La falsa ruptura de Puigdemont
«Sánchez sabe que la supuesta ruptura con los de Junts sólo significa que tendrá que pagar peajes cada vez más caros. Es lo que tiene ser mayoría de progreso con retroprogresistas de derechas»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Tras el discurso a la nación (de pigmeos) de Puigdemont, desde el centro del mundo-universo que es Perpiñán (según decía Dalí en una de sus paridas más geniales), en el que ha escenificado lo que la piraña Nogueras anunció a Sánchez, pinganillo mediante, es decir, una ruptura en plan ni contigo ni sintigo, ha llegado el bur(r)ocrático refrendo de las bases, ese puñado de militantes junteros, que ha votado telemáticamente (qué peressssa), en casi un 90%, lo que Puigdemont anunció.
Tiene su coña marinera: romper con Sánchez significa que sus siete diputados en el Congreso votarán en adelante lo que les pete (ya lo hacían), sin mirar si la quisicosa la ha presentado el Gobierno “de la mayoría de progreso”. Y que no votarán un moción de confianza de Sánchez, si la hubiere (cómo la va a haber si los siete ya no confían), pero, en cambio, no votarán una de censura, ni siquiera instrumental (incluso si el instrumentista no es Feijoó, sino un piernas con la única encomienda de convocar elecciones al día siguiente). La razón es sencilla: las encuestas verdaderas les presagian un sorpasso de los racistas de Aliança Catalana, que son en realidad votantes de Junts que prefieren votar a los que dicen lo que piensan sobre Catalunya y los “forasters” que a los que piensan lo mismo pero no lo dicen.
En el fondo, lo que diferencia a los independentistas catalanes de izquierdas y de derechas es que los primeros odian a los españoles y desprecian a los sudamericanos; y a los de derechas les pasa lo mismo pero añaden a los musulmanes. Rufián va aparte entre los de izquierdas. Desde que vive en Madrid quiere a todos, y muchos lo quieren, hasta para da las Campanadas en Sol el 31 de diciembre.
Lo curioso, grotesco e incomprensible es que una gran mayoría de los votantes de PP y Vox piden “un acuerdo” con Junts para una moción de censura contra Sánchez, mientras que a la inmensa mayoría de los votantes de Junts mejor no preguntarles porque ya se conoce la respuesta: el odio es unidireccional en esta “pobre, sucia pobre, triste, desdichada patria”, en esa piel de toro (para decirlo con Salvador Espriu) que se acerca al Cincuentenario de la muerte de Franco como una democracia enferma y frágil.
Junts no votaría la confianza pero tampoco la censura. Es lógico. La censura sería decirle adeu siau a la teta sanchista, una ubre escuálida pero que todavía puede soltar leche. Ya se sabe que en los estertores de los regímenes autoritarios se cometen las mayores vilezas.
Aparte de que el perpiñanés de Waterloo está a verlas venir: el jueves 13 de noviembre el Abogado General luxemburgués del TJUE, Dean Spielman, dictará sus conclusiones en el asunto C-523/24, prejudicial que lleva el apellido de Societat Civil Catalana. A saber: si la ley de amnistía es o no compatible con el derecho de la Unión, y si hubo o no malversación de caudales europeos por parte de las autoridades que pilotaron el Procés. De ello dependerá en gran medida lo que diga la posterior sentencia del más alto Tribunal de la Unión, y a su vez, lo que podrá o no hacer el Tribunal Supremo con la radioactiva ley de amnistía. Conde-Pumpido ya anunció en entrevista a Ángela Martialay en El Mundo que qué coño era eso del TJUE. (No le repreguntó).
Y es que el problema para Puigdemont es que para ir de Waterloo a Estrasburgo en línea recta hay que pasar necesariamente por Luxemburgo.
Así las cosas, Sánchez sabe que la supuesta ruptura con los de Junts sólo significa que tendrá que pagar peajes cada vez más caros para estirar la legislatura, lo único que le interesa. De moral, va bien, como se vio en el esperpéntico espectáculo del otro día en el Senado. Pero dependerá aún más de Junts: es lo que tiene ser mayoría de progreso con retroprogresistas de derechas. Al menos los del PNV se contentan con que no gobierne Bildu. Pero ya les llegará su Sanmartín.
P.D. En este periódico, Joaquín Leguina apunta a un nuevo sistema electoral sumamente interesante. No sólo porque sería mas justo sino porque permitiría reducir el impacto en la gobernabilidad de los partidos que buscan acabar con la existencia de la nación.
Coda 1) Misa negra de Estado. Fue como una misa negra, entre alaridos contra el todavía incomprensiblemente presidente Mazón. Triste para todos, sobre todo para las víctimas, que merecían algo mejor que abrazos; algo mejor en forma de ayudas; y fue un burladero para Sánchez y su gobierno que tampoco estuvo a la altura durante y después de la dana. Y que cree que ha logrado salir de rositas. Las próximas elecciones en la Comunidad Valenciana, si no es Mazón el candidato, pondrán a cada cual en su sitio. Y si concurre Camps, todavía más.
Coda 2) Reconciliación. Así se llama el libro de Juan Carlos. Al ministro de Cultura, Ernest Urtasun, le “repugna” lo que se está adelantando de las memorias de Juan Carlos, que salen a la venta en francés la semana que viene. (En español, en diciembre, así ya estarán predigeridas). Le repugna porque debe de ver en la consideración del monarca hacia Franco una apología de la dictadura. De momento más parece que se trata de aquello de que es de bien nacido ser agradecido. Aunque sorprende que el rey apunte a que Franco lo nombra para transitar hacia la democracia, una tesis no del todo novedosa pero exótica, y que con este libro puede cobrar perfiles realistas. Otra cosa es hasta qué punto hubo o sigue habiendo síndrome de Estocolmo por parte del monarca en el autoexilio.

Habrá que leerlas con calma. De momento parece más escritas para un público no español, desconocedor de muchas entretelas. La escribiente es Laurence Debray, especialista en Juan Carlos. No es mala idea evitar a un español para poner negro sobre blanco la versión que el rey padre (como dice que le gustaría que se le llamase) da sobre su vida, pública y menos pública.
Será un documento de sumo interés, sin duda. Y parecen escritas desde la libertad que le otorgan su edad, su alejamiento del poder y el ser uno de los pocos que pueden contar hoy desde dentro lo que fue el franquismo y la primera Transición. (La segunda Transición llegará el día en que gobierne en España una coalición del PSOE con el PP).
Estaría feo criticar el libro antes de haberlo leído. Pero los ajustes de cuentas con su hijo y nuera, por muy sentidos que sean, adolecen del problema de que nunca podrán ser objeto de réplica. Y los trapos sucios además se lavan en familia.
Tuvo una conversación con un periodista de Le Point, que dice: “[…] Con su hijo, el rey Felipe, que le ha privado de su pensión como jefe del estado jubilado y que ha renunciado ante notario a su herencia, él y sus dos hijas, el vínculo está roto. Y ello a pesar de que todas las imputaciones contra él, especialmente la demanda por acoso que se ha vuelto en contra de su antigua amante Corina Larsen, y la acusación de blanqueo de dinero, tras el regalo de cien millones de euros del difunto rey de Arabia Saudita, Abdallah”.
Extractos.
Exilio.
“En pleno verano de 2020 dejé atrás mi residencia madrileña, el palacio de la Zarzuela con destino a Abu Dabi. Nadie estaba al corriente. Es poco común que un jefe de estado europeo, si bien no estaba ya en ejercicio, pues había abdicado en favor de mi hijo Felipe seis años antes, decida expatriarse. Ninguna guerra, ningún procedimiento judicial me obligaba a ello. Frente a la presión de los medios de comunicación y del gobierno, tras la revelación de la existencia de una cuenta bancaria que tenía en Suiza, y de acusaciones totalmente infundadas de comisiones, decidí marcharme para no perturbar el buen funcionamiento de la Corona ni perjudicar a mi hijo en el ejercicio de sus funciones de soberano […]. Verse obligado al desarraigo y al aislamiento, en el otoño de la vida, no es fácil. […] Estoy resignado, herido por un sentimiento de abandono. No consigo contener mi emoción cuando pienso en ciertos miembros de mi familia para los que ya no cuento, y sobro todo en España, a la que tanto añoro. Hay días de aflicción, de vacío”.
Carta al hijo.
“Cuando se enteró de mi repentina partida me llamó. Yo ya estaba en el avión. “Adónde vas patrón, a Londres?”. Me llaman “jefe” o “patrón”; no creo tener un carácter autoritario, pero es verdad que ello refleja la organización piramidal de la Casa y de la familia reales. En muestra de respeto mi hijo me llama así, aunque en la intimidad sigo siendo “papá”.
“No, a Abu Dabi”. “Cuídate mucho”. Fue nuestro último intercambio de viva voz antes de numeroso meses pasado tan lejos”.
A la sombra del Caudillo.
El general hablaba poco, incluso durante los almuerzos a las que yo asistía, Parecía escuchar, pero pocas veces daba su opinión. Y actitud era de tranquilidad y distancia. Después de las comidas, me hacía ir a su despacho, donde teníamos largas conversaciones a solas, verdaderos intercambios. Yo intentaba hablarle con franqueza, aunque sabía que nadie se atrevía a hacerlo. Le hacía preguntas como “¿Por qué no concede la libertad de crear partidos políticos? “Yo no puedo hacerlo, pero usted lo hará más adelante”, me contestó [una vez]. A menudo me tocaba descifrar sus sutiles sobreentendidos. Peo en esta ocasión fue sorprendentemente explícito”.
El régimen se endurece.
“Se pronunciaron cinco penas capitales, que desencadenaron una reacción internacional inesperada. Intervino el Papa, jefes de Estado europeos llamaron a consultas a sus embajadores, hubo manifestaciones delante de muchas embajadas españolas, mi padre se sumó a la petición general de clemencia. Franco, por su parte, se encerró en un mutismo absoluto. El 1 de octubre de 1975, 39º aniversario de su subida al poder. Hizo su última intervención pública, desde el balcón del Palacio Real. Balbucea palabras inaudibles ante una muchedumbre inmensa que le contesta con el saludo fascista. Yo estaba detrás de él, impasible, tratando de contener mi incomodidad. Tengo la sensación de hallarme en una mascarada de los años 30, Y me digo; “Voy a tener que hacer cambiar de opinión a toda esta gente…”.
(Seguirá…)
Coda 3) Ley de desmemoria histórica. Le afea la izquierda a Ayuso que no quiera poner un placa en Sol sobre las torturas franquistas allí realizadas. No les basta con rebautizar Atocha. Se equivoca Ayuso, sin embargo: es de justicia ir señalando los lugares en los que el franquismo fue perpetrando sus actos de represión; y también las atrocidades y crímenes franquistas cometidos durante la Guerra Incivil. Pero debería impulsar la presidenta “de todos los madrileños” que se colocasen asimismo placas en todos los lugares en los que antes y durante la guerra los partidarios de la República protagonizaron sus atrocidades contra inocentes (aunque fueran víctimas religiosos, que siempre es un agravante para las izquierdas). Ojo: y en Cataluña solo habrá memoria histórica cuando se balice la geografía local con placas sobre la guerra civil dentro de la guerra civil en el bando republicano.
Pero la memoria histórica debería ser más generosa en el tiempo. Y no se trata de ir hasta Primo de Rivera o la Semana Trágica. Sino a todo lo ocurrido después de 1975, esos 50 años que ahora se celebran desde el final de la dictadura. Hay que documentar todos los crímenes, y honrar a todas las víctimas. Las de la ETA, principalmente, caídas en su inmensa mayoría como héroes de la democracia, pero también las demás: los abogados de Atocha, las víctimas del Frap, de Terra Lliure, pero también las de los GAL (esos terroristas de estado).
La calidad de un país, de un Estado, cuyo inquilino es el Gobierno de turno, se mide por el tratamiento que les da a las víctimas del terror.
Y del horror: es de vergüenza ajena que los damnificados del volcán canario sigan en la situación en la que están; de los de la dana es ya sangrante. ¿No hay dinero en los distintos niveles de la administración, municipal, autonómica y estatal para indemnizar como es debido, especialmente a lo que han sido víctimas de la negligencia y el abandono por parte del propio Estado?
Lo triste del caso es que no es cierto que a nadie les importen. Si las víctimas, políticas y civiles, algún día se juntaran y presentaran en agrupaciones y listas electorales es más que probable que recibiesen un gran apoyo en forma de votos. Porque el pueblo español es solidario y empático. Y aunque vota a los partidos tradicionales porque no hay otra, lo hace tapándose la nariz, y sabría recompensar con su voto a los que sabe que han sido injustamente tratados por los poderes públicos.
P.D.
Pero la memoria historia y no digamos la contemporánea dura tanto como la persistencia e insistencia de la noticia en los medios, que siguen configurando la agenda y la conversación: todo surge de la prensa escrita, todo el cloaquerío también se nutre de ello. Por esto es tan importante que medios independientes sigan en la trinchera.
Coda 4) Por tierra ahora. Trump parece dispuesto a atacar también por tierra al régimen de Venezuela. No solo por volver a la doctrina del Patio Trasero limpiado por la CIA. Y parece que no solo busca golpear al narco sino al narco que está en el poder (y buscar beneficios indirectos en el mercado del petróleo. La gasolina de Trump siempre es el negocio). Eso sería violar la ley internacional. Pero se puede considerar legítimo derecho de injerencia. Podrá al final ser un efecto colateral, pero si cae el régimen criminal de Maduro por la acción trumpista, la merecida Premio Nobel de la Paz Corina Machado podría encabezar un Gobierno de restauración de la democracia. Mal le pese a Zapatero.
Coda 5) Albert Rivera holandés. Ha ganado al ultraderechista Geert Wilder las elecciones en Países Bajos el liberal Rob Jetten de 38 años. Parece que podrá formar gobierno de coalición. Con un programa sensato y realista y europeísta. Esto es lo que podría (debería) haber protagonizado en España en su día Albert Rivera… si no se hubiera comportado como un Albert Rivera. (¡Hasta se parecen físicamente!).
Coda 6) Tapaditas. El más que probable primer alcalde musulmán de Nueva York, Zohran Mamdani, 33 años, es un político de origen indio, dinámico, desacomplejado, que se maneja en las redes con la facilidad de un influencer y presenta un programa pensado para los menos pudientes y la juventud neoyorkina. Ganará. Hasta aquí nada que decir sobre el candidato demócrata, bestia negra de Donald Trump. Pero las abundantes fotos de campaña rodeado de mujeres tapadas espeluzna y deja un regusto a novela distópica de Houellebecq.