The Objective
Antonio Caño

Los nuevos salvapatrias

«En burdo remedo del ‘¡No pasarán!’, el Gobierno señala a más de medio país como enemigos a los que hay que contener a cualquier precio»

Opinión
Los nuevos salvapatrias

Ilustración de Alejandra Svriz.

Entre las injurias y calumnias emitidas estos últimos días contra David Alandete llama la atención la de estar actuando en contra de España, la de perjudicar los intereses de nuestro país por preguntarle un par de veces al presidente de Estados Unidos sobre un asunto delicado para el Gobierno español. Trasladado al lenguaje de otra época, se acusa al periodista de ser «un vendepatrias».

No es un caso aislado. Son frecuentes en los últimos meses las alusiones de miembros del Gobierno a la necesidad de proteger a los españoles del peligro que supuestamente representan los partidos que le hacen oposición. El propio Pedro Sánchez insiste una y otra vez en sus intervenciones públicas en que cumplirá la misión de proteger a los españoles de la pretendida amenaza de la derecha y la extrema derecha. Ya en su discurso de investidura aludió al muro que era preciso levantar contra esas fuerzas, que coincidentemente son las únicas que no votaron a favor de su nombramiento. Joan Subirats, que fue ministro de Sánchez, ha llegado a afirmar que «la posibilidad de Gobierno de derecha y extrema derecha, radicalmente distinto de los valores que la Constitución defiende, hace que la voluntad de mantenerse en el poder tenga una lógica de valores».

La frase resume exactamente la pretensión de Sánchez en el actual momento político: ya que no tiene ni va a tener una mayoría para gobernar, intentará al menos impedir que otros gobiernen. El espíritu antidemocrático que inspira esa actitud es tan obvio que debería escandalizar a sus propios seguidores, pero ¡a quién le importa hoy en día esa antigualla de la democracia! Los que nos empeñamos en hablar del Estado de derecho y del respeto a las instituciones y a los valores constitucionales estamos cada vez más condenados al ostracismo.

El Gobierno no pretende en absoluto respetar los principios democráticos ni se molesta ya en aparentar que defiende los intereses de la mayoría de los ciudadanos, sino simplemente conservar el poder, para lo que es mucho más práctico hoy en día señalar a la mitad de la población como enemigos y convencer a la otra mitad de que es obligatorio pararlos como sea.

Es la lógica del «¡No pasarán!», que siempre suena romántico y evocador en los oídos de la izquierda y sirve para movilizar a los más crédulos. Es, en el fondo, la lógica de toda autocracia, que empieza buscando enemigos fuera del país y, cuando no los encuentra o ya no le sirven para sus propósitos, los busca dentro, con el consiguiente riesgo para la convivencia. Aquí, hasta ahora, estamos a salvo de violencia porque la población ha optado en su mayor parte por desengancharse de la política y cerrar los ojos ante el deterioro de nuestro sistema, aunque la semana pasada asistimos a la agresión contra un periodista por parte de los más radicales y no es descartable, ante el cariz que van tomando los acontecimientos, que ese tipo de incidentes pueda repetirse. Siendo grave la agresión al reportero de El Español, lo es aún más que los partidos de izquierda no la condenaran de inmediato y en los términos más rotundos.

La estrategia del enemigo interno como vía para conservar el poder incluye necesariamente la estimulación de un contrario. Observamos el crecimiento constante de Vox en las encuestas y sabemos, porque así nos queda claro en los comentarios de los medios de comunicación controlados por el Gobierno, hasta qué punto eso se celebra en la Moncloa.

Son curiosos los giros de la historia. Es sorprendente que en unas pocas décadas aquellos a los que se acusaba de vender España a los intereses extranjeros por buscar ayuda para conseguir una democracia en nuestra tierra, quieren ahora silenciar por todas las vías posibles a quienes denuncian la conducta del Gobierno. Los componentes de esta pseudoizquierda son los nuevos salvadores de la patria frente a quienes se niegan a callar ante sus mentiras.

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