The Objective
Cristina Casabón

Sobre inmigración y otras hipocresías

«Marlaska sabe que África subsahariana vive una doble devastación: yihadismo expansivo por un lado, mercenarios prorrusos por otro»

Opinión
Sobre inmigración y otras hipocresías

Alejandra Svriz

Europa no es lo que era, los países europeos asisten a un gran cambio; o más bien, a un proceso de desgaste lento, una mutación casi biológica. En un continente cansado el dinamismo desaparece, la energía retrocede, queda solo una especie de inercia social que limita el debate público, impide hablar de las reformas estructurales necesarias y no hablemos ya de emprenderlas.

Las dificultades económicas, repetitivas y monótonas como una enfermedad crónica, se han instalado sin que nadie tenga ya la ilusión de revertirlas. Somos democracias anticuadas y ahora ha venido otra ola de pereza que llega en patera. Pereza e inmigración son dos corrientes que se encuentran y confunden en Europa.

Y las clases medias, antes orgullosas de su pequeño confort, se deslizan hacia el precariado con la misma docilidad con la que aceptan la subida de la luz, de la hipoteca, del alquiler, de la cesta de la compra. La política, que antaño pretendía transformar el mundo y hacer historia, se limita a administrar los síntomas de un estado del bienestar sobresaturado, incapaz de absorber el crecimiento demográfico. Todo sucede y avanza sin debate, sin decisión real, como si fuese un fenómeno atmosférico inevitable.

En este clima de pereza administrativa, de cansancio oficial, de aburrimiento legal, se abandonan y se reparten los sin papeles, tras retenerlos en las islas. Los socialistas, convertidos en guardianes de la pureza moral, siguen despreciando a quienes mencionan la matemática elemental de este batiburrillo migratorio: cuántos llegan, de dónde, a qué ritmo, con qué integración posible. La moral resulta más fácil que la aritmética; siempre ha sido así.

Pero basta con ver lo que hace el propio gobierno, para saber que la retórica cede ante la presión de los hechos y de las advertencias de quienes están menos ciegos. Leo en ABC que Grande-Marlaska dedica la mayor parte de su tiempo a frenar la inmigración irregular, supervisando mecanismos de vigilancia y freno. Me parece como un trabajo gris, minucioso, incompatible con los grandes gestos compasivos que tanto gustan en los mítines donde todo esto es calificado de extrema derecha.

El ministro sabe que África subsahariana vive una doble devastación: yihadismo expansivo por un lado, mercenarios prorrusos por otro. Miles huyen cada mes hacia los países vecinos, que se lucran haciendo de amortiguadores humanos mientras Europa paga para que sigan siéndolo. El Gobierno español ha comprado la colaboración de Marruecos a costa del Sahara, ha negociado con Senegal, en esta última etapa con Mauritania y lo hará con cualquier país dispuesto a hacer el trabajo sucio. Es decir, el discurso humanista se sostiene, mayormente, sobre la delegación del control migratorio a países cuya relación con la democracia es, por decirlo con suavidad, remota.

«Un debate en el que destaca ya no solo la pereza, sino el doble discurso y la hipocresía, que es lo que verdaderamente está matando a Europa»

Además, según el mismo periódico, Frontex y la inteligencia británica sospechan que Rusia utiliza ya los flujos migratorios del Sahel como arma de presión para desestabilizar Europa. Este jaleo de la amenaza de los rusos, de inmigrantes como arma de presión, de amenazas a la seguridad nacional, está muy alejado del debate político endulzado al que nos vienen acostumbrando. Un debate donde todos presumen de lo piadosos que somos, lo generosos y solidarios. Y parece que los rusos ha comprendido que aquí radica nuestra debilidad: en la incapacidad de nombrar el peligro, en el miedo a ser censurados por debatir abiertamente sobre un tema que, con tanta censura y moralina, es incapaz de abordarse con realismo. Un debate en el que destaca ya no solo la pereza, sino el doble discurso y la hipocresía (que es lo que verdaderamente está matando a Europa).  

Solo un continente sin miedo a sus propios gobiernos, sin censura y reconciliado con su propia existencia podrá ser hospitalario sin ser suicida, compasivo sin ser ingenuo, realista sin ser desalmado. Pero los socialistas están más en lo suyo, porque practican todas las disciplinas de la pereza, como el Tiktok y el adulterio.

Publicidad