Dos apuntes de Mr. Scrooge
«¿De verdad en estos 50 años no hay apenas ensayos que merezcan ser considerados como tales? ¿Dónde queda, por ejemplo, ‘La infancia recuperada’ de Savater?»

Ilustración de Alejandra Svriz.
EL TIRÓN. Vamos a ver: hasta donde yo sé, se duerme «de un tirón» y se lee un libro «de un tirón» y esta ha sido siempre la fórmula de la expresión (perdonen por el tosco pareado). O lo era. Porque en los últimos tiempos se está imponiendo otra que quiere sustituirla y no sé si los sabios, apabullados, han decidido aceptarla. Me refiero a «del tirón» o la sustitución del artículo indeterminado por el determinado. De «un» por «el». Muchos jóvenes —ya cercanos a los cuarenta algunos— hablan «del tirón» y no para referirse a un tirón muscular, como sería lo adecuado, sino que duermen del tirón —como si un tirón en vez de dolor provocara sueño— o leen del tirón.
Para rematar la cosa, nuestro Zelig —si no han visto Zelig, de Woody Allen, recupérenla y comprobarán— acaba de visitar Radio 3 para hacerse el joven entre jóvenes y les ha dicho que había escuchado el disco de Rosalía «del tirón». En buena ley creeríamos que se trata de un disco o de una canción que trata de un tirón de bolso, uno de esos que hace años dejaban a las mujeres mayores «tiradas» y magulladas en la acera. O quizá no, quizá se trate, repito, de un tirón muscular en el gimnasio: «El tirón que tuve anteayer me dejó turulato».
Pero ni una cosa, ni otra, en tiempos donde la RAE ha sido sustituida por TVE. Se trata de escuchar en su totalidad y sin intervalos un disco, o de leer un libro de la misma forma, o de dormir sin despertarse durante la noche y madrugada enteras. O sea, lo que toda la vida —«¿Qué vida, imbécil, si se la han fumado del tirón?»— hemos llamado a dormir «de un tirón» o leer un libro «de un tirón» —o de una sentada, también— y otras tantas cosas que nunca se hicieron «del tirón» y ahora, repentinamente todo se hace del tirón. Hasta en Moncloa, parece.
LA LISTA de los mejores libros del medio siglo sin Franco de Babelia, con unas cuantas preguntas retóricas. ¿De verdad en estos 50 años no hay apenas ensayos que merezcan ser considerados como tales? ¿Dónde quedan, por ejemplo, los del antiguo colaborador de El País, Fernando Savater? ¿Dónde un libro, tan importante en este medio siglo, como La infancia recuperada? ¿Dónde está Los cementerios civiles, de Jiménez Lozano o dónde alguien como Julián Marías? ¿O dónde el excelente Diccionario de las vanguardias, de Juan Manuel Bonet? ¿Realmente es mejor novela Rabos de lagartija, de Marsé, que El embrujo de Shangai? ¿Estamos seguros de que Rabos… no está ahí por haber obtenido el Premio Nacional (y fui miembro del jurado que lo premió)? Y Benet, mentor de tantas cosas buenas en la novela española, ¿es su sitio estar tan abajo, rozando las puertas de la nada? En fin.
«¿No hay que tener en cuenta ningún Diario —el género donde se ha reafirmado mi generación— en estos 50 años?»
Vila-Matas: ¿merece estar con una sola novela y también muy abajo, por cierto? ¿Nuestro único mencionado como candidato al Nobel rozando el furgón de cola? ¿Seguro que su París no se acaba nunca no merece estar entre las cincuenta de los últimos cincuenta? Anda ya. ¿Y la desaparición de Pérez Reverte? ¿Dónde queda La reina del Sur y dónde El pintor de batallas, por ejemplo? ¿Será por su apabullante triunfo, o por hacer ascos a los bestsellers? ¿Se han esfumado Justo Navarro y sus novelas por la chimenea de la crítica española? ¿Y un libro como Autobiografía sin vida, de Azúa? ¿Y los Diarios? ¿No hay que tener en cuenta ningún Diario —el género donde se ha reafirmado mi generación— en estos 50 años? ¿Tan malos han sido todos?
Y volviendo a la novela: menos mal que Javier Marías sí está bien representado y no solo por esa magnífica catedral que es Tu rostro mañana. Pero ¿estamos seguros de que Corazón tan blanco, siendo estupenda, es mejor novela que las fascinantes Berta Isla y Tom Nevison? Y que Juan Goytisolo (Señas de identidad y Reivindicación del conde don Julián se publicaron hace más de cincuenta años y no pueden entrar) no aparezca, ¿es un acto de justicia o todo lo contrario? ¿Y en poesía?: Gil de Biedma, García Montero, Brines y Valente son los elegidos con criterio muy desigual, me temo. Ni rastro de los Novísimos, ni de tantos otros y miren que hay donde elegir. ¿O es que todo esto ya es el mundo de ayer y se le ha de negar hasta su propio tiempo?