The Objective
Francisco Sierra

Principios fundamentales del sanchismo

«Si el presidente insiste en que el fiscal general del Estado es inocente, da igual lo que digan en fallo tras un juicio riguroso los magistrados del Tribunal Supremo»

Opinión
Principios fundamentales del sanchismo

Ilustración de Alejandra Svriz.

Pedro Sánchez no pide perdón. Nunca. Da igual lo que haga o diga, las veces que lo haya dicho o incluso que lo haya gritado y jurado. Él nunca se arrepiente, toda su vida política se basa en tres principios fundamentales del movimiento, «sanchista», por supuesto. Los tres están tan integrados en su ser y hacer político que a nadie escandalizan ya. Su inmoralidad, en el mejor estilo trumpista, se ha convertido por saturación, en una amoralidad que todos asumen y nadie discute, independientemente del grado de la aberración. Sus tres principios son siempre asumidos y defendidos por sus cargos y militantes socialistas. Le creen a pies juntillas, sin atreverse a pensar ni a manifestar nada que pueda cuestionar la infalibilidad de los tres principios.

El primer principio fundamental del sanchismo dice que el líder, el jefe, el number one, nunca pide perdón porque nunca se equivoca, da igual lo que haya dicho y hecho. Da tan igual que lo que diga es superior a la realidad y a la propia verdad. Ni pide perdón, ni debe pedirlo, sus acólitos no se lo permitirían. El segundo principio fundamental del sanchismo certifica que Sánchez nunca miente, solo cambia de opinión, y lo hace por su infinita sabiduría que le permite comprender en apenas segundos que la única verdad es la que se ajusta a sus necesidades electorales y políticas. Y el tercer principio es el de negar todo lo que vaya en contra de los dos primeros principios, aunque haya sentencias, informaciones, declaraciones, documentaciones, testimonio. Serán solo «inventadas» en definición del propio Sánchez. Da lo mismo lo que sea. El presidente sabe que no sabía nada de sus tres amigotes del Peugeot. Hizo miles de kilómetros encerrados en el mismo coche para ganar como fuera unas primarias del PSOE, les nombró hombres de confianza e incluso secretarios de organización del partido y a uno le hizo hombre fuerte del gobierno. Él no sabía nada. Todo lo que le vincule con Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García no existe. «Nunca supo, ni nunca sospechó nada».

Hay, sin embargo, otros casos en que esa negativa de conocimiento se convierte en una certeza absoluta, única e incontestable de lo que él sabe. Se convierte en «palabra sagrada» para todos sus seguidores, sean agradecidos cargos públicos o entusiastas y sincronizados opinadores mediáticos en «TelePedro». Basta con encender el nuevo NoDo público sanchista desde el que se evangeliza con la palabra del presidente y donde se comprueba que todo es relativo en la vida. Es tal la trompetería que a veces los sanchistas se quedan cortos frente a los megasanchistas y a los ultrasanchistas. 

Si el presidente insiste en que el fiscal general del Estado es inocente, da igual lo que digan en fallo tras un juicio riguroso los magistrados del Tribunal Supremo. Para los sincronizados y adláteres, inmediatamente García Ortiz es inocente y mártir. Esta vez Sánchez no se ha retirado a meditar cinco días. Solo ha tardado tres días en manifestar su respeto por la sentencia, pero más cierto es, y recuerden los principios fundamentales del sanchismo ya citados, que inmediatamente ha añadido, insinuado, matizado y, en definitiva, «amenazado» con retorcer el fallo condenatorio del Supremo hasta que se convierta en lo que él, el líder, el jefe, el number one, ha decidido que era: inocente.

No le temblará el pulso (y si no han hecho nada hasta el momento es porque no conocen todavía los fundamentos de la sentencia) en reventarlas mediante esa ingeniería, más absolutista que legalista, que les ha permitido ya jugar con el Tribunal Constitucional como si fuera una instancia superior de casación del Tribunal Supremo. Ya lo hicieron en el caso de los ERE. No duda de que su Conde-Pumpido lo arreglará.

Sánchez sabe que sus principios fundamentales del movimiento cada vez se mueven menos y que el cerco judicial es cada vez mayor. Sus socios, sus militantes y sus seguidores saben que Sánchez está solo, sin mayoría estable, sin Presupuestos Generales, con su fiscal general del Estado condenado, con la esposa investigada y el hermano procesado. Con sus manos derechas políticas en la picota. Uno saliendo de la prisión provisional, pero con todas las papeletas para volver pronto a ella, y al otro le piden ya 24 años de prisión por el caso de las mascarillas, que es solo el primero de los casos que tiene abiertos.

Siempre ha jugado con Vox para asustar, pero los sondeos indican que no es suficiente. Si pudiera resucitaba a Franco. Siempre le funcionaba, pero ha sido tal el abuso que cada vez le sirve menos. Ahora necesita otro agregador y levantador del electorado de izquierda y de extrema izquierda. 

«Necesita un mártir de la democracia y de la libertad y Sánchez ha decidido que ese mártir, al que quiere llevar a la santidad con un paseo por el arco del Triunfo del Constitucional, sea Álvaro García Ortiz»

Necesita un mártir de la democracia y de la libertad y Sánchez ha decidido que ese mártir, al que quiere llevar a la santidad con un paseo por el arco del Triunfo del Constitucional, sea Álvaro García Ortiz. Da igual la ley, el fallo y la sentencia. Lo va a pasear hasta las elecciones como si su juicio hubiera sido manipulado por unos jueces conspiradores y de la fachosfera. Que nadie le rompa el relato recordando como magistrados como Martínez Arrieta o Berdugo a pesar de ser catalogados como «perversos conservadores» fueron los que condenaron en el caso Gürtel o en el caso Nóos. Sánchez nunca pide perdón. Está absolutamente convencido de que la fiscalía es solo suya (¿de quién depende la fiscalía? Pues eso). Convencido de que «su hombre» en la FGE es inocente, más allá de las leyes. No le importa manifestar, aunque internamente le queme, que «respeta el fallo». 

Juega con la verdad, pero siempre gana con la mentira. Ya juró y perjuró que nunca (y nunca es nunca) pactaría con Bildu. Ahora se publica por lo que él considera prensa de la fachosfera que no solo les regaló Pamplona y hasta la Memoria Histórica. Ya en el 2018, Pedro Sánchez y Santos Cerdán se habrían reunido durante unas tres horas en un caserío cercano a Bilbao con el líder de Bildu, y condenado por terrorismo, Arnaldo Otegi. 2018. Estaban pactando la moción de censura contra Mariano Rajoy. Lo publica El Español y, por si faltaba algo, el mediador fue Antxon Alonso, el socio de Cerdán en la empresa navarra se Servinabar, la investigada por la UCO porque cobraba un 2% de algunas contrataciones de obras públicas.

«Inventadas», dirá primero. Luego, cuando se vayan confirmando las informaciones, se argumentará como algo que fue necesario para el triunfo de los «progresistas» contra un gobierno de derechas. Para Sánchez siempre hay una verdad, y esa es la suya. Y así desde 2018.

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