El prestigio de algunos periodistas
«Dicen haber tenido una información dañina para Ayuso, pero esa información, oculta bajo el secreto profesional, contribuye a exculpar a un apoyo de Sánchez»

Ilustración de Alejandra Svriz.
El fiscal general del Estado ha declarado, en sede judicial, la inocencia del acusado, Álvaro García Ortiz. Esa declaración tendría peso específico si no fuera porque ambos, el acusado y el fiscal, son la misma persona. Podemos decir que es un escándalo que García Ortiz haya permitido que el puesto que ocupa se someta a esta situación humillante para el Estado. Pero ya estamos de vuelta de eso. Sabemos que para la banda de Pedro Sánchez, y Ortiz pertenece a ella, el Estado no tiene valor ni entidad propia. Es un medio para el ejercicio del poder, y el poder un medio para la ventaja política y para el negocio privado.
El caso es que ha defendido su inocencia. Él no filtró el correo del abogado de González Amador cuando el empresario negociaba con el Leviatán hasta dónde le convenía asumir la culpabilidad en un caso de fraude fiscal. Es curioso que nunca se preguntase, atónito, ante las acusaciones, qué motivo podría llevarle a adoptar una actitud tan estúpida ¡y criminal! Tiene tanta familiaridad con la motivación detrás del delito (perjudicar políticamente a la pareja de Amador, Isabel Díaz Ayuso), que ni la pone en duda. El caso es, lo ha dicho ante el juez, que él dice que no fue quien lo hizo.
Porque se hizo, y de eso no cabe ninguna duda. Se filtró a la prensa, con fuentes de «la Fiscalía», en una operación de acoso a Díaz Ayuso. Era una filtración calculada, como el movimiento de una torre en el tablero de ajedrez. La prueba es que le ofrecieron al líder del PSOE en Madrid, Juan Lobato, que fuera a la Cámara madrileña a echarle en cara el comportamiento de su novio. Sólo que la torre no se había movido aún. Como los jugadores de ajedrez, el PSOE tenía previsto el movimiento del alfil (Lobato), que seguiría al de la otra pieza (la prensa).
Y sabemos que PSOE sólo hay uno, «el número uno», como se le llama en los papeles de la UCO: Pedro Sánchez. De hecho, la persona que le dijo a Lobato lo que tenía que hacer era la jefe de Gabinete del jefe de Gabinete de Sánchez: Pilar Sánchez Acera. Un hombre tan presumido como Sánchez, ¡y no presume de hacer movimientos de ajedrez con la política y el crimen! En realidad, no lo necesita. El prestigio de Sánchez en el mundo del hampa político es de granito.
El prestigio de García Ortiz, sin embargo, es falible. Carecía de reconocimiento entre sus pares cuando fue catapultado a la cúspide del Ministerio Fiscal. Fue colocado ahí por una decisión política de Pedro Sánchez. Su posición como acusado está comprometida. Borró todo rastro de actividad en su teléfono y en las redes el mismo día en que se convirtió en imputado. Esa no es la actitud de una persona que cree en su inocencia. Alguien así guarda los rastros de su actividad para poder demostrar con ellos que no hay mácula de duda sobre su estricta sujeción a las leyes. Pero García Ortiz destruyó las pruebas de lo que él llama inocencia. Hace falta mucho entusiasmo por Sánchez et al para seguir creyendo que García Ortiz es inocente.
«Todo el entorno de Sánchez va directo al banquillo de los acusados, si nadie frena los automatismos del sistema judicial español»
La decisión de nombrarle fiscal general fue política, sí, pero fue también personal. Todo su entorno va directo al banquillo de los acusados, si nadie frena los automatismos del sistema judicial español; de lo que queda de él. Hay que contener el sistema. Ya tiene una cabeza borradora de delitos que ni la de David Lynch, en la cholla de Cándido Conde-Pumpido. Cuenta con un ministro de Justicia que parece García Oliver. Y, finalmente, a un fiscal general del Estado capaz de saltar a una piscina de delitos con tal de contribuir a los objetivos políticos de Sánchez.
El poder es eso: expolio y reparto. Como Sánchez sabe que no tiene que guardar las formas, porque los suyos le van a apoyar de todos modos, porque al menos no gobierna la derecha, ya ni disimula. Miente, pero por poder darle a sus apoyos mediáticos algo a lo que aferrarse. Ahora bien, ¿y los periodistas? ¿Cuál es su papel aquí?
El papel de algunos periodistas lo conocemos bien. Son los que han sacado estos y otros casos de corrupción y de abuso, de mentiras y ocultaciones, de atentados contra la moral, los presupuestos, y las leyes. Son los que trabajan en THE OBJECTIVE y en un puñado de otros medios de comunicación. Los que se resisten a asumir lo inasumible, y que siguen manteniendo la fe en la verdad, y en el público, que les llevó un día a convertirse en periodistas.
Y luego están los otros. Su papel en este juicio es muy importante. Señalan que habían accedido al contenido del email del abogado de García Amador de fuentes procedentes de la fiscalía. Pero exculpan al fiscal general. No dan prueba de que lo que dicen es cierto, pues ello supondría revelar sus fuentes. Esta situación obliga a la acusación a depender exclusivamente de una prueba, el informe de la UCO sobre el borrado de datos, que puede considerarse circunstancial. Si la prensa no identifica a la fuente, puede quedar asegurada la impunidad de la fuente.
El problema con estos periodistas es su prestigio. Un prestigio inmaculado, avasallador, omnipotente, como defensores del Gobierno de Pedro Sánchez. Dicen haber contado con una información dañina para los intereses de Isabel Díaz Ayuso, que es la líder de la oposición a Pedro Sánchez, y hacen ver que no hicieron uso de ella. Eso sí, esa información comparece ante el tribunal, oculta bajo el secreto profesional, y contribuyendo a exculpar a uno de los principales apoyos de Sánchez.