The Objective
Santi González

Pinta mal para Don Alvarone

«Dos testimonios bastan para hundir al procesado por si no bastara su actitud al borrar los correos de su móvil. Si no fuera culpable, sería la prueba de su inocencia»

Opinión
Pinta mal para Don Alvarone

El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. | Europa Press

Decíamos ayer, en sentido estricto, que uno no es Fray Luis, que Carlos Mazón gestionó con una torpeza difícilmente superable la catástrofe que costó la vida a 229 valencianos. Que la decisión que debió tomar en los primeros días la ha demorado justo un año y para rematar el esperpento ha pedido focos para anunciar su tardía dimisión el mismo día que comenzaba en el Tribunal Supremo la vista del juicio oral contra el fiscal general del Estado. «Le he robado el protagonismo», debe de confesarse lleno de autosatisfacción.

Era también el mismo día en que el magistrado del Supremo, Leopoldo Puente, enviaba al banquillo a Ábalos, Koldo y Aldama, a los que acusa de delitos de cohecho, pertenencia a organización criminal, tráfico de influencias y malversación de caudales públicos por la compra de mascarillas y los pagos a Jésica y a Claudia, que en su comparecencia ante el Senado denunció acoso sexual por parte de Koldo García Izaguirre, ejemplar aizkolari de Sánchez en el bosque o en la cama de la miss Asturias, aunque no parece que se llegase a materializar este propósito.

También era el mismo día en que el informe de la UCO demostró que Ángel Víctor Torres mintió cuando negaba órdenes para contratar con la empresa de Koldo, mientras en una grabación de conversación con el aizkolari, le promete vencer las resistencias de su equipo a pagar mascarillas «sin comprobaciones». Y en el PP, ¿no hay nadie con mando que le dijera «el lunes no, melón»?

La cuestión es que en los primeros lances del juicio, el fiscal general se ha quedado desnudo ante los hechos que ya conocíamos y que en el proceso han sido expuestos por dos fiscales: la fiscal superior de Madrid, Almudena Lastra, cuyo reproche «¡has filtrado los correos!», ocupaba ayer las portadas de casi todos los periódicos de España. No de todos, porque El País daba los honores de la suya a la comparecencia de Carlos Mazón en la que dio a conocer su dimisión.

Al todavía presidente valenciano del PP le dedicaba la página editorial, otras dos de Opinión y cuatro páginas más de su sección España. A Álvaro García Ortiz solo le dedicaba tres páginas, sin editorial ni opinión. A ver si me explico: siete páginas, además de la portada para un tipo que no está procesado, ni siquiera imputado, ¿y solo tres para un fiscal general que está acusado de un grave delito, como es revelar secretos de un particular para causar daño a su pareja, presidenta de la Comunidad de Madrid?

La declaración de Almudena Lastra ante el Supremo estuvo a tono con el gran titular que dejó en la prensa española: A su acusación de haber filtrado, él respondió con admisión implícita de culpabilidad: «Eso ahora no importa. Hay que sacar la nota cuanto antes». La noche de autos se había sorprendido, según declaró en el Supremo, porque a las 10.20 oyó al periodista Miguel Ángel Campos de la SER en Hora 25 que en «estos momentos la Fiscalía prepara una nota…». Y luego explicó que tanto el jefe de prensa de la Fiscalía, Íñigo Corral, como ella misma, se quedaron atónitos porque en buena lógica deberían haber sido ellos los que elaborasen dicha nota.

Fue preguntada por cuál habría sido la actitud correcta si se trataba de corregir un error y ella fue de una claridad meridiana: «Cualquier información que no fuera desvelar la estrategia de defensa de un investigado en una causa penal». Hasta el fiscal general debería entender una verdad tan obvia.

Pero luego vino lo del fiscal de Delitos Económicos, Julián Salto, que estaba en el Metropolitano aquella noche cuando recibió una llamada para que pasara del partido y fuera a su casa a enviar al fiscal general los correos cruzados con la defensa de Alberto González Amador.

Salto, que es hincha del Atleti, quiso saber a qué venía tanta premura y: «Me dijeron que el fiscal general no podía esperar. Yo pregunto a qué viene ese repentino interés y me dicen que el implicado mantiene una relación sentimental con la presidenta de la Comunidad de Madrid». No hay más que decir, señorías. Bueno, sí, quizá la defensa pueda argumentar que siendo Julián Salto un forofo atlético se ha tomado a mal que le privaran de un partido que ganó su equipo y que, por tanto, sus palabras carecen de credibilidad.

Estos dos testimonios bastan para hundir al procesado por si no bastara su actitud al borrar todos los correos de su móvil. ¿Por qué? Si no fuera culpable, su correspondencia sería la prueba de su inocencia. Pero hay algo más. La declaración de González Amador, que pudo no tener carga jurídica pero sí mucha fuerza emocional al decirle al procesado: «Para todo el mundo, a partir de ese día, entre la nota de la Fiscalía y la publicación del email, yo pasé a ser el delincuente confeso del Reino de España. Estaba muerto. El señor García Ortiz me había matado públicamente. Me había destrozado». Y tenía razón.

Publicidad