The Objective
Francisco Sierra

La desmemoria de los 'apparatchik' 

«Sánchez miente con la memoria y miente también con la desmemoria. Incluso ha creado escuela. Los suyos son artistas en el arte de la desmemoria activa o pasiva»

Opinión
La desmemoria de los ‘apparatchik’ 

Ilustración de Alejandra Svriz.

En la antigua Unión Soviética existía una figura fundamental en la vida política tanto estatal como del partido. Era el apparatchik. Así se llamaba despectivamente a los fieles burócratas y funcionarios de Partido Comunista y, por extensión, a los del propio aparato estatal. Eran esos miembros destacados en practicar una lealtad estricta, rígida, exagerada y única a las consignas o directrices que emanaban del partido y sobre todo del líder que gobernara en la URSS.

Los apparatchik todavía existen. No solo no desaparecieron con la caída de la Unión Soviética, sino que su comportamiento se extendió más allá de las fronteras y más allá de las dictaduras. Los apparatchik, estén donde estén, y sean de donde sean, nunca dudan, ni cuestionan, ni matizan lo que diga el líder de su organización. No reconocen otra voz, ni idea, que no provenga directamente del líder. Da igual lo que diga y haga. Se asume, se asimila y se defiende. Y si el líder decide cambiar de opinión sin explicar ni argumentar a nadie el porqué, y yendo incluso en contra de todo lo que él mismo predicó anteriormente, pues se sincroniza, se piensa inmediatamente lo mismo que piensa el líder y se borra la memoria. 

En los últimos años, hemos visto a un presidente, que como diría Marx, Groucho Marx, «surgiendo de la nada ha alcanzado las más altas cotas de la miseria». Miseria ética y moral porque ha desmontado toda disidencia y crítica interna en su partido. Ha convertido a todos los militantes y cargos socialistas en auténticos apparatchik, incapaces de desviarse ni un milímetro, no ya del discurso oficial del partido, sino de lo que él piense en cada momento.

Y hablamos de un político que, buscando solo su beneficio personal, ha intentado romper la separación de poderes y ha conseguido invadir todas las instituciones estatales con apparatchiks que han convertido el CIS, el INE, la Fiscalía General del Estado o RTVE en meros aparatos de trompetería donde la verdad siempre puede ser retorcida. Es ya algo más que un barniz lo que se extiende desde Moncloa. Es una epidemia donde se asume la mentira como forma de actuación política. Y la desmemoria se convierte también en una «pseudo mentira» con la que evitar la verdad.

Fue patético escuchar a Pedro Sánchez en la comisión de investigación de Koldo en el Senado repetir más de una treintena de veces expresiones como «no recuerdo», «no me consta» o «no le sé decir». Era tal el bochorno por la repetición de recursos de desmemoria que cedió un encantador «no le constaba, aunque eso no quiere decir que no sucediera». Encantador, pero de serpientes.

El pobre no pudo recordar cuestiones tan sencillas y obvias como la situación del despacho del gerente del PSOE en la sede central de Ferraz, donde Sánchez lleva casi una década de secretario general. No le tembló la voz cuando limitó su conocimiento y trato con Koldo García a algo «anecdótico» a pesar de haberle encomendado la seguridad de sus votos en las primarias o de haber hecho miles de kilómetros con él y con el resto de la banda del Peugeot (Ábalos y Cerdán). Ese hombre fue el líder que prometió no gobernar en coalición con Podemos, no conceder indultos, ni amnistías, no pactar con Bildu, traer preso a Puigdemont a España para ser juzgado por la justicia y luchar contra la corrupción política. Ahora cercado por los escándalos se atrinchera en su desmemoria. 

El presidente en estos años ha hecho de la Memoria Histórica de Zapatero, un capote con el que intenta distraer la realidad. Sánchez es el presidente que ha convertido a Franco en su mayor activo político. Le quiere derrotar 50 años después de su muerte en la cama. Reivindica la memoria contra Franco, pero impide por acción u omisión, cualquier recuerdo sobre la verdad criminal de ETA.

Dice que hay que pasar página con el terrorismo asesino etarra, a pesar de los 300 asesinatos sin resolver, para justificar sus pactos con Bildu, a los que ha llegado a regalar la liberación encubierta de los presos etarras e incluso la reescritura de nuestra memoria histórica. Es el presidente de una democracia parlamentaria que quiere gobernar sin mayoría parlamentaria, ni Presupuestos Generales y cercado por los escándalos. Sigue usando la trompetería de toda su propaganda para hablar de una guerra civil de hace casi un siglo y una dictadura de hace medio siglo. 

Sánchez miente con la memoria y miente también con la desmemoria. Incluso ha creado escuela. Los suyos son artistas en el arte de la desmemoria activa o pasiva. Si hay que borrar mensajes y correos electrónicos como el Fiscal General del Estado, pues se borran. No solo eso. Algunos de sus fieles van más allá y ante todo un Tribunal Supremo, se atreven como Pilar Sánchez Acera, exjefa de gabinete de Óscar López en la Moncloa y actual número dos de los socialistas madrileños, a decir que no es que no recuerde, ni que no quiera recordar, es que, la pobre, «no puede recordar». Una expresión que es una obra maestra de la ingeniería en evitar la verdad sin decir mentira. «No puedo recordar». 

La desmemoria como forma de mentira. La mentira como forma de desmemoria. Hace menos de un mes el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez gritaba en el Congreso que «este Gobierno es uno de los más decentes, más estables y más eficaces de Europa». Y todo lo demás, decía Sánchez, «son bulos, mentiras y desidias». Es el mismo Gobierno, en el que todos sus ministros tras el zarpazo de Junts anunciando que se acabó y que vetarán más de medio centenar de leyes, incluyendo Presupuestos generales, dicen que tranquilidad absoluta y como un coro de apparatchik repiten «mano tendida».

No pueden aprobar ninguna ley, no pueden aprobar unos Presupuestos Generales, están rodeados por los escándalos y cada vez que la UCO habla, ellos tiemblan. Y ahí siguen. Sin convocar elecciones y sin poder gobernar. Mientras tanto, en España, la sociedad sufre, la clase media está en vías de extinción y el problema de la vivienda y sus desorbitados precios hacen que millones de ciudadanos, aun teniendo trabajo, estén en los umbrales de la pobreza. Pero esto tampoco «le consta» al Gobierno o «no puede recordarlo». Ningún apparatchik del sanchismo lo asume ni lo recordará.

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