Golpistas contra la justicia
«Han calificado la sentencia de ‘indecente, golpe de Estado, vergüenza’, un nivel inadmisible de descalificación contra los magistrados y la justicia»

Alejandra Svriz
La sentencia condenatoria de Álvaro García Ortiz pone en evidencia la culpabilidad de Pedro Sánchez en las prácticas corruptas, delictivas e impropias del presidente, su Gobierno y toda la izquierda. El sanchismo, ante la condena del ciudadano García, ha respondido con inadmisible violencia verbal, como una organización mafiosa —o sea, delictiva—. En el pleno celebrado en verano sobre la corrupción, frente a la exigencia del PP y Vox de convocar elecciones, Pedro Sánchez dijo que «me pareció incluso la solución más sencilla para mí y para mi familia, pero después de reflexionar y de escuchar a mucha gente, comprendí que tirar la toalla no es nunca una opción». Añadió que se sacrificaba por España y los españoles. Con esa frase, el presidente —autócrata, megalómano narcisista psicopático— autojustifica su continuidad al frente del Gobierno. Pase lo que pase y caiga quien caiga. Con la condena de su fiscal lo que queda de manifiesto es que para Sánchez —al contrario de lo que dijo—lo más difícil es renunciar y convocar elecciones. Lo que permite pensar que necesita del aforamiento y protección que le otorga el cargo ante lo que pueda aparecer de él. Y por supuesto que, lejos de sacrificarse por España y los españoles, lo que está haciendo es destruir institucionalmente a España y perjudicar gravemente el futuro de los españoles.
La sentencia condenatoria de García Ortiz evidencia que la realidad que se inventa Sánchez no es cierta. Sánchez afirma, sobre los casos de corrupción que le rodean, que «el tiempo pondrá las cosas en su sitio». Resulta que la frase es cierta a pesar de haber sido dicha por él. La diferencia es que «su sitio», según Sánchez, era la inocencia y la ausencia de caso —«no hay nada»— de su mujer, su hermano y su fiscal. Y la primera sentencia, que por fin ha llegado, es de culpabilidad y ha puesto al condenado en «su sitio»: Inhabilitado, fuera del puesto en el que servía a Sánchez y no a los españoles y teniendo que indemnizar al ciudadano cuyos derechos violó. Un aterrizaje en la realidad que le lleva a considerar la posibilidad de que su hermano y su mujer sean culpables de todos los delitos por los que se les sienta en el banquillo. Y que les pongan en «su sitio», que no es el Palacio de la Moncloa.
La manipulación del relato que está protagonizando la izquierda está destruyendo su futuro por demasiados años. Una panda de macarras incompetentes —políticos, palmeros sobrecogedores, algún prevaricador…— han salido en bloque a descalificar, insultar y atacar a los magistrados del Tribunal Supremo. Los excelentísimos Martínez Arrieta, Berdugo, Marchena, del Moral, Lamela, Polo y Ferrer suman más de 210 años de intachable experiencia profesional en la justicia. Ellos representan —con sus votos a favor y sus votos particulares— la resistencia democrática del Estado a pesar de Sánchez y todos los fascistas golpistas que lo apoyan y rodean. Un pilar fundamental de la democracia es la independencia judicial. El imperio de la ley. Eso que tanta repugnancia produce en los fascistas golpistas de la izquierda.
Han calificado la sentencia de: «indecente, golpe de Estado, vergüenza, justicia corrupta, Estado podrido con el rey a la cabeza…», un nivel inadmisible de crítica, calumnia y descalificación ad hominem contra los magistrados y la justicia. Un ataque protagonizado por personajes cuya cualificación jurídica es reconocible por su experiencia profesional. No hay como ser cajera de supermercado y libertadora de violadores o voluntaria de ONG hasta enchufarse al sueldo público. Ser falso ingeniero hijo lelo de Lalo o currela de ETT devenido en independentista con nómina. Miembro de organización terrorista con mando en periódico o plumillas sobrecogedores de la televisión pública, en modo felación continua a Sánchez, o de pseudo medios sostenidos desde el gobierno.
«Qué fácil habría sido a los periodistas del régimen mostrar y demostrar la tenencia previa del documento»
Con lo fácil que le habría sido al fiscal, y a todos los colaboradores necesarios de su delito, demostrar su inocencia ante el Tribunal. Cuánto tiene que arrepentirse de haber borrado y destruido las pruebas, que probaban su inocencia, de su teléfono móvil. Siendo fiscal general del Estado, ¿para qué te metes a redactar una nota de prensa que «se quedaba coja»?. Con lo fácil que habría sido para el ciudadano García contestar a las preguntas de todos y no solo de sus abogados. Qué pena de memoria selectiva. Cuánto omega 3 y vitamina B necesitan los cercanos a Sánchez para poder recordar qué periodista de regional y de qué medio les filtró la carta. Qué fácil habría sido a los periodistas del régimen —la SER, El País, Sexta, El Plural…— mostrar y demostrar la tenencia previa del documento. Para qué se puso Sánchez en El País a dictar sentencia sin ser miembro de la sala.
La sentencia condenatoria al fiscal general es un hecho insólito en las democracias occidentales. Este episodio vergonzoso ha coincidido con las celebraciones de la transición que tanto se están criticando. Hay que recordar que la transición española, cuando se hizo, fue modélica. Envidiada y estudiada por todo el mundo. De la ley a la ley. Los artífices de la misma jamás pudieron prever que, cincuenta años más tarde, los protagonistas de la política —con obvias excepciones— iban a ser del nivel curricular y personal ya mencionado. Empezando por el presidente de la tesis copiada, siguiendo por sus patéticos altos cargos, los líderes que sostienen el régimen sanchista y apoyados en los amanuenses seudoperiodistas.
Sí hay que reconocer a Pedro Sánchez que está haciendo cosas por la unidad de España que no habían sucedido desde la muerte de Franco. Provoca comunicados únicos de las asociaciones judiciales —conservadoras y progresistas— en favor de la independencia de la justicia respecto al Gobierno. Los mismos de las asociaciones de fiscales. Y que, viendo lo que se ve de este presunto Gobierno de izquierdas progresista, los jóvenes españoles valoren positivamente la dictadura. Los caviares están muy mal. Exigen que se olvide y no se pacte con lo que llaman «extrema derecha» pero son los que con sus hazañas hacen crecer a Vox entre las generaciones futuras.