Querido Rufián
«Mientras enseña democracia por la vía de la ocurrencia, sustenta a un gobierno carcomido de corrupción. Lo suyo es puro sanchopancismo»

El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián.
Por pura supervivencia, siempre he huido de los simpáticos. Hay en el chiste más populismo que rebeldía. Llamar la atención es algo por lo que todos los adolescentes hemos pasado. Pero luego llega la vida y nos exige algo de contención, algo de hondura y esa gimnasia melancólica que es la verdad.
La antipatía es como un cactus, se mantiene viva sin cuidados. No hay que regarla, no hay que ponerla a la sombra, basta con que se la deje en paz. Siempre me resultó usted antipático, porque llevó al Congreso de los Diputados una cosa circense que a mí me chirriaba en el espacio donde debemos estar los ciudadanos representados. Sin artificios. Con pausa.
Lo de la impresora no fue una audacia, sino una gracia tosca. Fue su presentación oficial en el mundo de la política espectáculo. Lo peor de los humoristas son su público. La exigencia del aplauso. El «no se vayan todavía, aún hay más».
Usted habita en una contradicción. Nacionalismo e izquierda son tan incompatibles como el cloro y el amoniaco. A veces, desde Andalucía, veo a gente compartir sus frases, y alabarle, y siento desdicha, porque ríen las gracias a quien desprecia, íntimamente, Andalucía. Me dan igual sus orígenes o sus golpes en el pecho. Sabe usted, mejor que nadie, que su partido es un partido ombliguista, territorial, reduccionista. Y que eso no casa con el progreso común, ni con la solidaridad, ni con el camino que transita mi comunidad.
A usted no le recuerdo ni un posicionamiento incómodo, ni una frase que inquiete, ni una discordancia que exteriorizar. Siempre dice exactamente lo que se espera que diga. Y no lo llame coherencia, por favor, porque la coherencia es una arquitectura de valores, no un guion mil veces oído. Y mientras enseña democracia por la vía de la ocurrencia, sustenta a un gobierno carcomido de corrupción y suma su voto inane a la causa de Sánchez. Lo suyo es puro sanchopancismo. Defender a un fiscal corrompido, criticar a los jueces. Lo de siempre.
«Su palabra siempre busca la ovación y el lucimiento. Jamás el diálogo, la reflexión o la construcción común»
Su palabra siempre busca la ovación y el lucimiento. Jamás el diálogo, la reflexión o la construcción común. Es el actor invitado de una telecomedia al que escriben los mejores chistes y los suelta mirando a cámara con la ceja en alto. Si eso es la política para usted, perfecto. Pero entonces no vaya de blanco salvador. También hay dignidad en la duda y en el desorden.
Contra Carlos Mazón encarnó un papel que le viene enorme, como cuando Pedro Almodóvar confió en Liberto Rabal para Carne trémula. No es usted un vengador. Es parte del problema. De un gobierno inoperante al que apoya sin matices. De un embarramiento de la gestión pública. De un momento democrático que perjudica a la ciudadanía, agranda las miserias y no satisface las expectativas. Que España no funcione es también mérito suyo.
Usted, aquel día, usó el dolor de muchas mujeres y hombres para buscar un puñado de aplausos. Usted no quería escuchar a Mazón, sino escucharse a sí mismo. Las imágenes que mostraba, los insultos, el machismo y el canalleo, son impropias de un servidor público. Usted es un hortera y no estuvo a la altura ni de ese instante ni del tema que allí se trataba.
Como escribo en THE OBJECTIVE, pensará que comparto estas líneas para defender a Carlos Mazón. Como no me conoce, lo que he dicho del expresidente de la Comunidad Valenciana está grabado en muchas tertulias de radio y televisión y seguro que no dista tanto de lo que usted piensa de él. Pero no somos bárbaros. Y hay muchos caminos para llegar al mismo punto, el de la responsabilidad y el del oprobio público. Pero usted eligió el más barriobajero, el más desafecto y el más aburrido y predecible de todos.
«Para mí Rufián es ya un símbolo de la política más destructiva que recuerdo. La que se abraza a Bildu y criminaliza a los demás»
Me dice gente que le conoce que es usted genial. Un tipo realmente divertido, buena gente, amigo de sus amigos, esas cosas. Yo no tengo ningún interés en comprobarlo. Porque para mí Rufián es ya un símbolo de la política más destructiva y jibarizada que yo recuerdo. La que se abraza a Bildu y criminaliza a los demás. La que mantiene su sueldo público mientras comparte intervenciones anarco-tediosas. Como representante público, legítimo y blablá, quien le quiera que le siga votando, pero me cuesta entender que alguien se sienta identificado con un político tan liviano.
Somos más o menos de la misma edad. Soy también de after y bachata. De karaoke e hidroxil. Y sé reconocer a un pesado. Son muchos años de barra y noche. De abridor en el bolsillo trasero. Nada de lo que ha dicho en todos estos años vale más allá de su permanencia en el Congreso. Como un náufrago, usted solo mueve las manos para flotar un ratito más. Y nada menos sexy que lo predecible, que el lenguaje bélico-progre, que la mentira disfrazada de solemnidad.
«En esta vida se puede ser todo menos coñazo», dejó dicho Michi Panero, ejemplificando en él mismo, perfectamente, su propia cita. Querido Gabriel, cuando deje de estar en primera línea política, lo celebraré con vino. Será como abrir las ventanas de casa tras un borracherón.
Usted representa lo peor de mi generación. La izquierda hueca. El hambre de retuit. El bullying, el señalamiento, la demagogia. Verduguitos con chaqueta y tupé. Usted no es el único, lo sé, los hay como usted a puñados parapetados bajo todas las siglas. Pero ninguno tan cínico, tan tóxico y tan pequeño como usted.
Un abrazo.