Sin voto de censura
«La moción de censura es el único recurso constitucional para terminar cuanto antes con un Gobierno empeñado en acabar con la convivencia entre los españoles»

Ilustración de Alejandra Svriz.
¿Debería el Congreso de los Diputados enfrentarse a una moción de censura dirigida a despedir a Pedro Sánchez? Es muy probable que seamos una gran mayoría los que pensamos que sí, dada la evidente evolución de nuestra democracia parlamentaria hacia un modelo presidencialista y el acendrado menosprecio de Pedro Sánchez hacia cualquier forma de respeto al pluralismo político y a la división de poderes, sin los que cualquier sistema político se convierte en una forma de autocracia.
Hasta hace pocos días esa posibilidad constitucional estaba cegada por la aritmética porque la estrafalaria suma de grupos parlamentarios que hicieron posible la investidura de Sánchez permanecía en vigor, dado el sistema de conveniencias que cada copartícipe podía sacar de tal pacto, pero eso ha cambiado radicalmente al conocerse que los diputados de Junts per Catalunya habían decidido cesar en su apoyo a la legislatura.
Como en España la información política está tasada como si se tratase de una receta médica, porque a los de arriba les parece que nunca conviene que nos enteremos del todo bien de lo que pasa, hay dudas de cuál pueda ser exactamente la estrategia de Junts de cara al futuro inmediato, pero no debiera ser dudosa la obligación moral de poner en marcha el único recurso constitucional posible para terminar cuanto antes con una legislatura que está rompiendo por todas partes con el mínimo respeto a las previsiones constitucionales y que, por descontado, está dejando al Congreso mismo convertido en una caricatura, sin capacidad ni de legislar ni de controlar mínimamente la acción del Gobierno.
Hablando de oídas, que es el único recurso que tenemos los ciudadanos para entender lo que se cuece, parece que Junts quiere hacer ver que su ruptura con Sánchez es definitiva pero todavía no se atreve a decir que apoyaría una moción de censura para apartarlo de la Moncloa. Por otra parte, la impresión dominante es que el PP estaría dispuesto a recibir el apoyo de Junts para una moción que sólo el PP podría presentar, pero no desea correr el riesgo de tener que pedir su apoyo por el desgaste electoral que eso podría suponerles o porque no se acaba de fiar de que Junts se atenga a lo que hayan podido hablar. Con las discusiones sobre quién da el primer paso podría suceder que los tiquismiquis procedimentales impidan la moción de censura.
En un clima de rumores variados se ha insinuado en alguna ocasión que Junts no acepta que Feijóo pueda ser el candidato de la moción y que el PP no acepta que Feijóo no lo sea, de manera que, una vez más, las triquiñuelas del cabildeo político podrían servir para que un procedimiento constitucional sumamente razonable en este momento de nuestra historia quede en el limbo por anteponer las conveniencias de parte al interés nacional.
«Un candidato de consenso que convocara elecciones de manera inmediata evitaría susceptibilidades entre los grupos»
Me parece que si el PP quiere que sea Feijóo el candidato está actuando con una notable miopía y son varias las razones para verlo así: no parece ni inteligente ni ejemplar que Feijóo llegue a la Moncloa por la misma vía estrecha que llegó Sánchez, mientas que un candidato de consenso que se comprometiera a convocar elecciones de manera inmediata evitaría cualquier clase de susceptibilidades entre los grupos y serviría para que Feijóo se consagrase a lo que de verdad importa, a preparar las inmediatas elecciones con responsabilidad y acierto.
La manera de presentar una moción de censura y hacer inmediata la convocatoria de elecciones no exige grandes conversaciones secretas ni con Junts ni con nadie, bastaría que el PP ofreciese públicamente a Vox y a Junts la posibilidad de encabezar una moción de censura y negociar con ellos un candidato que estuviese dispuesto a ejercer la jefatura del gobierno y la posterior gobernación en funciones con el compromiso formal y público de convocar elecciones generales de manera inmediata.
No debiera suceder que la política nacional continuase desarrollándose con un Gobierno sin mayoría en el Congreso, incapaz de aprobar presupuestos por tercera vez consecutiva y entregado con un brío furioso a desmantelar todavía más el sistema constitucional y a seguir dilapidando sin otro tino que el electoralista los sustanciales dineros que atesora Hacienda a costa del atraco cotidiano a todo el que se mueva, con especial dedicación a las piezas más débiles, como autónomos y trabajadores por cuenta ajena.
«La moción de censura no es una alianza electoral»
Que los objetivos políticos de Junts y del PP, por no hablar de Vox, son más incompatibles que similares es muy claro, pero la moción de censura no representa una alianza electoral, sino el uso del único recurso constitucional viable para destituir a un Gobierno que está empeñado en acabar con la convivencia entre los españoles, dispuesto a vender las joyas de la corona para mantenerse en el poder y al que el rumbo futuro de España no le interesa para otra cosa que para sacar a nuestra nación de su entorno natural desde el punto de vista histórico y geopolítico.
La habilidad indiscutible de Sánchez puede acabar dinamitando esta posible iniciativa como ha conseguido deshacerse de la mayoría de instituciones con capacidad de control sobre sus políticas al poner el Congreso en manos de una seguidora incondicional de sus ocurrencias y usar al Tribunal Constitucional para dar una pátina de legalidad a muchas de sus travesuras.
Lo preocupante no es saber que Sánchez seguirá haciendo de las suyas convirtiendo la mentira en verdad, la información en pura propaganda y entregando las inversiones y las empresas públicas a gestores dispuestos a hacerle la ola, sino comprobar que el PP sigue presa de sus fantasmas, sus temores y su impericia y que ello le hace incapaz de utilizar el único instrumento constitucional que ahora está en sus manos. Son muchísimos los buenos ciudadanos que estarían dispuestos a ser presidente del Gobierno por apenas unos días para que las elecciones generales cambien el funesto rumbo político de España.