The Objective
Jorge Vilches

Antifranquismo versión Sánchez

«El antifranquismo promovido por el Gobierno es una burda utilización del pasado para distraer al personal y abrir otra trinchera contra el enemigo político»

Opinión
Antifranquismo versión Sánchez

Ilustración de Alejandra Svriz.

El antifranquismo promovido por el Gobierno de Sánchez da cierta vergüenza ajena. No se trata de un rechazo a todas las dictaduras, sino solo a la franquista. De hecho, ahí lo vemos tan contento haciendo negocios con China. Tampoco es un proyecto de concordia basado en un pacto de Estado que contraponga la democracia al franquismo, sino una burda utilización del pasado para distraer al personal y abrir otra trinchera contra el enemigo político. A su estilo, ha cogido la pancarta antifranquista para lanzarla al PP, aunque el partido de Feijóo haya condenado la dictadura mil veces.

Pero Sánchez no podía hacer otra cosa. En ningún caso era posible presentar un acto institucional porque sus socios en el Gobierno y el Congreso no habrían asistido. Sumar, Podemos, Bildu, Junts, ERC y PNV no hubieran estado. ¿Es que no recordamos a Ione Belarra la semana pasada cuando llamó a «reventar a la derecha»? ¿O a cualquiera de los otros diciendo que los jueces son «franquistas»? No hay nada más contrario al espíritu de la democracia y de la Transición que esas declaraciones. Ninguno de estos grupos quiere recordar la muerte de Franco como el inicio del camino a la democracia. Para los amigos de Sánchez, vivimos en una monarquía parlamentaria y constitucional insoportable, basada en el franquismo sociológico; es decir, en un país patriarcal, centralista, católico y españolazo hasta la médula.

Su problema es que no reconocen el mérito de quienes desde arriba trabajaron por la paz en los últimos días de Franco y primeros de la monarquía. No imagino a Sumar haciendo un homenaje a Torcuato Fernández Miranda, ni a Bildu dando las gracias a Gabriel Cisneros -que sufrió un atentado perpetrado por Otegi-, ni a ERC felicitándose por la cintura democrática de Fraga. Tampoco a Podemos hablando de la valentía política del rey Juan Carlos. Y menos a Junts o al PNV recalcando el patriotismo de Adolfo Suárez. 

En consecuencia, Sánchez ha preferido un antifranquismo a su estilo, de alipori, sin patriotismo ni responsabilidad, de confrontación cainita. Es por esto que vemos mucho aspaviento, trazo grueso y ausencia de cifras entre adjetivos contundentes que esconden la sinsustancia. Sánchez lo ha convertido en un circo, como hace con todo.

El Gobierno ha construido un nuevo relato oficial a la medida de Sánchez. Como el PSOE no fue nada en la lucha contra Franco, y al PCE y a CCOO no se los puede apropiar, ha decidido recalcar las acciones de los movimientos sociales. Hablamos de convertir en protagonistas a las asociaciones de amas de casa, de vecinos y de estudiantes que protestaron por las injusticias al final de la dictadura.

«Aprovecharán para decir a los jóvenes que no sean ‘tan fachas’ y, de paso, dar una ‘alerta antifascista’ encubierta, que nos conocemos»

Esto adorna bien el discurso electoral del PSOE actual, que quiere atraer a ese votante. Más claro: crea una figura histórica sobredimensionada en la que los electores de hoy puedan verse identificados, y así conseguir su voto. O eso cree. Digo sobredimensionada porque ninguna de esas asociaciones hizo caer la dictadura, ni condicionó de forma determinante el proceso político. Esos activistas se dejaron la piel contra el sistema, literalmente en algunos casos, y usar su memoria en beneficio de Sánchez me parece ruin.

El antifranquismo oficioso de este Gobierno va a convertir a esas personas en mártires del sanchismo. Los van a utilizar contra «la derecha y la extrema derecha». Aprovecharán para decir a los jóvenes que no sean «tan fachas» y, de paso, dar una «alerta antifascista» encubierta, que nos conocemos.

En este despropósito, la víctima será la historia. La dictadura no cayó por las movilizaciones callejeras, ni por la presión de las asociaciones vecinales, de amas de casa o las estudiantiles. En realidad, eso pertenece a la mitología izquierdista. El régimen de Franco se autodestruyó porque estaba diseñado para morir con el dictador. España, Europa y el resto del mundo sabían que únicamente la democracia podía suceder al Régimen del 18 de Julio y con la forma monárquica. La disyuntiva era la democracia o un enfrentamiento civil y sangriento que dejasen el país hecho trizas. Guerra o democracia. No había más alternativa. Y en las altas esferas  nacionales y foráneas se apostó por lo segundo. Menos mal.

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