una izquierda sin resultados: reabrir heridas para no rendir cuentas.
El dictador es el gran aliado del sanchismo. No cobra sueldo, no se defiende, no habla. Solo aparece cuando hace falta una distracción. Franco es, a día de hoy, el funcionario más eficaz de Moncloa.
Un país lleno de causas y vacío de soluciones
España no necesita más guerras morales, necesita sentido común. Necesita un gobierno que gobierne, no uno que recite consignas. Mientras el Ejecutivo predica sobre Palestina, el patriarcado o el CO2, millones de españoles viven peor que hace 20 años. Pagan más, ganan menos y ven cómo su esfuerzo se diluye en impuestos, burocracia y propaganda.
Las cuatro cortinas de humo del sanchismo cumplen su función: mantener al país distraído mientras la corrupción y la decadencia avanzan. Pero el humo, por más que se eleve, siempre acaba disipándose. Y cuando eso ocurra, quedará a la vista lo que de verdad define a este gobierno: un inmenso vacío cubierto de moralina.