The Objective
Pilar Cernuda

Me pierdo

«Andamos los periodistas con cuadernos en los que apuntamos nombres para no perder el hilo del desastroso escenario en el que se mueve la política española»

Opinión
Me pierdo

Ilustración de Alejandra Svriz.

Es imposible seguir las informaciones sobre el alcance de la corrupción en las filas sanchistas. Aunque habrá que decir presunta corrupción, cualquiera con dos dedos de frente entiende que los implicados quizá no han cometido delito porque el código penal se aplica al pie de la letra. Y quien cuenta con buena cabeza, un conocimiento mínimo de las cuestiones judiciales y, lo que es más importante, un excelente abogado defensor, puede salir limpio de polvo y paja de su comparecencia ante un tribunal.

Sin embargo, en su retrato permanecerán los restos de corrupción moral que hoy contaminan a un buen número de socialistas con despacho en Moncloa y Ferraz. Rodeados de centenares de asesores que en muchos casos parecen más expertos en forrarse que en dar consejos a sus respectivos jefes, aunque a la hora de la verdad algunos de esos jefes no han dudado en quitarse de en medio y hacer como si desconocieran las actividades de aquellos con los que han compartido vida política, viajes, reuniones e incluso amistad durante años.

Me pierdo en la marea de nombre de políticos, jueces, fiscales, periodistas, subalternos de todos y cada uno de ellos, más los nombres de ciudades, hoteles y restaurantes en los que preparaban sus fechorías. Me pierdo cuando intento recordar, en los centenares de conversaciones grabadas y reproducidas por los medios de comunicación, cuáles eran los datos que recogían conversaciones anteriores, qué habían confesado, a quién mencionaban, sobre que alertaban, qué cifras manejaban y si coincidían con las nuevas sobre las que estaban hablando.

No olvido, en cambio, el lenguaje soez, machista e inaceptable de algunas conversaciones, las faltas de ortografía de wasaps escritos por personas con cargos de relieve, y los comentarios sobre los usos sexuales de las señoritas a las que contrataban para entretenimiento de sus jefes. Eso no se va a olvidar nunca, tan alto es el nivel de vergüenza que provoca que el país esté en manos de personajes de tan ínfimo nivel, de tan escasa moral. Como se decía en tiempos pasados, ni olvido ni perdono. Hay límites que no puedo traspasar, no quiero traspasar.

No me cabe en la cabeza que haya sanchistas que se apresuran a pedir la cabeza de quien ha cometido un error inadmisible, tanto en el plano político como en el personal, y no dedican ni un minuto a explorar su propia actitud. Ven la viga solo en el ojo ajeno, cuando son tantas las canalladas cometidas. Con sus silencios, con su mirar hacia otro lado, asumiendo lo que jamás habrían asumido antes de ocupar cargos en el partido o en el Gobierno. Sí, también arrastran vergüenzas dirigentes de otros partidos, pero estarán conmigo que tienen más pecado los que trabajan en el Gobierno o en el partido que gobierna.

Las comparecencias en la comisión de investigación del Senado sobre el llamado caso Koldo se han quedado en nada. Como se temía. Sánchez sabe moverse bien en aguas movedizas, y los preguntantes no estuvieron a la altura. Claro que hay que poner el acento en el encausado, no en el interrogador; pero también hay que pedir responsabilidades a quien no preparó bien su estrategia ni su cuestionario, pues permitió que saliera indemne un presidente que tiene mucha responsabilidad en el deterioro de la imagen de los políticos que recibe la sociedad, ante el espectáculo deplorable que recibe de quienes se sientan en algunos de los despachos de poder.

De la misma manera que el compareciente ante la comisión de investigación se había preparado a fondo para salir limpio del envite, los elegidos para exigirle que aclarara lo que es obligado a aclarar, también tendrían que haberse aplicado a fondo para cumplir su objetivo de presionarle con inteligencia hasta demostrar que mentía … O sacarle la verdad, que seguimos sin conocer.

Tanta comisión de investigación para nada. Sánchez estaba bien aleccionado para no ser pillado en mentira o medias verdades, sabía mejor que nadie que ahí estaba el peligro, en descuidarse un segundo y cometer delito. En el Tribunal Supremo, los comparecientes que respaldaban al Fiscal General con uñas y dientes siguieron el ejemplo del presidente de gobierno días antes: no saben, no les consta, no recuerdan. Con esas lagunas de memoria, es incomprensible que ocupen cargos de tanta enjundia como los que ocupan. Así va el país.

Lo dicho: me pierdo con tantos nombres, fechas, lugares, declaraciones, y nuevos personajes que se incorporan todos los días a la actualidad que nos ocupa, y no se sabe de dónde han salido, para qué, y quién les ha nombrado. Andamos los periodistas estos días con tarjetones o cuadernos en los que apuntamos nombres con una frase al lado para no perder el hilo del desastroso escenario en el que se mueve la política española.

Es todo tan escandaloso, que ya no escandalizan ni los nuevos nombres ni las nuevas fechorías.

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