The Objective
Antonio Caño

La credibilidad de los periodistas

«Es nuestro trabajo y nuestra conducta lo que ha socavado nuestra credibilidad ante la sociedad, no los jueces»

Opinión
La credibilidad de los periodistas

Ilustración de Alejandra Svriz.

Estamos hoy los periodistas en el centro del debate público, lo que en sí mismo es mala noticia. Que los periodistas estemos en el punto de mira del poder es lógico, lo que se corresponde con nuestro trabajo. Pero que los periodistas seamos protagonistas de la actualidad en lugar de sus relatores, supone una distorsión considerable de la función que se supone que nos corresponde en la sociedad.

Ese protagonismo no comenzó, pero sí se ha hecho particularmente notorio con motivo de la comparecencia de varios colegas en el juicio que se acaba de celebrar contra el fiscal general. Digamos como resumen que, frente a testimonios en mi opinión mucho más valiosos, han adquirido una relevancia mayor los de los periodistas que han prestado declaración. No creo que esto se deba a la importancia misma de sus palabras, sino a que una parte del resto de los periodistas le ha dado desmesurada trascendencia.

El valor de la declaración de un periodista en un juzgado es la misma que la de cualquier otro ciudadano. En el caso del juicio al fiscal general, su relevancia se ve además disminuida por el hecho de que los compañeros de profesión se ampararon, como es su obligación, en el secreto profesional para no revelar sus fuentes, salvo uno que no reveló el nombre de su fuente, pero dijo donde trabaja.

No habría mucho más que discutir, por tanto, sobre esas declaraciones, puesto que su efecto en la causa la decidirán los jueces de acuerdo a criterios jurídicos, y el hecho de que sean o no periodistas no influirá o no debería de influir en lo más mínimo en esa decisión.

Me interesa más, sin embargo, el empeño de algunos colegas en dar a entender que si no se otorga relevancia preponderante a la versión de los periodistas en este juicio se está atacando la credibilidad de toda la profesión. Con todo el respeto: me parece un disparate. Cierto es que está en riesgo hoy en día la credibilidad de los periodistas, pero no precisamente por el eco que sus palabras tengan en los juzgados, sino por los méritos propios acumulados por nosotros mismos a lo largo de los últimos años.

«La credibilidad de los periodistas está cuestionada porque nos pasamos más tiempo opinando que investigando, porque vamos de tertulia en tertulia predicando sobre cualquier cosa»

La credibilidad de los periodistas está cuestionada por la sociedad, sin duda, pero las razones de que eso ocurra no tienen que ver con maniobras judiciales ni oscuras complicidades. Están a la vista de todos los ciudadanos, que dan por hecho lo que van a leer en cada periódico antes de abrirlo, simplemente porque la mayoría de ellos responden a un guión ideológico prefabricado y en que se hace encajar cada noticia.

La credibilidad de los periodistas está cuestionada porque nos pasamos más tiempo opinando que investigando, porque vamos de tertulia en tertulia predicando sobre cualquier cosa sin cuidar siquiera la apariencia de imparcialidad que se exige a un profesional, porque nos prestamos sin decoro a la batalla ideológica —a veces con formas vergonzosas— que demanda la audiencia.

La credibilidad de los periodistas está cuestionada porque medios que antes gozaban de prestigio y podían presumir de su independencia se han convertido en auténticos panfletos al servicio del Gobierno, sin el mínimo respeto a la inteligencia de sus lectores y a su obligación de hacerles llegar información plural. Esa pluralidad hoy es sólo cosmética, justificada con un par de columnistas díscolos que sirven de coartada.

La credibilidad de los periodistas está cuestionada por el abuso de fuentes anónimas, por la ausencia de contraste de las noticias, por la constante elevación de un chisme a la categoría de información, por la falta de diversidad de fuentes, por la escasez de citas literales de personas que se identifican y ofrecen veracidad a la historia. En definitiva, por una reiteración de malas prácticas profesionales. 

Comentaba el otro día con unos colegas que la plaga se extiende a otros países. Acabamos de asistir a la chapuza de la BBC sobre Trump y a la frecuente tendenciosidad de algunas de sus informaciones. Eso ha abierto un debate en el Reino Unido sobre la calidad de su televisión pública. Nos mereceríamos aquí uno parecido y no esta resignada pasividad con la que soportamos que los Gobiernos manipulen a su antojo las televisiones que pagamos con nuestros impuestos.

De todo esto deberíamos de hablar los periodistas para recuperar la credibilidad de la sociedad y no lloriquear sobre cuánto caso nos hacen los jueces. Si nos hicieran el que nos hemos ganado con nuestra reputación en los últimos años, no nos harían ninguno.

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