The Objective
Anna Grau

Con pólvora del Rey

«¿Y si fue ese espíritu golfo del monarca lo que nos salvó de males mayores, haciéndole más impermeable a principios del Movimiento que juró y no cumplió?»

Opinión
Con pólvora del Rey

Alejandra Svriz

Yo no nací monárquica. De joven era intuitivamente republicana y nada me gustaría más que poder volver a serlo. Que poder volver a decir sinceramente la que en tiempos fue una de mis boutades favoritas: «Los pueblos maduros tienen repúblicas, los pueblos infantiles tienen rey». Ay, qué atrevida es la juventud. Cuando te crees que el mundo entero está esperando a que tú inventes la rueda para avanzar.

Si algún país ha demostrado sobradamente su incapacidad de pasarse sin la monarquía, es el nuestro. Todos los momentos en que nos ha faltado, todo ha ido peor. La Segunda República sin duda nació cargada de bellas intenciones, que inspiraron a artistas, poetas y a turistas del ideal como Ernest Hemingway. Pero al final la cosa se radicalizó y pervirtió hasta un punto tan delirante, que tanto monta, monta tanto, si la Guerra Civil la ganaba Franco o los asesinos de Andreu Nin. Los únicos que no la podían ganar eran los que aspiraban a ser libres. Tanto de fascismo como de estalinismo.

No es verdad que todos los antifranquistas fueran demócratas. ETA no era más demócrata que su víctima de cabecera, Carrero Blanco. Su objetivo no era una España moderna y mejor, sino una donde se pudieran seguir pegando tiros cuarenta años más. Los proalbaneses del FRAP que mataban policías en el 75 no buscaban otra cosa que la desestabilización de la Transición pacífica que sí habían acabado aceptando personajes como Adolfo Suárez o Santiago Carrillo. Hasta el mismo Franco, cuando pactó con su único aliado internacional, Estados Unidos, un tránsito ordenado «de la ley a la ley» con la Corona como garantía. Sería un dictador, pero sabía de donde lo era. Los ultras de su entorno quedaron tan chasqueados como los que tenía enfrente.

Leo en estas mismas páginas la desacomplejada, inteligente provocación de Ignacio Vidal-Folch diciendo que no le da la gana leerse las memorias de Juan Carlos I cocinadas a la bechamel por la nepo baby de Régis Debray. Tiene toda la razón. Seguramente tendrían mucho mayor interés las memorias que habría podido ofrecer Carlos Herrera. En fin.

Pero incluso así: las luces y las sombras de este rey en concreto no son otras que las de todos nosotros antes, durante y después de su coronación. Ya vale de ignorar lo que realmente pasaba, lo que realmente pasó. Vidal-Folch tiene la atrevida decencia de decir la verdad de dónde estaba y de qué pensaba la noche del 23-F, sin atribuirse épicas reinventadas. Visualizando el miedo en el cuerpo que toda la gente con dos dedos de frente tuvo que sentir en un momento así.

Siempre he pensado que el controvertido perfil humano e incluso masculino de Juan Carlos de Borbón pudo ser un suplicio para su santa esposa, pero quién sabe si una bendición para el resto de nosotros. ¿Y si fue ese espíritu golfo, esa Movida en las alturas del monarca, la que nos salvó de males mayores, haciéndole más impermeable a los principios del Movimiento que juró pero no cumplió? A veces un golfo, o un tahúr del Misisipi, o un «traidor eurocomunista» son muros de contención de la barbarie más eficaces que la gente que no ha roto nunca un plato… pero que si puede, te fusila al amanecer. Como el vividor Oskar Schindler fue más eficaz salvando judíos del nazismo que otros señores más monógamos, más de orden, pero por eso mismo más sensibles al hechizo de según qué propagandas.

«La Corona aguanta el tipo como el espinazo que muchos quieren doblar, pero nadie ha conseguido romper»

En toda la operación de reinvención ideológica del ante, durante y después de la guerra y posterior dictadura, ahora que salen «héroes» de debajo de cada piedra donde en realidad se escondían lagartijas, la Corona aguanta el tipo como el espinazo que muchos quieren doblar, pero nadie ha conseguido romper. Por eso tantos tiran contra la Transición, o lo intentan, con pólvora del rey. Intentando que el rey pida perdón por representar lo que muchos otros han sido. O nos quieren hacer creer que fueron. Para autoamnistía la que nos tuvimos que hacer aquí en el 78, y no solo al franquismo, oigan. También a lo otro que, con la excusa de haber perdido la guerra, ha logrado imponer un relato que embellece peligrosamente su sobrecogedora banalización de la libertad individual. ¿Ustedes no han notado que las «feministas» subvencionadas por Podemos tienen más en común con la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera, que ninguna de ellas con Clara de Campoamor? ¿Cuántas veces tenemos que tropezar con la misma piedra?

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