The Objective
Fernando Savater

El criminal decepcionado

«El señor Bowling es un implacable asesino múltiple que comete sus ilegales ejecuciones sin especial motivo, pero siempre con la esperanza de ser descubierto»

Opinión
El criminal decepcionado

Un asesino silencioso camina por una calle a oscuras. | Freepik

Por lo general, las novelas policíacas o de misterio tratan de resolver un enigma del pasado: quién cometió el crimen, por qué motivo, cómo se las arregló para hacerlo. El investigador, profesional o amateur, tiene que poner en claro lo oscuro y el relato termina cuando lo que antes resultaba misterioso queda explicado. Pero hay otra estructura opuesta, que a veces recibe el nombre de relato inverso: se empieza con el criminal decidiendo cometer su delito y llevándolo a cabo, ocultando lo mejor que puede los rastros que le incriminan. El investigador tiene que ser más astuto que el delincuente y hallar las pistas que éste pretende esconder, hasta finalmente demostrar su culpabilidad. Pero lo más curioso es cómo varía el interés del lector de la novela tradicional al relato inverso.

En la primera, se identifica con el detective y pretende él también descubrir al asesino y el modo en que se deshizo de la víctima, siguiendo los indicios que el autor va dejando caer a lo largo de la historia (un clásico del género, Ellery Queen, detenía cerca del final la novela para informar al lector de que ya estaba en posesión de todos los datos necesarios para identificar al culpable y esclarecer lo que había ocurrido). Pero en el relato inverso el lector se identifica, aunque no quiera, con el criminal, cuya ansiedad de perseguido comparte y cuyos descuidos y errores le preocupan como si le comprometieran personalmente. Por supuesto, no simpatiza con su delito, que puede ser abominable, pero empatiza con el acoso que sufre por haberlo cometido (también Shakespeare es un maestro en lograr que nos identifiquemos con los peores malhechores, a base de prodigiosos monólogos). En este tipo de relato, el lector desea que el culpable sea descubierto y se haga justicia, porque es una persona de orden, pero a la vez querría que no fuese atrapado porque ha vivido dentro de él y sabe por experiencia semipropia lo mal que se pasa con un sabueso en los talones y una culpa en la conciencia.

Los casos más famosos de relatos inversos cinematográficos son los de la serie protagonizada por el teniente Colombo. Tramas muy ingeniosas, buenos actores invitados y sobre todo la personalidad falsamente humilde, pero arrolladora del protagonista, una creación de Peter Falk que justifica toda su trayectoria en la pantalla. En literatura el caso más original es el de una novela de la genial Agatha Christie (cuyo título silencio por dos razones, primero para no incurrir en imperdonable espóiler y segundo porque no hay aficionado al género que no lo conozca) que parece todo el tiempo una investigación «normal» de Poirot hasta que en las últimas páginas nos enteramos de que ha sido narrada en primera persona por el mismísimo asesino, que solo ha omitido en su relato su protagonismo en el crimen. Es una doble trampa, desde luego, imposible de descubrir por el lector, pero tan bien lograda que ninguno de estos, si tiene su capacidad de sorpresa intacta y el humor en su sitio, se lo reprochará a la gran dama de los misterios.

Pues bien, ahora tienen a su alcance en español otra novela que lleva el modelo de relato inverso hasta su más excelente nivel. Se trata de El señor Bowling compra el periódico (ed. Siruela) de Donald Henderson, una joya aparecida en 1943. Henderson trabajó como actor, pero escribiendo a ratos, siempre a muy buen nivel, aunque poco porque murió a los 42 años de cáncer de pulmón. La novela que comento es una de esas raras piezas que a mi juicio pueden ser consideradas perfectas sin indebida exageración. El señor Bowling es un implacable asesino múltiple que comete sus ilegales ejecuciones sin especial motivo, pero siempre con la esperanza de ser descubierto y atrapado. Solo al final del cuento se enamora de veras y, por tanto, quisiera poder escapar de la ley. Pero quizá es demasiado tarde… Narrada con ritmo y sutileza en el escenario de la Inglaterra sometida a los bombardeos nazis, es una historia de suspense sin estridencias pero con permanente tensión. El lector —al menos el lector que yo he sido— oscila permanentemente entre detestar, compadecer y hasta admirar (un poco) al absurdo y, sin embargo, muy humano protagonista. ¿Qué más puedo decirles? Que no se la pierdan.

En Oulipo, aquellos divertidos estudios de literatura potencial en los que colaboraron talentos como Raymond Queneau, llegaron a la conclusión de que en las novelas policíacas se habían experimentado todas las soluciones, salvo una: que el asesino fuese el lector. ¿Será verdad? Anda, anímense.

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