The Objective
Diego Sánchez de la Cruz

España se proletariza: necesitamos más y mejores mercados

«O convertimos el ahorro europeo en capital productivo que financie nuestro futuro, o España y el resto del continente seguirán perdiendo fuello»

Opinión
España se proletariza: necesitamos más y mejores mercados

Ilustración de Alejandra Svriz.

España se proletariza: menos vivienda en propiedad, menos renta relativa y coches de segunda mano como símbolo del retroceso. La fotografía social y económica es cada vez más evidente: nuestro país acumula señales claras que apuntan el empobrecimiento sostenido de sus clases medias. La tasa de propiedad de vivienda desciende año tras año. Dos de cada tres coches vendidos son de segunda mano. Los salarios llevan treinta años estancados en términos reales y nuestra renta se aleja cada vez más de los niveles observados en la UE y la OCDE. 

El contraste con Estados Unidos es brutal. Allí, según el Global Wealth Report de UBS, cada día hay más de mil estadounidenses que rebasan el umbral del millón de dólares de patrimonio. Sí, han leído bien: cada día. Hablamos de un fenómeno masivo de acumulación patrimonial, de un fenómeno de «capitalismo popular» cuyos protagonistas son ciudadanos corrientes que, gracias a unas rentas crecientes que luego se benefician del ahorro y la inversión, se han convertido en millonarios de a pie

No son herederos ni magnates tecnológicos. Son profesionales, autónomos, pequeños empresarios y ahorradores disciplinados. Allí han comprendido algo que en España todavía nos resistimos a aceptar: la prosperidad del siglo XXI descansa sobre rentas crecientes e inversiones rentables. Si no facilitamos un incremento del ingreso disponible de las familias y tampoco quitamos trabas para que los hogares puedan participar en los mercados, tendremos que resignarnos a la mediocridad económica que está sumiendo a España en un triste escenario de malestar y estancamiento. 

De salarios en España se habla mucho, pero mal. Abundan los llamados a elevar la retribución de los trabajadores, pero escasean los análisis de las causas que impiden materializar esas mejoras. Las empresas enfrentan hoy un tsunami de impuestos, regulación y burocracia que inhibe su capacidad de mejorar significativamente los ingresos de sus empleados, víctimas también del «tridente anti-crecimiento» que deprime su situación económica vía tributos, normas y trabas. 

Si de salarios hablamos mucho y mal, ¿qué decir del ámbito de la inversión? El grueso del ahorro familiar sigue atrapado en depósitos bancarios de baja rentabilidad. Peor aún: apenas el 12% de las familias es propietaria de acciones cotizadas. Y, no lo olvidemos, entre esos pocos que sí invierten, muchos lo hacen «al otro lado del charco». No en vano, la Unión Europea estima que cada año pierde 300.000 millones de capital que fluye a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades de inversión. 

El ex primer ministro italiano Mario Draghi ya lo advirtió: sin una auténtica unión bancaria y una plena integración de los mercados de capitales, Europa seguirá condenada a una fragmentación que nos debilita. Sin embargo, la Comisión que preside Ursula von der Leyen apenas ha implementado el 11% de las recomendaciones que puso encima de la mesa quien también fue presidente del Banco Central Europeo. 

La European Financial Planning Association (EFPA), que agrupa a 36.000 profesionales del asesoramiento financiero en España, ha presentado una serie de documentos en los que insiste en que cualquier intento de movilizar el ahorro europeo está condenado al fracaso si no se apoya en dos pilares: menos trabas fiscales y regulatorias y más confianza y educación financiera. 

Si no incentivamos la capitalización de los hogares europeos, no lloremos por su progresivo empobrecimiento. En esa línea, los informes de EFPA recuerdan que no basta con que existan productos financieros disponibles: los ciudadanos necesitan acompañamiento experto y claridad normativa para atreverse a dar el salto. Solo con asesoramiento cualificado y reglas de juego estables se puede generar la confianza necesaria para que el ahorro se transforme en inversión y, en última instancia, en prosperidad para todos.

La oportunidad está ahí. O convertimos el ahorro europeo en capital productivo que financie nuestro futuro, o España y el resto del continente seguirán perdiendo fuelle. La diferencia entre un modelo de capitalismo popular y un marco de declive y empobrecimiento colectivo pasa por abrir de una vez los mercados y permitir que los ciudadanos conviertan su ahorro en prosperidad.

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