The Objective
Jasiel-Paris Álvarez

¿La democracia es una mierda?

«El Gobierno ha decidido gastar una millonada en una campaña publicitaria para adoctrinar como haría el propio franquismo»

Opinión
¿La democracia es una mierda?

Ilustración de Alejandra Svriz.

Esta es la opinión, según demoscopia, de cada vez más españoles que se muestran desencantados con nuestro sistema, o abiertamente preferirían un régimen autoritario. Seguramente sería necesario investigar qué entienden unos y otros por democracia, así como hacerse cargo de que muchos de estos españoles —especialmente los más jóvenes— se dicen decepcionados por el modelo democrático no por alguna discrepancia con Montesquieu o Rousseau ni ninguna nostalgia de Franco, sino por un comprensible malestar con lo que «la democracia que nos hemos dado» les ofrece en materia de vivienda, seguridad, estabilidad o cohesión social.

En lugar de hacer nada de eso, el Gobierno ha decidido gastar la enésima millonada de dinero público en una campaña con cientos de actos, videos, carteles y cuñas publicitarias para celebrar la muerte de Franco —«50 años de España en libertad»— (manteniendo su memoria constantemente viva y con el consiguiente «efecto rebote»), lanzando el pasado 20-N el anuncio «La democracia es tu poder», cuyo objetivo declarado es —según el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática Ángel Víctor Torres— «adoctrinar en democracia y en los valores de la democracia». Adoctrinar, claro que sí, como haría el propio franquismo. ¿A qué se referirá entonces esta gente cuando habla de democracia? Veámoslo.

Democracia es, según el anuncio, «poder opinar». Pero no mucho, en vista de que en pasados días el Gobierno estaba proclamando nuevas leyes de control de la información en internet: el «escudo contra la democracia» que más bien pinta como un escudo de las élites contra la crítica popular. Poder opinar, pero poco. Poder opinar, pero solo «lo correcto». A no ser que uno quiera ser señalado por presuntos «verificadores de la verdad», por tertulias afectas a uno u otro poder o directamente por algún ministro en redes sociales. 

Democracia es «poder creer en Dios» y también «poder no creer». La primera frase va con un taxista besando un rosario, seguramente un taxista facha que va escuchando la COPE; mientras que la segunda va con un señor más formal leyendo un libro de divulgación científica (¿en eso consiste ser no-creyente? ¡Como si no hubiesen sido creyentes buena parte de los grandes científicos de la Historia!). Toda la dinámica del anuncio incurre en estos dualismos simplones y reduccionistas, que además no tienen nada que ver con la definición de democracia (por ejemplo, poder ser creyente o no tiene que ver con el pluralismo, no con la democracia). El mensaje: lo mismo da Dios que un best-seller. Que el taxista se encomiende mucho a Dios y tenga buena suerte contra los Uber y Cabify. Que el lector de ciencias lea mucho sobre el fin del universo y no nos pregunte cómo llegar a fin de mes.

Democracia es, continúa el anuncio, «poder casarte» y «poder divorciarte». Una cosa y su contraria. La cartelería de la campaña lo detalla más: democracia es «poder casarte con quien quieras» (por supuesto es una referencia al colectivo LGTBQ+, pero en realidad todo vale lo mismo y por igual, como estamos viendo a lo largo del mundo occidental: casarse con un mueble, con una inteligencia artificial, consigo mismo… o con niños, ¿por qué no?, que tengan las relaciones sexuales que quieran, como decía Irene Montero) y también «poder divorciarte cuando quieras y todas las veces que quieras». Cuando quieras: si es un segundo después de casarte, mejor; «todas las veces que quieras»: si te divorcias cuantas más veces posibles, más veces incluso de las que te cases, pues más democracia todavía.

Más pares de opuestos: democracia es, prosiguen, la sanidad pública. Pero también democracia es «poder abortar» y «poder morir con dignidad». ¡Lo mismo da! Tanto vale el juramento hipocrático de salvar vidas, que obligar a médicos a quitárselas a los no-nacidos y a participar del suicidio asistido. La democracia no va de juramentos, sino de no creer en nada. Democracia es cuando nada vale nada, cuando hay tolerancia, no porque respetemos las ideas de otros, sino porque nadie se compromete con ninguna. Lo dice el propio anuncio: democracia es «poder ser de derechas, poder ser de izquierdas, poder ser de centro, poder ser de nada». Fíjense, otra cosa que les une con Franco, que tenía más bien poco interés en las familias ideológicas y —se dice— recomendaba «hacer como yo y no meterse en política». Democracia es, queda claro, puro nihilismo. Insisten: democracia es «poder ser nacionalista, progresista, conservador e incluso terraplanista». Lo mismo dan Marx y Chesterton que Javi Poves. Lo de «nacionalista» es curioso, evidentemente no se refieren a «nacionalista español», que sería todo lo contrario a democracia, sino a nacionalista catalán, vasco, árabe o casi de cualquier otra cosa, cuanto más ajena a España, más democrática es.

El desdén por la nación española es una cosa curiosa en el vídeo, que ya comienza con la interrupción de nuestro himno, sonando a vieja grabación de una cutre pachanga fachosa. Curiosamente, la nación —o cualquier comunidad más o menos homogénea— es el verdadero requisito sólido de la democracia, cosa sabida desde los antiguos griegos. Hablan también de la forma del Estado: democracia es «poder ser monárquico o republicano». De nuevo una cosa y su contraria. Me habría resultado mucho menos inquietante que el PSOE destacase que lo auténticamente demócrata es solamente el cientificismo, el derecho al divorcio, ser progresista y republicano. Hay algo profundamente perturbador en que afirmen que demócrata es eso, pero también lo contrario, pero también ninguna cosa en absoluto.

Es perturbador en primer lugar porque lanza el mensaje de que la democracia es sinónimo de absoluto relativismo. Si el supuesto enemigo de las democracias son las ideologías radicales y los regímenes autocráticos que venden «ideas fuertes», ¿en serio el mejor plan de respuesta es identificar la democracia con las naderías posmodernas e ideas blandengues? ¿No hay ideas fuertes en la democracia? Sí las hay: separación de poderes, elección directa y real de los cargos, verdadera libertad de prensa. El problema: la partidocracia (o también «oligarquía de partidos») no cree realmente en nada de esto. Por eso tienen que inventar charlotadas sobre lo que es o deja de ser la democracia.

Es perturbador en segundo lugar porque no creen realmente en esa «tolerancia a todo» que predican en el anuncio. El propio anuncio forma parte de una campaña contra ideologías críticas con la democracia y contra el extremo derecho del tablero. Es el propio anuncio el que escasos segundos después añade: democracia es «poder frenar el odio» o «a los que odian». ¿El mensaje aquí? Nada más democrático que atacar a partidos políticos, medios o personas particulares que promuevan lo que ellos definan como «el odio». Una de las grandes amenazas a la democracia hoy en Europa es precisamente esta inercia de «cordones sanitarios», candidaturas electorales anuladas y «delitos de odio». 

El anuncio acompaña la consigna «contra el odio» con la imagen de un grafiti: «Fuera inmigrantes». Por supuesto, el hartazgo con la inmigración masiva y sus consecuencias ya no es democracia. Sin embargo, el inmigracionismo es lo más democrático que puede haber. Lo dice el anuncio: democracia es «poder llegar en patera y que tu hijo juegue en la selección española». Eso es exactamente lo que ocurre, las pateras vienen llenas de estrellas de la selección española, dispuestos a meter los goles que los españoles no quieren meter. ¿Serán antidemócratas los ciudadanos que no valoren el salto generacional de la patera a la cancha, sino que les preocupe más no poder tener casa ni familia cuando sus padres a su edad eran propietarios y progenitores?

Hay quien diría que la democracia va realmente de eso último. Democracia, o sea, «poder del pueblo», más allá de las formas de gobierno, seguramente tenga algo que ver con el poder adquisitivo, con el poder desarrollarse, con el poder vivir con cierto bienestar, con el poder de ser soberano y disfrutar de una justicia social. Esas son las libertades reales, que merman cada día más a lo largo de los 50 años de su pretendida «España en libertad». Si la democracia no son esas libertades materiales, sino las entelequias absurdas del «poder querer» o «poder ser» (y encima luego no te dejan ni tiempo ni dinero ni para querer a nadie ni para ser nada), ¿cómo no va a pensar cualquier persona en su sano juicio que la democracia es una mierda?

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