La pseudoruptura de Puigdemont
«Dice Puigdemont que ‘el PSOE podrá ocupar sillones, pero no gobernar’. Todavía no se ha dado cuenta de que a Sánchez lo que le importa son los sillones»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Hay que reconocer a Carles Puigdemont su alta capacidad para escenificar con gran trompetería y efectos especiales todos los movimientos que ha hecho a lo largo de su carrera. El president es un experto en escenografía. Ya sea para hacer de su huida, escondido en el maletero de un coche, su mayor aventura política o para aparecer y desaparecer en Barcelona con el fin de ridiculizar la presidencia de Salvador Illa, y de paso humillar a los mossos que tuvieron que fingir que eran torpes para ocultar que eran unos mandados.
Puigdemont venía anunciando, una vez más, otro ultimátum a un gobierno que le había prometido lo que no se podía prometer y que le ha cuidado como no se podía cuidar, incluso destrozando principios de legalidad, de solidaridad y de igualdad. Amenazaba de nuevo el de Waterloo con unas medidas que han vuelto a ser fuegos de artificio. Esta vez más luminosos y sonoros, pero artificio. Tanto Puigdemont como Sánchez saben que lo acordado hoy por la sumisa directiva de Junts no cambia mucho el panorama.
En estos tiempos en los que desde Moncloa se califican todas las informaciones que le afectan como bulos de los que califica como «pseudo medios», es también el momento para aplicar los verificadores correctos y darse cuenta de que toda la parafernalia que ha preparado Junts y su gran sacerdote, Puigdemont, en Perpiñán, es solo una «pseudo ruptura».
Dice el prófugo que rompen con el PSOE porque «no hay confianza suficiente y la desconfianza es la misma» y añade que «no hay voluntad del PSOE para ejecutar los acuerdos políticos en tiempo y en forma». Bienvenido al club, expresident. Nunca ha habido confianza entre los dos partidos porque nunca se han dicho la verdad. Tan grande era la desconfianza que obligaron a una ridícula mediación internacional –inenarrable el papelón del diplomático salvadoreño– para sus mesas de negociación en Suiza.
Dicen que descartan una moción de censura para echar a Pedro Sánchez de la presidencia. Y se ponen muy dignos, pero llevan años tragando, sin ni siquiera taparse la nariz con los variados casos de corrupción que cercan a Pedro Sánchez y al PSOE. Eso no les debe afectar. Incluso han callado, asentido y se han comportado como si fueran de verdad un partido progresista que formaba parte de la mayoría progresista del progresista presidente de España.
«Muestran su resquemor con un incumplidor PSOE, su odio creciente al ‘president’ Salvador Illa y su rabieta final de haber perdido la alcaldía de Barcelona»
Solo el miedo al hundimiento electoral y a ser aplastados por el crecimiento de Alianza Catalana les ha obligado en los últimos tiempos a quitarse la careta y a mostrar, no su rostro de derechas, sino su auténtica raíz de ultraderecha xenófoba con un relato en el que el control de la inmigración en Cataluña dejaba pequeño a Vox.
Lo vivido en Perpiñán es un nuevo episodio de la «pseudo ruptura». Muestran su resquemor con un incumplidor PSOE, su odio creciente al president Salvador Illa y su rabieta final de haber perdido la alcaldía de Barcelona a cambio de nada. Y se dan cuenta de que ya son cuartos en los sondeos.
Junts ha sido un mercenario que ha sabido apretar y chantajear al gobierno cada vez que necesitaba sus votos, pero que sigue ignorando que Sánchez les ha toreado cuando ha prometido cuestiones que las leyes no permitían. No hay que olvidar el afán y constancia que les han mostrado Santos Cerdán y Rodríguez Zapatero en esas 19 reuniones, 19 escenas de sofá en las que todos se sonreían y decían lo que querían escuchar los otros. Y algunas consiguieron. Siempre tendremos en el recuerdo como Sánchez ha sido capaz de remover hasta los cimientos neutrales del Tribunal Constitucional para sacar adelante su Ley de Amnistía. Y qué decir de ese humillante suplicio de la diplomacia española de ser derrotado hasta en siete ocasiones con la propuesta de que el catalán fuera idioma oficial de la UE. Sánchez prometió cuestiones que no dependían de él. 26 países de la UE no han tragado, como tampoco tragó el Tribunal Supremo con la amnistía al delito de malversación.
Volverán las oscuras peticiones independentistas y aunque Puigdemont se ponga digno, ha reconocido que volverían a hablar con el gobierno con todo lo que beneficie a Cataluña. Es solo cuestión de que les vuelva a presentar cualquier ley, proyecto o iniciativa en la que Cataluña consiga ventajas, sea una quita de su deuda mayor que la del resto o un proyecto de financiación singular, o una Agencia Tributaria propia, o no aceptar menas, o el control de infraestructuras estatales, o un canal de RTVE en catalán en manos de independentistas más extremos que los de la propia TV3.
«Sánchez está igual de tranquilo. No habrá Presupuestos Generales, pero ya lo tenía asumido. No podrá legislar en el Congreso, pero así lleva dos años»
La única ruptura real es la que tiene Junts en su suelo electoral. Por mucho que ahora se monten esta «pseudo ruptura» para que sus bases se crean que pueden seguir chantajeando y que pronto volverá otro «procés», la realidad es que seguirán apoyando al gobierno cuando les venga bien. Como hasta ahora. Aunque es cierto que es tal carajal del chiringuito montado que ya parece imposible congeniar los intereses de Junts o PNV con los de ERC o Bildu, por no hablar de Podemos. Sumar ya está derrotado, entregado y pronto abducido.
Sánchez está igual de tranquilo o de necesitado que antes del teatrillo de Perpiñán. No habrá Presupuestos Generales, pero ya lo tenía asumido. No podrá sacar adelante leyes en el Congreso, pero así lleva dos años. Dice Puigdemont que «el PSOE podrá ocupar sillones, pero no gobernar». Todavía no se ha dado cuenta de que a Sánchez lo que le importa son los sillones, y que para gobernar ya tiene los excesos de recaudación fiscal y los chorros de fondos europeos, tantos que ni siquiera son capaces de ejecutar en tiempo.
Puigdemont tiene mal futuro. Puede que Conde-Pumpido le consiga la amnistía, pero el electorado catalán lo tiene muy perdido. Y en Junts, aunque hayan votado a la búlgara, cada vez son más lo que añoran otros tiempos.