Por tierras de 'Trumpchez'
«El gusto por el populismo, el eslogan fácil y el quebrantamiento de las reglas, tanto morales como legales, acercan las gobernanzas de Pedro Sánchez y Donald Trump»

Ilustración de Alejandra Svriz.
«A ver si te dejan entrar». «¿Cómo lo llevas por las tierras de Trump?». «No dejes que eduquen al nieto en USA». «No hables español, que pueden detenerte…». Suma y sigue de tópicos antiamericanos que me envían por WhatsApp tras saber que estoy viviendo (y ejerciendo de abuela) en lo más profundo de los Estados Unidos, en el Estado de Texas. Con la perspectiva que da tener el corazón partío entre España y América, no deja de producir cierta perplejidad que los polos opuestos se parezcan tanto. Como Trump y Sánchez.
Los tópicos ayudan en un primer trazo, pero luego inducen al borrón. Texas es, sin duda, el reino del petróleo, pero se desconoce que también es el primer Estado en producción de energías renovables. Desde el lado español y europeo nos echamos las manos a la cabeza por el Kennedy que dirige la sanidad del país y está en contra de las vacunas. Sin embargo, ese mismo Kennedy ha obligado por primera vez a otro símbolo del país, a Coca-Cola, a rectificar su fórmula para quitarle azúcar. También quiere prohibir los alimentos ultraprocesados en las escuelas.
Entre la intelectualidad europea de izquierdas hay un cierto sentido de superioridad sobre el mundo yanqui, que se mezcla con el resentimiento de pintar cada vez menos en el mapa político internacional. Ya no digamos de los progres españoles, que se escandalizan de la falta de escrúpulos del presidente americano, pero en el caso del español solo ven maravillas.
El gusto por el populismo, el eslogan fácil y el quebrantamiento de las reglas, tanto morales como legales, acercan las gobernanzas de Pedro Sánchez y de Donald Trump, aunque ellos mismos se repelen. La diferencia es que el socialista español piensa seguir gobernando sin presupuesto los años que hagan falta, mientras que, en EEUU, por no llegar a un acuerdo durante 43 días, miles de funcionarios se quedaron sin trabajar, un 10% de los vuelos fueron cancelados, parques nacionales y museos cortaron horarios… Aquí, la disciplina presupuestaria es sagrada.
La relevancia de Trump en los acuerdos de paz en Oriente Próximo, al igual que su peso en la OTAN, han dejado tocado el orgullo del Viejo Continente. La Europa de la señora Ursula von der Leyen asiste sin capacidad resolutoria (ni financiera ni armamentística) a las guerras abiertas cerca de sus fronteras. ¿Cómo ha contribuido Sánchez para acabar con esa guerra atroz? Pagando el viaje de vuelta en avión de políticos y activistas embarcados en la flotilla por el Meditérraneo. Los gestos de buenas intenciones no frenan el lanzamiento de misiles, pero negociar y mostrar la fuerza adecuada ayuda.
«En España, como en Estados Unidos, a ambos autócratas sólo les están frenando los jueces»
Las guerras tienen un precio y hacen extraños amigos. El yerno de Trump, bautizado como «broker de la paz» debido a sus contactos en Oriente Próximo, fue esencial en las últimas negociaciones entre Arabia Saudí e Israel. Global Insight, una conocida empresa de estudios y pronósticos de mercado, ya había advertido antes que el acuerdo estaba siendo definido entre «dos gobiernos con intereses económicos parecidos en la zona».
En España, como en Estados Unidos, a ambos autócratas solo les están frenando los jueces, pese a que siguen nombrando a los magistrados que pueden. Como hemos visto tras la inhabilitación del fiscal general español, se etiqueta a los juristas, son de derechas o de izquierdas (sin matices), y el Gobierno de Sánchez critica sus sentencias hasta llegar al insulto. Trump, sin embargo, se ha tragado varios sapos judiciales de magistrados nombrados por él mismo. Tres jueces republicanos de Texas han votado en contra del proyecto de ley del presidente para cambiar o redistribuir los distritos electorales. «Hay límites», titulaba ayer el Houston Chronicle. No es el caso español. Sánchez no ha vivido ninguna traición de sus incondicionales Conde Pumpido o del ya ex fiscal general García Ortiz.
En el Poder Legislativo, también son mayores las disidencias a Trump que las que se han mostrado con Sánchez. Trump recibe votos en contra de los parlamentarios de su partido. Y las mujeres republicanas, como Marjorie Taylor Greene, no están para machismos sin base legal. Esta rubia explosiva, conocida como la guerrera de Trump, fue la primera congresista norteamericana que habló contra la desclasificación de los papeles de James Epstein. El presidente ha tenido que aceptar la apertura de los archivos del magnate acusado de prostitución infantil que se suicidó en prisión. Green, harta de Trump y de los otros, ha optado por dimitir.
Tras un mes en tierras americanas, me pregunto si hay algún socialista español en activo, más allá del manchego Page, capaz de criticar a Pedro Sánchez o preguntarle por sus amistades peligrosas (Ábalos, Koldo, Cerdán). En Estados Unidos, los hay. Se agradecería, en España, algún gesto lamentando las malas prácticas de contratar a prostitutas y pagar sus servicios o sus apartamentos con sueldos públicos, algo inconcebible en USA.
La disciplina de partido es poca excusa para seguir apoyando o ignorando tanta tropelía. No se puede comparar a España con Estados Unidos, pero en la primera democracia mundial, los partidos aceptan la disidencia interna y acatan los resultados judiciales. Respetan la separación de poderes. Sánchez y sus ministros insultan a los jueces. Así discurre la vida, tan distinta y tan parecida, por las tierras de Trumpchez.