Álvaro García Ortiz es un tipo con suerte
«No deberíamos caer en la tentación de creernos jueces porque corremos el riesgo de que, si la Justicia le acaba dando la razón, el Gobierno salga fortalecido injustamente»

Álvaro García Ortiz. | Ilustración de Alejandra Svriz.
Lo confieso: tengo dudas con el tema del fiscal general. Me explico: tengo clarísimo que hubo una operación política, urdida desde Moncloa, para atacar a Ayuso aprovechando los problemas con Hacienda de su pareja, pero lo que no veo tan evidente es que eso deba terminar con el fiscal general del Estado en la cárcel. Afortunadamente, yo no soy el que lo tiene que decidir, para ello tenemos a los mejores jueces de nuestro país, los de la sala segunda del Tribunal Supremo.
Debo ser de los pocos españoles que tienen dudas aún, porque he visto que tertulianos de todo pelaje y, lo que es peor, políticos de uno y otro signo, ya han dictado sentencia. Y todos perfectamente alineados con cómo le va la fiesta a cada uno en este caso.
Que todo el mundo tenga ya una posición definida de antemano es un auténtico desastre porque, sea cual sea el desenlace, el veredicto será criticado con dureza y el papel del Supremo, puesto en solfa. En España hemos perdido cualquier tipo de respeto a las instituciones y aquí todos opinan como expertos en derecho como si esto se tratara de un Madrid-Barça en el Bernabéu.
Me pasa algo parecido con el caso de Begoña Gómez. Todo lo que hizo la esposa del presidente del Gobierno me resulta intolerable y más que suficiente para que ya hubiera dimitido su marido, pero me parece complicado que se le pueda condenar algún día por, por ejemplo, un delito de tráfico de influencias. Porque una cosa son las cuestiones éticas y otra las responsabilidades judiciales, y los opinólogos no deberíamos caer en la tentación de creernos jueces… porque corremos el riesgo de que si la Justicia le acaba dando la razón al Gobierno este salga fortalecido injustamente. Se pueden cometer hechos repudiables sin que sea estrictamente necesario que te condenen por ello: ya sea porque no haya delito o porque falten pruebas que lo acrediten.
«Durante las sesiones de estos días hemos visto comportamientos impropios de alguien que se considera inocente»
La actuación del fiscal en el caso del novio de Ayuso fue inaceptable, como igual de bochornoso ha sido verle con la toga puesta durante el juicio y obligando a sus subordinados a defenderle cuando su papel debía haber sido otro. Además, durante las sesiones de estos días hemos visto comportamientos impropios de alguien que se considera inocente: destrucción de pruebas, amnesia selectiva, negarse a contestar a las acusaciones…
Pero que pensemos que el fiscal es culpable no basta para condenarle. España es un Estado de derecho y a la gente se le debe juzgar con algo más que intuiciones, creencias o suposiciones. Por eso estoy deseando leer la sentencia, porque estoy seguro de que me ayudará a despejar mis dudas.
No obstante, Álvaro García Ortiz es un tipo con suerte. Su caso, que es ciertamente complicado, está siendo juzgado por los mejores magistrados de España. La instrucción y el juicio han sido impecables. Y estoy seguro de que la sentencia también lo será. Dejemos, pues, trabajar a los que saben y, pase lo que pase, no olvidemos que el fiscal debería llevar ya muchos meses en su casa: una hipotética absolución en modo alguno podrá limpiar su cochambrosa hoja de servicio.