La política envenenada del subsidio
«Una sociedad subvencionada se convierte en una sociedad pobre, débil y atrasada, y es lo que está empezando a generar el Gobierno de Sánchez»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Los registros económicos históricos indican —con la realidad de los datos— que las políticas intervencionistas, las políticas con las que simpatiza la izquierda, son las que alcanzan peores resultados. La preferencia de la izquierda —especialmente, de la izquierda actual— ha ido por la vía de las subvenciones en lugar de apoyar la economía productiva. Eso tiene siempre pésimos resultados, porque se abandona el espíritu de sacrificio, superación y esfuerzo que debe tener toda sociedad.
Al final, una sociedad subsidiada se convierte en una sociedad pobre, débil y atrasada, y es lo que está empezando a generar el Gobierno de la nación, con sus políticas de subsidio. Gasto, déficit y deuda y, sobre todo, una apuesta decidida por una economía subsidiada es lo que se refleja en la acción del Gobierno de Sánchez en estos siete años.
No es nada nuevo en la izquierda, pues siempre ha tratado de apostar por una red subsidiada, como supuso la instalación del PER en Andalucía en época socialista, pero ahora ya no tiene medida.
Si en 2020 introdujeron el ingreso mínimo vital (IMV), posteriormente el Gobierno avanzó hacia un estado asistencial, ineficiente, subsidiado y que haga dependiente a los ciudadanos del poder público. Eso es lo que hacen con actuaciones como el de 250 euros al mes para que los jóvenes se emancipen o el bono cultural de 400 euros —que tanto recuerda, por importe, a aquel cheque lineal que Zapatero introdujo en 2008, mientras negaba la existencia de la crisis, cheque con el que fulminó la mitad del superávit que había—. Ahora, ni siquiera hay superávit, sino un gran déficit —aunque mitigado por el efecto inflacionista del PIB nominal— y una abultada deuda, que complica más la situación.
El abandono hace años del factor de sostenibilidad de las pensiones o el incremento del salario de los funcionarios de manera importante en un 2%, tras haberse incrementado su número en más de medio millón desde 2018, junto a otras medidas de gasto, constituyen, además, una profundización en el desequilibrio de las cuentas públicas.
«La apuesta de la izquierda por una economía subsidiada es el camino más directo hacia el empobrecimiento»
A ello se une el intervencionismo extremo que aplican con la ley de la vivienda, donde perjudican al mercado del alquiler, a los ahorradores y a toda la economía, pues reducirá las inversiones y, con ello, la actividad y la creación de puestos de trabajo, además de contribuir a incrementar los precios en la compraventa de viviendas, al desplazarse a ese mercado muchas personas que estaban en el del alquiler.
Esta gestión contraproducente solo puede conducirnos a acentuar la destrucción del tejido productivo y, con ello, de muchos puestos de trabajo, dejando a trabajadores y empresarios sin cobertura alguna, y a destruir, así, la prosperidad labrada por los españoles, convirtiendo a nuestra sociedad en un ente pobre y subvencionado, incapaz de prosperar. Es el paso de una economía sostenible a una economía sostenida artificialmente. Es la distancia que media entre la prosperidad y la pobreza, respectivamente. Es la apuesta de la izquierda por una economía subsidiada en lugar de por una economía productiva. Es el camino más directo hacia el empobrecimiento de todos los españoles.
De las crisis se sale con sacrificio, trabajo, mucho trabajo, esfuerzo y voluntad de superación, no con subvenciones múltiples que desincentivan la economía, la productividad y el empleo y que no nos podemos permitir. No se puede hacer electoralismo con la gestión. No se puede pretender captar votos a través de ello. La teoría de la elección pública deja claro que el político busca maximizar sus votos. Una cosa es eso y otra articular, para tratar de conseguirlo, medidas que pondrán en una situación insostenible, en primer lugar, a la Seguridad Social y, con ello, a las pensiones, y, en segundo lugar, a toda la economía. El dinero no crece en los árboles.
Si al Gobierno le importasen los españoles, las empresas y los trabajadores, deberían concentrar los esfuerzos en salvar el tejido productivo, y con ello se salvarán el empleo y la prosperidad de todos. Todo lo demás será inútil y perjudicial. Sin embargo, el Gobierno avanza por el camino equivocado, llevando a la economía española hacia el desastre. La anestesia del gasto público y de la acumulación de población le permite crecer en el corto plazo y vender como logros económicos algo que no lo es, pero el deterioro que sus políticas intervencionistas producen en la estructura económica española en el medio y largo plazo es muy preocupante. Es una política de pan para hoy y hambre para mañana, que empobrece a la economía española, aunque todavía no se perciba claramente.