Subido a un cadáver pareces más alto
«El más obsceno, con diferencia, el que con más entusiasmo se subió al montón de muertos de la dana para rasgarse las vestiduras, bien a la vista de todos, fue Rufián»

Gabriel Rufián, portavoz de ERC en el Congreso de los diputados. | Alejandro Martínez Vélez (EP)
Para parecer más alto, es un recurso muy útil y socorrido subirse a un montón de cadáveres.
Para parecer virtuoso, es recomendable mostrarse públicamente indignadísimo ante las injusticias de este mundo. Se llama «rasgarse las vestiduras» y es cosa de sumos sacerdotes y fariseos bíblicos.
Para parecer un campeón de la libertad, no hay cosa más segura y vistosa que maldecir estentóreamente a un tirano de tiempos remotos. El refranero lo dice: «A moro muerto, gran lanzada».
El ya inofensivo «moro» era, el otro día, Carlos Mazón interrogado por la comisión de investigación del Parlamento por su ejecutoria durante la dana cuando presidía la Generalitat valenciana.
Habiendo quedado en evidencia ante todo el mundo su absentismo y palmaria inoperancia ante la catástrofe, y después de renunciar —a la fuerza ahorcan— a su cargo, acudió como manso corderito, o como moro muerto, a que sus señorías le asestasen heroicas lanzadas.
«Sobre las víctimas de la dana se subieron los partidos, replicando en redes sociales sus vehementes intervenciones»
Sobre las víctimas de la dana se subieron los partidos, replicando en las redes sociales no las grandes verdades que su «comisión de investigación» ha logrado revelar (o sea, cero patatero) sino las vehementes intervenciones, las sagaces preguntas de sus representantes. Los cuales además, por el trabajo extra de participar en esa Comisión cobrarán su comisión. Un complemento al salario nunca viene mal. Quedas divino de la muerte (nunca mejor dicho), y encima cobras. Negocio redondo. Felicidades.
Claro que en todo esto hay un punto de obscenidad. Por cierto que el más obsceno, con diferencia, el que con más entusiasmo se subió a un montón de muertos para rasgarse las vestiduras bien a la vista de todos, fue Gabriel Rufián, de Esquerra Republicana de Catalunya. Desde luego, este nunca decepciona.
La Julieta de Shakespeare se pregunta: «¿Qué hay en un nombre? Lo que llamamos rosa, con otro nombre tendría el mismo dulce aroma». Que su adorado se llamase Montesco, el nombre aborrecible para su familia, a ella le importaba un pepino. Estaba en lo correcto, en lo usual: si te enamoras locamente de, no sé, Úrsula (que me parece que significa «osa»), pues “Úrsula» te sonará a música celestial. Y si idolatras a Fredegunda, lo mismo. La llamas «Fredi» y tan felices.
De manera parecida, en el lenguaje amoroso es común que el enamorado llame a su enamorado «ratita», «conejita», «cabrita» o «gatita», sin que ella se sienta ofendida, sino al revés, le parece tierno, simpático. Por norma general, quiero decir; también habrá quien responda: «¡Estoy hasta el moño de que me llames chochito, gilipollas! ¡Me llamo Fredegunda!»
También está el chiste aquel del que acude al registro civil. «Quiero cambiarme el nombre: me llamo Juan Subnormal». El funcionario contesta: «Comprendo que quiera cambiarlo. ¿Cómo quiere llamarse en adelante?» «Pedro. Pedro Subnormal».
Vale, el chiste está muy sobado. Pero es que estaba pensando en Gabriel Rufián, donde excepcionalmente nomen est omen.
Entró este señor como diputado en el Congreso en 2016, jactándose de que sólo ocuparía el cargo durante un año, el tiempo que tardaría Cataluña en independizarse. Lleva no un año sino diez, y ni Cataluña se ha independizado ni él ha dejado de honrar su apellido, que, según la RAE, en primera acepción quiere decir «persona sin honor, perversa, despreciable».
Uy. Esto es muy duro. Veamos la segunda acepción… No, por ahí tampoco se salva: «Sinvergüenza, truhán, canalla, bellaco, granuja, pícaro».
«Él, que cuando la dana estaba en el Congreso, votando nuevos cargos para meter a Mikimoto y otros amiguetes en la TVE»
Blandía Rufián fotos de los difuntos. ¡Con qué vehemencia, con qué santa indignación evocaba la catástrofe, recitaba los nombres de las víctimas! Él, que cuando la dana, estaba en el Congreso, votando nuevos cargos para meter a Mikimoto y otros amiguetes en la TVE, ahora se situaba en el centro mismo de la tragedia, porque supuestamente los parientes de los muertos le habían suplicado que las representase!
Solo le faltó embarrarse un poco los pantalones, como aquel reportero idiota de Iker.
Qué alipori dio a todos. Bueno, a casi todos: desdichados hay que les pareció la contundente Voz de la Verdad: «¡Dale, dale caña, Rufi!»
Con el moro muerto se despachó a gusto, preguntándole y repreguntándole por su jersey, con el propósito, realmente rufianesco, de insinuar que en los momentos decisivos no estuvo Mazón comiendo con una periodista sino follando con ella, lo cual se ve que agravaría los hechos y es cosa de vital interés.
«Repugnante machismo contra la comensal, por cierto, a la que nada se le puede reprochar»
Repugnante machismo contra la comensal, por cierto, a la que nada se le puede reprochar, estuviera comiendo, tonteando, consultando el TikTok o leyendo el premio Planeta.
Y remató don Gabriel con un brillante ejercicio de oratoria y delitos de injurias y odio: «Usted es un inútil, usted es un mentiroso, usted es un incapaz, usted es un miserable, usted es un homicida y usted es un psicópata. Y ojalá pague con cárcel todo lo que ha hecho».
Y movía el bracito, para más énfasis. Pero, vamos a ver: ¿esto es un diputado o un puto cuñao? ¿Esto es una comisión del Congreso, cámara de representación del pueblo español? ¿O la barra de un bar con el suelo perdido de cáscaras de gambas? ¿O de cacahuetes?
¡Ay, lo que pensará de todo esto Miguel Ángel Aguilar!
Días atrás, ante su comisión, en el Senado, el presidente del Gobierno dijo, sin que la presidencia le llamara al orden, que aquello era «un circo» y una «comisión de la difamación». Qué salao, el hombre. Bien, no digo que no tuviera razón. Visto lo visto, parece que todas lo son.
Ahora bien, por nada del mundo quisiera yo incurrir en la «antipolítica» ni socavar la fe del lector en nuestras instituciones. Soy tan demócrata como el que más.
Pero en nombre de la equidad reclamo que, por lo menos, a los convocados a declarar en estos circos o comisiones también se les paguen unas dietas. ¿Soportar el despliegue de plumas de pavo real de Rufián? Vale, 2.000 euros. Y en sobre.
¡Será por dinero! Que es, recuérdese, dinero público, o sea de nadie.