Liberar a Cerdán, condenar a Juan Carlos
«Como no se entiende su liberación, cualquier hipótesis es legítima, toda vez que Cerdán no parece querer colaborar con la Justicia»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Han coincidido esta semana la salida de prisión de Cerdán con la ausencia de Juan Carlos en los actos de los 50 años de la muerte de Franco y de su coronación, algo que equivale a condenarlo. Uno, un villano de la democracia, premiado. El otro, un héroe de la democracia, castigado.
De hecho, ayer sábado era 22 de noviembre, el día de su coronación hace cinco décadas, y no hubo ningún acto oficial. Hubo, en cambio, una merendola, berlanguiana, a modo de putrefacto desagravio al rey padre, que es como le gustaría que lo llamasen, según cuenta él mismo en sus memorias, pronto en librerías españolas. La que se avecina. Los extractos traducidos hasta ahora no dan la dimensión histórica de la obra.
En el auto de salida de prisión de Cerdán, el juez indica que no existe ya riesgo de destrucción de pruebas ni de fuga. Nada más incierto: el ser privado de pasaporte no le impide cruzar la frontera española en coche, y seguir viajando por media Europa libremente con su DNI no caducado. El magistrado por tanto no puede descartar que Cerdán tenga suficientes medios económicos fuera de España como para decidir no volver. Por no hablar de seguir destruyendo pruebas en relación con los delitos de los que se le acusa… o de otros nuevos delitos, vistas las revelaciones no cesa: THE OBJECTIVE está más al quite que nunca. Tanto más cuando conforme pasan las semanas no hacen sino aumentar las noticias y testimonios en torno a las andanzas de Cerdán y sus cómplices Ábalos y Koldo García.

¿Acaso es imposible o incluso improbable que lo conocido sobre las actividades presuntamente delictivas del ex secretario de organización del PSOE sea apenas una pequeña parte de todo lo que aún se desconoce de las actividades de la trama corrupta?
¿Cómo se puede descartar un posible destrucción de pruebas cuya existencia todavía se desconoce? Como no se entiende su liberación, cualquier hipótesis es legítima, toda vez que Cerdán no parece querer colaborar con la Justicia.
Al estar en libertad, el imputado podrá, en cambio, como ya está haciendo, comparecer ante el gran tribunal de la opinión pública y de los medios de comunicación, siempre el más poderoso y el más cuestionable, pues ni persigue la verdad ni sus sentencias suelen ser justas. En muchos casos, por lo demás, la Justicia solo puede hacer su trabajo impidiendo que se ponga en marcha ese otro juicio, el paralelo.
La pregunta pues no es solo por qué sale precisamente ahora Cerdán sino por qué no están preventivamente en la cárcel sus dos principales cómplices, que han tenido toda la latitud del mundo para destruir pruebas y/o interferir en el desarrollo de las investigaciones.
Al menos, Víctor de Aldama, otro de los principales implicados en la trama, es lógico que no esté enchironado al reconocer su participación en la trama y al estar colaborando, a su manera, con la Justicia. Sin arrepentidos en busca de mitigar posibles condenas no prosperarían mucho casos de corrupción o de mafias, que es lo que era esta asociación de malhechores, para usar la fraseología francesa. A la espera de que la Justicia siga instruyendo, la prensa libre seguirá informado para que lo primero sea posible.
Coda 1) 50 años sí es nada. A muchos, por razones biológicas, la muerte de Franco les parece algo tan lejano como a otros, más viejos, la Guerra Civil. Y sin embargo, esta última sigue muy presente, merced a una izquierda que la utiliza para resucitarlas dos Españas que habían dejado de existir.
Es paradójico, pero necesario, conmemorar la muerte de un dictador que nombró a quien iba a hacer transitar el país hacia la democracia. Lo que no se entiende es que al rey demócrata se le borre de la foto.
A Juan Carlos le pasa como al protagonista de El extranjero de Camus (horrible la adaptación recién estrenada en Francia del amanerado François Ozon: hace buena la pésima película que hizo Visconti y que no pudo salvar ni Mastroianni. El director francés ha decidido dar un protagonismo inventado al árabe asesinado y su hermana imaginaria, que se lleva la escena final de la película. Si Camus levantara cabeza, ni siquiera el buen dinero que se ha llevado su hija le consolaría de ver cómo se ha podido distorsionar hasta tal punto su novela). A Meursault, el protagonista de la novela probablemente más emblemática de lo que es el absurdo del siglo XX, no se le condena por haber matado a un árabe sin excesivos motivos («Fue por el sol» dice y no se apea de esto. Y eso que su abogado le recuerda que «siempre puede haber buenas razones para haber matado a un árabe»); sino que se le condena por no haber llorado en el funeral de su madre y por haberse ido a bañarse al día siguiente con un ligue con el que pasará la noche, después de haber visto en el cine una comedia de Fernandel).
A Juan Carlos, para poder negarle su decisivo papel impulsor en la Transición, se le condena por su vida disoluta y sus manejos dinerarios poco compatibles con el estándar de ejemplaridad que debe tener un monarca en democracia. El viernes se celebró en el Congreso el final biológico de Franco (no el de la dictadura, que duró un año más hasta diciembre de 1976, con el referéndum que legitimaba la Corona; el rey padre en sus memorias recuerda que el PSOE no votó a favor en la Comisión Constitucional, paso previo a la consulta); y la conmemoración se hizo in absentia de ese rey que pronunció el principal discurso de ruptura que luego dio lugar a la reforma politica. De la ruptura a la reforma: así fueron las cosas. No de la reforma a la semicontinuidad, como cierta izquierda y los nacionalismo periféricos pretenden reescribir la historia.
Nadie mejor que Juan Carlos lo podía contar estos días, pero no le han dejado. El Gobierno, naturalmente. Pero él lo ha hecho en su libro, liberado de su obligación de reserva, en unas memorias, muy bien coescritas en francés con Laurence Debray (hija de Regis), que ya se han publicado en Francia. Se titulan Reconciliación pero podrían haberse llamado Memoricidio.
Estas, en su traducción al español (preventas disparadas) levantarán seguro un gran polémica, pues muchos considerarán una defensa de Franco, que sí lo es. Habrá que empezar a dar crédito a que el dictador preveía un transición hacia la democracia. Nada ni nadie le obligaban al rey a ello, salvo su voluntad de contar su verdad, intransferible. Todo lo que cuenta en el libro parece sincero y veraz; el único reproche, pues, una vez ya perdido… al río, es que no lo cuente todo. Brilla por su ausencia, por ejemplo, una valoración profunda del golpe independentista de 2017, más allá del respaldo al discurso de su hijo, aunque le da bien a Jordi Pujol. Pero sobre ETA ajusta muy bien el tiro (qdmp y también que me perdonen las víctimas), y lo hace habiendo sido él blanco de los terroristas en varias ocasiones.
Suárez, Torcuato y Carrillo son los héroes de la Transición, en el libro y en la historia real. Muy justamente. Y no se priva de criticar al Gobierno, y, dice, que al denigrarlo denigra a la Corona y debilita la Constitución y a ese “régimen imperfecto del 78” por usar el sintagma de moda, incluso en boca del rey hijo. ¿Imperfecta la Transición? No. Fue perfecta, todo lo perfecta que podía ser. Y así lo entendió el pueblo español mayoritariamente.
El viernes se impuso el Toisón de oro a la reina madre, Sofía, a Felipe González (no se sabe a santo de qué) y a los dos únicos padres de la Constitución todavía en vida (Gregorio Peces-Barba la recibió en su día). Es triste que, en tantos años, no se hubiera otorgado a los demás padres de la Constitución, ni póstumamente, innovando, a Tomás y Valiente y a López de la Calle, por lo que representaban: la Justicia justa y el periodismo libre, los dos enemigos principales del mayor enemigo que ha tenido España, que es la ETA.
Tampoco habría sido del todo injusto, visto lo de González, concedérselo a Aznar, que concluyó el ciclo de la alternancia política, cerrando así la segunda Transición, que acabó en 1996. La alternancia verdadera fue esa. Del socialismo a la derecha democrática. UCD no era la derecha, ni la izquierda. O bien ambas. Mucha nostalgia hoy, y esperanza en una tercera transición, en una nueva UCD o en una coalición de socialistas deschazizados y populares.
La ausencia de Juan Carlos en los actos oficiales es el colofón más ignominioso al año Franco. Es de desear que en 2026 o en 2028 pueda ser rehabilitado y participe como merece (y merece el país) en los 50 aniversarios de los dos referéndums que marcaron el inicio de la democracia.
Coda 2) Ex fiscal general del Estado. El fallo (sin sentencia, qué necesidad no esperar a hacerla pública junto a la parte dispositiva, y alimentar polémica sin argumentos jurídicos) que condena a dos años de inhabilitación al fiscal general del Estado es de una trascendental gravedad: no sólo por ser la primera vez que ocurre con un fiscal general, sino porque en este juicio el Gobierno actuaba iliberalmente de abogado defensor, junto a la fiscalía y la abogacía del Estado. Sino porque escenifica la guerra abierta, es una evidencia, entre un Gobierno que solo rinde cuentas ante una supuesta (e inventada) voluntad popular y algunos jueces y tribunales que se atienen al imperio de la ley. Otro Tribunal, el Constitucional ha optado por ponerse del lado del Gobierno, por defecto, merced a su mayoría mal llamada «progresista», que ¡primero decide y luego busca los argumentos de su decisión! Como se ha visto con la ley de Amnistía.
Esto lleva a un conflicto ya crónico y estructural entre jueces del Supremo y el Constitucional y que ya se libra a toga descubierta. La política alcanza su grado cero se dirime en los tribunales.
El que haya dos votos particulares, contrarios a la opinión de los demás cinco magistrados, en la condena al fiscal general, no hará más que alimentar la polémica y pavimentará el recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional, que gracias a su exigua mayoría acatará la sentencia «García Ortiz es inocente» de Sánchez. Dictada en pleno proceso en curso y en una entrevista en El País a modo de BOE. Bien sabía y sabe él que, al final, lo será. Pumpido nunca falla. Y no hará falta ir al Casino de Estrasburgo.
Mucho se ha hablado estos días del papel que ha jugado la prensa en este asunto de la revelación de secretos. Es menor. No se trataba de un debate moral sobre la protección de las fuentes, ni del uso torticero que algunos hacen de los medios para desvelar un secreto de un ciudadano para perjudicar a un rival político (que era el fondo de la cuestión, pura política, y de la peor). Pero el espectáculo de ver a ciertos periodistas intentado echar un capote exculpatorio al fiscal general, por pura afinidad ideológica, fue del todo bochornoso. También lo fue ver al jefe de Gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, desviando balones, tras su lamentable actuación en el caso.
No debe olvidarse que si Alberto González-Amador, novio de Ayuso, ha resultado el vencedor moral de este juicio, es sólo y exclusivamente porque fue utilizado como vector para perjudicar a su novia, rival política de Sánchez. No porque sea una persona ejemplar. Es, y seguirá siendo, un delincuente confeso. Mal le pese a su novia.
Coda 3) Boyerías. Tras las Conclusiones del Abogado General del TJUE que avalan el grueso de la ley de Amnistía, Boye se ha subido al palito. Con bastante razón, porque se avecina una sentencia en el mismo sentido, vista la alergia de los jueces de Luxemburgo a todo lo que huela a política interna.
Léase la gran entrevista de Paloma Cervilla y de Laura Fàbregas, que tan bien conoce el paño catalán. Es alucinante que Boye diagnostique tan bien la corrupción democrática de Sánchez y tan mal la de Junts, su cliente.
Con todo, Boye apunta, por primera vez, a que tal vez un condena por desobediencia solamente, sin cárcel y solo con inhabilitaciones hubiera bastado para castigar al desafío al Estado, que no niega que hubo. El problema de tal solución jurídica (que tal vez nos habría ahorrado una ley de Amnistía ignominiosa, al no tener que ir a la cárcel nadie y poder volver el cobardica de Puigdemont, para perder las elecciones) es lo de siempre: la falta de arrepentimiento y voluntad de volver a hacerlo. Así las cosas el indulto habría sido igual de inmoral que para la sedición. La amenaza del «volveremos a hacerlo» seguirá planeando maléficamente sobre la política catalana y, ay, sobre la española.
Coda 4) Liberación. Por fin, gracias a la mediación de Alemania (donde el dictador argelino se trata sus enfermedades, no hay como saber tocar los puntos sensibles) el escritor franco-argelino Boualem Sansal ha sido indultado, después de un cautiverio de un año, cruelísimo dado su grave estado de salud. (En España, esa «isla» entre Francia y Portugal, la noticia ha pasado sin ningún eco. Tampoco los intelectuales orgánicos se habían movilizado, a pesar de que la obra del escritor está toda traducida al español). Lástima que no le hayan indultado doblemente, retirándole, de paso, la nacionalidad argelina, que es a día de hoy una desgracia que aqueja a muchos millones que padecen los abusos de una longeva dictadura invisible, despiadada con los disidentes y las minorías, y que la prensa internacional ignora, un olvido necesario para hacer buena a la otra dictadura, la buena, la marroquí. Y el Sahara algo tiene que ver con todo esto.
Coda 5) Pujolitis. No parece que Jordi Pujol pueda llegar a declarar en su juicio, por su edad y sus enfermedades varias. La cognitiva principalmente. Es un pena, pues su juicio lo es, en el fondo, a una manera de entender patrimonialmente el poder, de una manera tan española que no es de extrañar que fuera nombrado en su día español del año. Sin condena, los funerales podrán estar a la altura de su obra: la construcción de un imaginario pueblo catalán, que lo es porque quiere serlo, por retomar sus palabras, y que deberían figurar en toda estelada que se precie.