Puigdemont y los siete enanitos
«El acto de Junts y su puesta en escena consiguieron mostrar la irrelevancia sobrevenida de la formación de Carles Puigdemont»

Alejandra Svriz
Míriam Nogueras reunió hace unos días a su grupo parlamentario en el Congreso y, con gesto solemne, anunció que la legislatura había llegado a su fin. Proclamó que su formación no apoyaría ninguna propuesta legislativa del Gobierno y que no habría Presupuestos Generales para 2026.
Esta escenografía, cuidadosamente orquestada, pretendía situar a Junts per Catalunya como el actor indispensable, la bisagra que decide el destino de la legislatura con sus siete votos. Sin embargo, el acto y su puesta en escena —los siete diputados en el estrado de la sala Clara Campoamor— consiguieron, en mi opinión, todo lo contrario: mostrar la irrelevancia sobrevenida de la formación de Carles Puigdemont.
¿Qué clase de amenaza política supone que Junts anuncie que no habrá Presupuestos para 2026 a un Gobierno que, a día de hoy, vive con las cuentas prorrogadas de la anterior legislatura? ¿De verdad pensaba la portavoz de Junts que alguien en España creía aún que este Ejecutivo en precario iba a aprobar nuevas cuentas?
La realidad es que el presidente Sánchez y su Gabinete renunciaron hace tiempo a la vía presupuestaria y están dispuestos a gobernar de espaldas al Parlamento. Las normas primigenias de la democracia parlamentaria, que dictan que un gobierno sin mayoría para aprobar presupuestos debe dimitir o disolver las cámaras, han saltado por los aires esta legislatura.
Por ello, la comparecencia de los de Puigdemont resultó un tanto patética. Los votos de Junts solo fueron verdaderamente valiosos para la investidura. En aquel momento, la aritmética era innegociable y su «sí» o abstención resultaba imprescindible para que Sánchez revalidara su cargo.
Junts, junto con el resto de grupos, puso precio a su voto en la investidura. Así se conformó una coalición negativa, cuyo único pegamento era evitar que gobernara la derecha, y no un programa político de mínimos para el país. Todos los partidos de este bloque parlamentario han ejercido con pericia la extorsión política a un Gobierno débil, que nació ya en precario, prestando sus votos en beneficio propio. Y Junts ha sido, sin duda, quien más ha exhibido públicamente esa extorsión, desde la amnistía hasta el debate sobre el cupo fiscal para Cataluña.
Pero a partir de la investidura, el peso real de Junts y del resto de socios parlamentarios se ha diluido en una estrategia gubernamental que ha demostrado una notable capacidad de supervivencia, orillando la función del Parlamento.
La decisión de Puigdemont y los suyos rompe, por lo tanto, la apariencia que aún servía de coartada a Sánchez para seguir proclamando «somos más» y sacar adelante algunas leyes menores. Roto el trampantojo, la realidad se muestra con crudeza para todos, pero sobre todo para los socios. Para un Gobierno al que no le importa quedarse en minoría, dispuesto a acabar la legislatura sin aprobar un solo presupuesto, el papel de sus socios parlamentarios se empequeñece, se hace irrelevante.
«Lo único que podría hacer Junts para dar por finalizada la legislatura es apoyar una moción de censura, uniendo sus votos a PP y Vox. Sánchez sabe que Junts no se atreverá»
Para una portavoz como Míriam Nogueras, que ha exhibido públicamente con altanería y cierta soberbia la extorsión continua al Gobierno, esta situación debe ser aún más dura de asumir.
Lo único que podría hacer Junts para dar por finalizada la legislatura es apoyar una moción de censura, uniendo sus votos a PP y Vox para que salga adelante. Sánchez sabe que Junts no se atreverá a dar ese paso y por eso se siente a salvo.
Los socios parlamentarios sosteniendo a un Gobierno centrado en «estar» y no en gobernar han contribuido a reducir el congreso de los diputados al papel de figurante y hoy son verdaderas víctimas de esta estrategia del gobierno.
Mientras Sánchez esté dispuesto a gobernar sin votos, sin presupuestos, sin legislar, a los siete de Puigdemont en el congreso, me temo, que solo les queda bracear y simular un Mortal Kombat como en ese ridículo vídeo en el que ahora se publicita su portavoz parlamentaria.