The Objective
Sonia Sierra

Normalizar el rechazo al español

«Atacar a alguien por la lengua que utiliza, y todavía más si es el idioma oficial del país, es profundamente antidemocrático y no tiene parangón en ningún otro país»

Opinión
Normalizar el rechazo al español

Ilustración de Alejandra Svriz.

En Cataluña está normalizado mostrar rechazo al español. Quizá puedan pensar que exagero, pero el titular lo he cogido de un artículo de opinión publicado la semana pasada en El Món, un digital nacionalista catalán. Para ser exactos, es «Normalitzar el rebuig al castellà», pues es tal la hispanofobia de un sector de la población que el término español está totalmente vetado y te acusan inmediatamente de facha si lo usas, por mucho que la RAE afirme que es más adecuado que «castellano», que debe reservarse para la variedad dialectal o para el castellano antiguo. En dicho artículo se compara el español con las malas hierbas que hay que exterminar con veneno y la autora afirma que escuchar hablar esa lengua «me molesta de una manera física, me produce angustia»

Los catalanes vivimos ese rechazo a diario, pero solo de vez en cuando, cuando se les va demasiado la manita, salta a las noticias. La última ha sido porque desde la radio pública catalana, esa que pagamos todos con nuestros impuestos, se ha acusado a Rosalía de humillar a los catalanes y de tener «muy mala leche» (sic) porque en una de sus canciones de su último disco, el coro de la Escolanía de Montserrat canta en español. En Lux, una delicia para los amantes del plurilingüismo como yo, canta en 13 idiomas, incluido el catalán con su canción Divinize que entró directa al número 14 de Spotify Global con 3.100.000 de streams en su primer día, lo que implica que nadie ha logrado nunca mayor difusión del catalán que Rosalía. Pero para los separatistas nada es suficiente y, de hecho, en el artículo citado anteriormente, a la autora le parece mal que en Cataluña se produzcan «Rosalías».

Rosalía es una gran artista internacional y supongo que no le deben de afectar demasiado estas iracundas diatribas, pero peor lo tienen los ciudadanos de a pie que osan usar la lengua oficial de nuestro país. Estos días han saltado un par de noticias al respecto. Por una parte, han condenado a un tuitero a dos años de cárcel así como una multa de 1.980 euros y otros 7.500 en concepto de indemnización por un delito contra a integridad moral y delito de odio por arremeter contra una criatura de cinco años y pedir que se hicieran públicos los nombres y apellidos de la familia para que «vivieran un infierno mediático», para generarles «sentimientos de angustia y dolor que les hicieran desistir de su pretensión» y para que sirviera de advertencia para otros que tuvieran «idénticos planteamientos lingüísticos».

¿Y qué gran mal habían perpetrado para merecer semejante castigo? Pues nada más y nada menos que atreverse a reclamar su derecho constitucional al pedir que su hija tuviera un 25% de clases en español. España es el único país del mundo donde en algunas zonas tienes que recurrir a la justicia para conseguir una asignatura en la lengua oficial. Mientras en muchos países de Europa es frecuente ofertar asignaturas no lingüísticas en español, la 2ª lengua más demandada después del inglés, en Cataluña es casi misión imposible. Porque aunque en este caso ha habido condena por el ensañamiento con el que se expresaba, este acoso a las familias que piden que sus hijos puedan estudiar aunque sea una asignatura en su lengua materna es lo habitual, y no solo por parte de cuatro tuiteros descerebrados, sino también de organizaciones subvencionadas e inclusos políticos.

Por poner un ejemplo, Anna Simó, que fue Consejera de Educación con ERC, ha participado en manifestaciones contra estas familias, así que es lógico que muy pocas se atrevan a pedirlo aunque el español es la lengua materna de la mayoría de los catalanes y la lengua materna, un facilitador del aprendizaje, como demuestra toda la literatura al respecto.

«Como no es suficiente que todas las materias sean en catalán, se intenta imponer también en el patio y en las conversaciones en los pasillos»

Por otra parte, también ha saltado a la prensa el acoso que sufren en algunos centros los profesores que optan por hablar a sus alumnos en español o proporcionarles algún material en esa lengua. Y es que en Cataluña, el español está vetado más allá de la asignatura de «lengua y literatura castellanas»  y como no es suficiente que todas las materias sean en catalán, se intenta imponer también en el patio y en las conversaciones en los pasillos. Además, no hay ningún cartel ni ninguna comunicación en ese idioma, aunque sí hay centros que presumen de rotular también en inglés

Y exactamente lo mismo sucede con los carteles: te multan si rotulas tu negocio en español, pero no pasa nada si está, por ejemplo, en árabe. Y no solo eso, es que son continuos los ataques organizados para boicotear bares, restaurante o heladerías en las que son atendidos por una persona, normalmente sudamericana, que no habla catalán y, sin embargo, jamás les da por arremeter contra los negocios de kebabs aunque no hablen ni una palabra en la lengua de Espriu. Por lo que sea.

Es evidente que atacar a alguien por la lengua que utiliza, y todavía más si es el idioma oficial del país, es profundamente antidemocrático y, como decía antes, algo así no tiene parangón en ningún otro país. Sin embargo, ellos se sienten víctimas y afirman que el catalán es una lengua perseguida y que las personas que reivindicamos el plurilingüismo lo que pretendemos es acabar con ella y a ese carro se ha apuntado hasta Pedro Sánchez, que afirmó la semana pasada en el Congreso que hay partidos que quieren prohibir el catalán. Obviamente, eso es mentira y no hay nadie que pretenda semejante barbaridad.

De hecho, quienes más están haciendo por la desaparición del catalán son sus supuestos defensores: han convertido a la pobre lengua en un artefacto agresivo que pretenden imponer mediante el acoso y las multas. Con todo esto, no es raro que, pese a las ingentes cantidades de dinero que han gastado en esa obra de ingeniería social que pretende que el catalán sea la única lengua en Cataluña, cada vez se hable menos.

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