¡Peligro!
«Tras su entrevista en el diario del Gobierno, no puede extrañar que Sánchez base su campaña electoral en una impugnación, más o menos diáfana, de la Constitución»

Ilustración de Alejandra Svriz.
He dejado escrito alguna vez anterior que el ser humano, ante un grave peligro cuando la realidad le sorprende, tiende en un primer momento a negarla, a rebajar su importancia o, simplemente, huye. El acuerdo con Bildu y Junts per Catalunya (entre otros) para formar la mesa del Congreso al inicio de la actual legislatura era un anuncio claro del atajo político y moral que iba a tomar Sánchez, pero muchos no lo quisieron ver. Negaban la ruptura real que suponía transitar un terreno desconocido. Se rubricó nada menos que un acuerdo con una persona que había protagonizado un golpe de Estado, fugado de la Justicia y dedicado a desprestigiar la democracia española con un ímpetu desconocido desde las apologías antiespañolas de Antonio Pérez.
Luego vino una amnistía para los golpistas difamadores, claramente inconstitucional, aunque Conde-Pumpido certificara su encaje con la Constitución en contra de toda evidencia y criterio jurídico solvente. De esa forma, el gallego, siempre al servicio del Gobierno, volvía a demostrar que cuanto más discrecional y arbitrario es el ejercicio del poder, más necesidad se tiene de justificaciones pretendidamente independientes y para eso siempre se encuentran juristas con más estómago que prestigio.
Siguió el sumo sacerdote de la tribu acometiendo la transformación del Estado, haciéndolo más débil, incapaz de garantizar la igualdad de los ciudadanos y más dócil. La campaña contra los medios de comunicación y el Poder Judicial se ha ido intensificando según se apelotonaban los casos de corrupción económica, política y moral.
Son muchos los ejemplos que demuestran que en ocasiones las dinámicas creadas en el mundo político terminan aprisionando a sus primeros impulsores. Les superan, les exigen más, adquieren su propia vida. Los creadores terminan siendo siervos de las fuerzas supuestamente dominadas y ya no hay quien las pare. Este fin de semana, en el diario oficial del Gobierno, el presidente Sánchez ha dado una verdadera lección de falta de respeto a las normas, a las costumbres, a los tribunales y, en definitiva, a los jueces. Quien debería mostrar el mayor respeto a la separación de poderes, a los procesos judiciales, a las resoluciones de los tribunales, nos muestra su desdén militante y amenazador cuando se le pregunta sobre la situación de su «ministro en la Fiscalía General».
Es, a la vez, toda la entrevista una mezcla de ignorancia y bravuconería. Un mínimo conocimiento de la historia del cine me hizo pensar en Liberty Valance con su látigo, su despreocupación por las leyes y su jactancia… El equipo del presidente está bien descrito, si queremos verlo, por los acompañantes de Lee Marvin: docilidad perruna e ignorancia.
«Presentará a todos los que se opongan a su política como fascistas»
Pero, por debajo de la literalidad de la entrevista de Sánchez, se nota el peligro que amenaza a las instituciones democráticas del 78. Después de esa entrevista, no nos puede extrañar nada y me aventuro a pensar que la campaña electoral se basará en una impugnación, más o menos diáfana, de la Constitución del 78. Nadie reconoce un delito, siempre se busca una justificación, y Sánchez, haciéndose cargo del testamento político de Pablo Iglesias Turrión, presentará a todos los que se opongan a su política como fascistas, y a los que limitan en las democracias el ejercicio del poder les combatirá con el argumento de ser «hijos del franquismo».
Ante ese reto, que se planteará inevitablemente, no podemos quedarnos en la defensa de nuestra parcela, sólo de lo que nos incumbe. Debemos unirnos para defender los principios básicos de la democracia, el derecho a la crítica y a la oposición sin peligro para nuestra integridad o nuestro honor. Creo que el domingo 9 de noviembre pasado Sánchez nos dejó clara la dimensión de la amenaza. Ahora nos toca a los demás reaccionar con igual contundencia que moderación.
El domingo 9 de noviembre fue el aviso a los miembros del Tribunal Supremo que juzgan a García Ortiz. Pero la defensa de ellos, que es nuestra defensa, no debe quedar sólo en las asociaciones de fiscales y jueces. Deben ser todos los estamentos que rechazan la intromisión y las amenazas gubernamentales. Debemos ser todos los ciudadanos porque cuando la libertad y la igualdad no son para todos, los derechos se transforman en privilegios.
García Ortiz tiene privilegios inasumibles. Goza de la defensa de la Abogacía del Estado, que nunca debió defenderle porque es excepcional que siendo juzgado siga ostentando la condición de fiscal general. Y si sigue siéndolo, como está siendo el caso, la Abogacía del Estado debería haberse negado a defenderle porque haciéndolo origina un privilegio inaceptable. También goza de la defensa implícita de la Fiscalía, la cual le obedece por su carácter jerárquico. Por tanto, de este proceso saldrá deteriorada la Abogacía del Estado y, probablemente de manera irreversible, la Fiscalía.
«A los dirigentes empresariales no les pido que vayan a ninguna barricada. Sólo que no se dejen manchar y utilizar»
Tristemente, sea por intereses espurios o sólo por pura negligencia, nos ocupamos poco de la continua ampliación del dominio, más que de la influencia, en el mundo público (incluyendo el empresarial) de este sistema. Despiden en la Moncloa al presidente de Telefónica, ocupan Indra cuyo presidente actual podría terminar comprando su propia empresa dirigida por su hermano. Para pagar a Junts el Gobierno hace añicos el principio de libre competencia saboteando la opa del BBVA sobre el Sabadell mediante un referéndum fantasma atrabiliario. Con este panorama, a los dirigentes empresariales no les pido que vayan a ninguna barricada. Sólo que no se dejen manchar y utilizar, porque la ganancia de unos pocos hoy puede ser el lamento de todos mañana.
Anuncia Sánchez que seguirá sin presupuestos y de espaldas al Congreso de los Diputados. No hay excusa para negar la evidencia. No hay razones para disminuir la magnitud de la amenaza. Hoy no se trata ya del cuestionamiento de la independencia judicial o del ataque a los medios o la agresión al director de la Real Academia Española. Se trata de defender lo que hemos heredado y queríamos que fuera un punto y aparte en nuestra Historia, pero que tristemente podría convertirse en un paréntesis. Otro más. Está a nuestro favor la historia reciente. Se logró hace 50 años. Ahora sólo se trata de defender aquello de aventureros y piratas de la política.