The Objective
Francisco Sierra

Los conocidos y los cómplices

«Sánchez siempre ha contado con cómplices que le han permitido por acción y omisión que se creyera que todo vale»

Opinión
Los conocidos y los cómplices

Ilustración de Alejandra Svriz.

No creo que haya ningún lector que sea tan ingenuo de pensar que alguno de los múltiples escándalos de corrupción del partido, del Gobierno o incluso de la propia familia, puedan hacer dudar ni un microsegundo a un Pedro Sánchez en su decisión de seguir gobernando. Para él, por encima de todo, no está la verdad, ni la responsabilidad política, ni el sentido de estado, ni siquiera el sentido común. Vive y pervive por su querencia y adicción al poder. Y si los fuegos de los escándalos que le rodean siguen creciendo y algunos de sus protagonistas amenazan con más gasolina, no dude de que Sánchez que será capaz de hacer o decir lo que sea para mantenerse en la Moncloa. Y en ese plan, acosado por las declaraciones de sus «desconocidos y anecdóticos» amigos del Peugeot, ahora toca recuperar a Junts. Sus votos y su ruido.

Sánchez solo respeta a los que tienen capacidad de chutarle nuevas dosis de votos que alarguen su presidencia. Ahora ha decidido que necesita comunicarse con la sociedad. No con toda la sociedad. Solo con la catalana. Las dos entrevistas en medios catalanes. Ya no le importa que sea una obviedad manifiesta que solo habla y gobierna para los catalanes que tengan votos. En especial para esa Junts que es tan firme en sus decisiones como Sánchez en su hábito con la verdad. 

Dijeron los de Puigdemont que habían roto definitivamente con Sánchez y en menos de dos días apoyaron en el Congreso al gobierno en dos leyes y le regalaron una abstención para evitar una enmienda que intentaba evitar el suicidio energético con el cierre de las centrales nucleares. Son tan inquebrantables y surrealistas los de Junts que en este caso votaron en contra de lo que ellos mismos piensan que es beneficioso para Cataluña. No les importa que cierren todas las centrales de España excepto las de Ascó y Vandellós, que ya se harán cargo de ellas en alguna otra negociación futura. 

Todo indicaba, y todo indica, que, aunque Santos Cerdán haya salido de prisión (con muchas papeletas para volver en poco tiempo) ni él, ni el omnipresente José Luis Rodríguez Zapatero son ya interlocutores con los que agasajar a Puigdemont. El de Waterloo buscó hacer daño con la derrota en el Congreso de la senda de objetivos de estabilidad presupuestaria, que es un paso previo para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Un buen toque debió de reconocer Sánchez, mientras se mantenían con perfiles más discretos los contactos con Junts. Alguna campana independentista ha debido de escuchar en esas conversaciones secretas porque en menos de veinticuatro horas un presidente que huía de las preguntas de los periodistas sobre Ábalos y Koldo, decidía conceder dos entrevistas para teatralizar su deseo de una nueva relación con Junts.

Dijo hace semanas Sánchez que el gobierno había cumplido con Junts en todo lo que estaba en sus manos. Parece, aunque parezca raro, que de nuevo nos mintió. Ahora el mismo que decía eso asume los incumplimientos, los retrasos que ha criticado Junts y asegura que su voluntad es cumplir con ellos, a pesar de que afirma que «el diálogo, los cauces de negociación que tenían están totalmente rotos».

Tan rotos que Sánchez ha decidido ahora conceder de golpe varias exigencias de Junts. Por un lado, facilitar y flexibilizar inversiones financieramente sostenibles a los ayuntamientos y entes locales. En la nueva metodología «sanchista» se justifica la medida diciendo que «va a ser bueno para los ayuntamientos de Cataluña, pero también para los del conjunto del Estado».

También retrasa en un año la entrada en vigor del nuevo reglamento de facturación electrónica para las empresas y los profesionales que habían reclamado todas las organizaciones de trabajadores autónomos. A ellas nunca las hizo caso. Ahora se conceden solo porque lo ha exigido Junts. Y de regalo la modificación de la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local, para devolver a la Generalitat de Cataluña la gestión de la oferta pública de empleo para que pueda asumir la gestión integral de los funcionarios de la administración local con habilitación estatal: secretarios, interventores y tesoreros municipales. Un paso más en la segmentación de la estructura del Estado en beneficio de los criterios independentistas.

Tres gestos que por cierto van acompañados de un órdago al aprobar el Consejo de Ministros otra vez la misma senda de déficit, que ya había rechazado el Congreso con los votos en contra del PP, Vox, UPN y de la propia Junts. No cambian ni los objetivos de estabilidad ni de deuda. Una prueba clarísima para ver si la supuesta firmeza de Junts se vuelve a derretir como en otras ocasiones.

Lo que haga falta para no tener que hablar de Ábalos ni de Koldo. Sus dos «amigotes» de la gira del Peugeot que ahora parece no conocer. De Koldo dijo en el Senado que su relación con él era «anecdótica». Con Ábalos ha ido más allá y resulta que su hombre de confianza en las primarias, en el partido, en la moción de censura, en el gobierno «era un gran desconocido» para él. 

Es Pedro Sánchez. Un hombre capaz de hacer y decir lo que sea para seguir en el poder. Tiene ahora un problema. En realidad, tiene muchos problemas y grandes. La corrupción le rodea y sus «anecdóticos y desconocidos» examigos ahora se sienten abandonados por el que creían que era su amigo. Han decidido empezar a hablar. Ya no disparan fogueo. Begoña y Air Europa, Delcy y Zapatero, son sus primeros proyectiles. Vendrán más.

Frente a todo este desolador panorama para un país sumergido en la corrupción, sin presupuestos y sin una mayoría estable para gobernar, Sánchez quiere seguir hasta el 2027, y si es posible más allá. Confía en que el año que viene ya habrá descabezado la UCO y que su Tribunal Constitucional ya habrá amnistiado del todo a Puigdemont. Patada hacia adelante. Uno de los mandamientos del «sanchismo». Y otro el negar hasta a los amigos conocidos. 

Mucho se le puede reprochar a Sánchez. Por cuestiones de ética y estética. Por mentiras y medias verdades. Pero sería injusto olvidar que siempre ha contado con cómplices que le han permitido por acción y omisión que se creyera que todo vale. Sus socios de gobierno, sus socios parlamentarios e incluso los que se creían amigos, y eran tan solo conocidos.

Publicidad