El principio de la discordia
«La lectura demoscópica, unida al acoso judicial, dictaminará las futuras decisiones de Sánchez, que estarán guiadas por un único instinto: su permanencia en el poder»

Ilustración de Alejandra Svriz.
El Gobierno insiste en que agotará la legislatura pero, en el caso de nuestro presidente six seven —por utilizar el argot de la generación actual—, nada es previsible. La política es el arte de la decisión, tanto o más que el de la prudencia, y exige controlar los tiempos: sobre todo, cuándo avanzar y cuándo retroceder. La lectura demoscópica, unida al acoso judicial, dictaminará las futuras decisiones de Sánchez, que estarán guiadas —como siempre— por un único instinto: el de su permanencia en el poder. Los partidos políticos, sin embargo, tanto a derecha como a izquierda del espectro parlamentario, empiezan a moverse hacia una nueva etapa. Quizás con Sánchez, quizás sin él.
Incrementando la tensión mediática, por ejemplo, como ya recomendó Rodríguez Zapatero hace años a Iñaki Gabilondo. Todo pasa tan rápido que casi olvidamos lo sucedido anteayer. El sabio Julián Marías recuerda en sus memorias que la II República empezó a degradarse al día siguiente de su proclamación, tras una serie de manifestaciones en las calles de Madrid. Marías escribe: «No es fácil medir cuánto dañó a la República —a España, en definitiva— la explosión de vulgaridad y falta de cortesía del día 15. Fue como un jarro de agua fría sobre el entusiasmo de la víspera, una sombra que cubrió las esperanzas que tantos sentían; se dirá que fueron detalles mínimos, sin gravedad, que en rigor no pasó nada; habrá que convencerse de que lo más importante es el estilo».
El estilo, las formas, la elegancia y el respeto son esenciales en una democracia. Llevamos demasiado tiempo postergándolo y aduciendo valores falsamente más elevados. Las palabras sobrecargadas de emocionalidad sólo subrayan otros deseos menos nobles; el poder por el poder, sobre todo.
Se acrecienta la crispación en los discursos públicos, a la vez que se anuncian guiños presupuestarios; por ejemplo, una subida salarial para los funcionarios, superior a la media histórica. Y que conste que no soy contrario a ella. No de entrada, al menos, en un país que necesita salarios más altos (y también una mayor productividad y más vivienda y…). El 11 % propuesto a cuatro años sigue siendo un incremento que impide recuperar niveles salariales previos a la gran inflación posterior a la covid, pero que actúa como guiño suficiente para un funcionario temeroso de medidas más restrictivas. Todo se mide en el mercado del voto.
«La ausencia de políticas transgeneracionales efectivas terminará pagándose en el futuro»
Atento al signo de los vientos, un Sumar en declive ha sugerido subir el SMI hasta los 1.500 euros mensuales, a falta de otros señuelos electorales más a corto plazo. Por supuesto, los grandes problemas del país (por ejemplo, el precio de la vivienda o el del alquiler, la sostenibilidad del Estado del Bienestar o el estado general de las infraestructuras) ni se atisban. ¿Para qué si no contamos con soluciones inmediatas? La ausencia de políticas transgeneracionales efectivas terminará pagándose en el futuro. Este es un problema que afecta a toda la UE, aunque el punto de partida aquí sea peor.
La legislatura se agotará o no, dependiendo de factores completamente ajenos al bien común. No debería extrañarnos, nada puede ya sorprendernos. De fondo, las palabras de Marías acerca de la importancia del estilo. Cuando este se abandona, no sólo quedan lastimadas las formas: es la misma vida democrática la que pierde una parte de su sentido. Esa carencia constituye, para entendernos, el principio de la discordia. Y ya sabemos lo que les sucede a las casas divididas…