The Objective
José Carlos Llop

La sombra de Woody Allen

«¿Tiene que ver el apagamiento público de Diane Keaton con la cancelación de Woody Allen y su mundo? Quizá sólo se deba a que ya vivimos otro ‘mundo de ayer’»

Opinión
La sombra de Woody Allen

Diane Keaton y Woody Allen en 'Annie Hall'. | EP

Ha muerto Diane Keaton y para todo lo que representó esta mujer en su momento, no se le ha hecho un caso excesivo. No ha ocupado muchas portadas –en realidad, muy pocas– y la noticia ha quedado relegada a páginas interiores, pero que muy interiores. Como si el mundo ya no estuviera para según qué cosas. Esto ha sido así durante los dos días que siguieron a su muerte; después empezaron a publicarse artículos sobre la actriz y ninguno, que yo viera al menos, estaba escrito por alguien menor de 60 años.

La buena chica de El padrino –buena y práctica: no quería que su vida se impregnara de lodazal familiar adonde se vio abocada– se convirtió en la musa progre de los 70/80, una especie de discípula de Simone de Beauvoir pasada por el Upper West Side neoyorquino y el jazz sentimental de Woody Allen. Carecía de herencia hippy y más todavía de pasado militante, pero en la verborrea imparable de Woody Allen encontró el mejor campo de acción donde vivir sus desequilibrios de juventud y desarrollarse. A cambio a él le aportó una sparring para sus neuras y el confort amoroso necesario para seguir creando a cierta edad y mantener a raya sus fantasmas. Inolvidable el gag en la cola del cine donde Allen le reprocha no haber entendido a McLuhan, ella se lo discute y él se da la vuelta y pregunta: «¿Verdad, señor McLuhan?», y ahí, en la fila, está el otro tótem de la progresía liberal norteamericana (y unas risas).

Una vez separada de Allen, diría que se hizo más pija, al menos en la vestimenta, las casas y las circunstancias de sus películas, pero siempre mantuvo aquel aire de independencia crítica, ahora de señora madura, y una frescura en el rostro que remitía a otra época. O sea, la de cuando fuimos jóvenes y la gran mayoría se enamoró de Diane Keaton o Annie Hall, como quieran.

Como siempre he sido raro, I never fall in love with the actress; no fui, en fin, de los que se enamoraron de ella y las primeras películas de Woody Allen no me gustaban nada de nada. Ni las películas, ni su director y guionista. Es más, las encontraba –y no me apedreen– bastante estúpidas y muy ajenas a todo lo que apreciaba en el mundo. Existe la posibilidad de que el estúpido fuera yo porque a partir de Manhattan empecé una lenta metamorfosis woodyalleniana que tuvo sus muy agradables consecuencias en Hanna y sus hermanas y una sucesión de maravillas con Zelig, Desmontando a Harry y Celebrity, hasta llegar a esa magistral apoteosis titulada Match Point, una película estupenda la mires por donde la mires. Tanto como el esplendor de Scarlett Johansson en ella.

«Se ha muerto Diane Keaton y parece que se haya muerto Pola Negri»

¿Tiene que ver el apagamiento público de Diane Keaton con la cancelación de Woody Allen y su mundo? Quizá sólo se deba a que ya vivimos otro «mundo de ayer» y aquellos que lo fueron todo hace medio siglo son ahora –y eso cuando son– mero objeto museístico. Se ha muerto Diane Keaton y parece que se haya muerto Pola Negri. El tiempo ahora es de Timothée Chalamet, a quien Woody Allen lanzó a la fama con su Días lluviosos en Nueva York y luego fue descaradamente traicionado por él, cuando Allen padeció el recrudecimiento de la campaña desprestigio tejida por su ex, Mia Farrow e hijo, y perdía contratos y editoriales donde publicar sus memorias. Lo trataron como un apestado.

En ese momento Chalamet dijo que nunca más trabajaría con Woody Allen, cuando antes de trabajar con él no era nadie y a partir de Días lluviosos en Nueva York está por todo. Incluso haciendo de joven Bob Dylan, aunque ahí, en A Complete Unknown, quien estaba extraordinaria y lo opacaba por completo era Monica Barbaro haciendo de Joan Baez. La escena en Newport justo antes de cantar y luego cantando It ain’t me, babe es también inolvidable: cómo ella lo castiga y cómo mira y sonríe para sí.

Ahora ha muerto Annie Hall, la musa progre que fue moderna, y la noticia no ha sido de primera página. Tiempos.

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