The Objective
Fernando Savater

Acosados y acosadores

«¿Cuándo pedirán los separatistas vascos perdón por haber sacudido el árbol del que han caído tantas nueces provechosas para ellos y calaveras para los demócratas?»

Opinión
Acosados y acosadores

Ilustración de Alejandra Svriz.

Hace unos días, el ínclito Bolaños (je, je), ministro de Justicia entre otras cosas (ja, ja), sostuvo ante un grupo numeroso de jueces pertenecientes a la mayoritaria Asociación Profesional de la Magistratura que el Ministerio Fiscal «actúa con autonomía por completo» (juá, juá). Y los jueces presentes sonrieron con abierta ironía o se rieron sin disimulo (jo, jo). Bien hecho. Quizá quienes solemos tomarnos con pavorosa seriedad (¡mea culpa!) las patentes falsedades o indiscutibles majaderías con que nos lapidan los miembros del Gobierno sanchista y los acólitos de su equipo del MOS (medios obedientes sincronizados) debiéramos imitar en su humorístico desenfado a esos irreverentes togados.

Venga ya, tramposos ridículos, a otro perro con ese hueso o a otro borrico con esa zanahoria. Basta ya de poner cara amargada cuando oímos a los jetas eructarnos sus chorradas. Pero si es evidente que ellos ni por un momento se las creen… ¿Por qué diablos debemos nosotros tomárnoslas en serio? Nada, hombre (y mujer, como apostillaba el judío de La vida de Brian), que les den, jo, jo. Pero yo me sigo enfurruñando…

Hace poco vi los titulares de una entrevista a Gabriel Rufián. Ya, lo siento, me fijo en cada cosa, pero en fin, momentos tontos de la vida… Pues dicen que decía Rufián que los políticos de izquierda debían ir con cuidado por las calles de Madrid porque corrían peligro de encontrarse con algún matarife de Vox o quién sabe si algo peor. Vaya, eso se le olvidó a Muñoz Molina cuando en su pastoral de El País de hace dos semanas nos reveló que Madrid es hostil a los viejecitos, los discapacitados, las embarazadas, los miopes, los tartamudos… vaya usted a saber. Pues resulta que también los políticos de izquierda corren peligro de ser agredidos por desaprensivos de esos que tanto abundan a la sombra maléfica de Isabel Díaz Ayuso. Y lanza la advertencia el diputado Rufián, uno de los mayores entusiastas de nuestra capital, que la disfruta como nadie y no se iría de aquí ni cuando pongan una guillotina antizquierdista en la Puerta de Alcalá. Ja, je, ji.

Pero esta cuestión me cuesta especialmente tomármela a broma. Si el pintoresco Rufián quiere saber de primera mano en qué consiste pasar miedo cuando se va por la calle de una ciudad aparentemente tranquila, me ofrezco a contarle unas cuantas anécdotas. He pasado la mayor parte de mi vida en una villa preciosa, San Sebastián, que no cambio por ninguna otra, pero que es también el lugar en que la piara criminal de ETA acumula más asesinatos. Ahora parece que los etarras se han jubilado como matarifes para ejercer como burócratas que gestionan los réditos del crimen, pero no olvidan del todo su vocación primigenia.

En el Parlamento español, Mertxe Aizpurua, directora que fue del libelo terrorista Egin en la época en que allí se publicitaban los nombres de los próximos liquidables, se dedica ahora a indicar cómo debe sanearse la democracia purificándola de elementos de ultraderecha. Habría que recordarle una y otra vez que ningún político ultraderechista ha cometido ni ha sido cómplice de atrocidades como las que ejecutaron —palabra muy adecuada— los afiliados a su siniestro panfleto.

«Los dueños de las localidades vascas siguen siendo los herederos políticos de los matones de siempre»

Pero en el País Vasco sigue habiendo acoso, como bien saben algunos jóvenes ertzainas que se han atrevido a ir de paisano a las fiestas populares (populistas, más bien) de su localidad, esas que tienen choznas decoradas con las fotografías de presos etarras. Los dueños de las localidades vascas, sobre todo donde se concentra la juventud, siguen siendo los herederos políticos de los matones de siempre. La única variable es que ahora se dividen en varias ramas y compiten entre sí por ver quién es más obtuso de mente y bruto de carácter. Claro, antes ETA imponía orden entre sus alevines, pero ahora se relaja la disciplina…

Vamos a un caso que no tiene ninguna gracia. Carlos Martínez Gorriarán es un doctor en filosofía, profesor en la Universidad del País Vasco y especialista en la obra de Jorge Oteiza. Además fue uno de los fundadores del partido UPyD, por el que ejerció como diputado. Carlos, compañero y amigo desde hace muchos años, se jubila el próximo febrero, pero parece haber gentuza decidida a amargarle el retiro y que no se le ocurra intentar prorrogar su docencia. Primero aparecieron en el campus de Ibaeta carteles y pintadas con letra y redacción propia de analfabetos funcionales, por decirlo de modo cariñoso. Después, para institucionalizar el ataque, en el diario Berria, boletín oficial de Bildu y heredero de aquel Egin que tanto añoramos, hemos podido leer: «Estudiantes acusan a un profesor de difundir mensajes fascistas. La Asamblea Estudiantil le acusa de difundir (¿por morse?, ¿haciendo señales con banderas?) mensajes transfóbicos, sexistas, vascofóbicos y negacionistas del genocidio, entre otros. Han solicitado a la universidad que tome las medidas pertinentes».

¡Cómo nos suena todo eso a quienes hemos pasado por esas aulas! ¡Que poco confiamos en que las autoridades académicas defiendan al profesor así insultado y mucho menos que manden al estercolero moral, político e intelectual al que pertenecen a sus acosadores! Aquí no hay nada de lo que reírse, ni siquiera con amargura.

El PNV y Bildu (sostén, camisa vieja y braga usada de Sánchez) exigen al Rey que pida perdón por el bombardeo de Gernika, como ha hecho un ministro alemán. ¿Cuándo pedirán los separatistas vascos —y, por tanto, españoles— perdón al resto de sus compatriotas por haber sacudido el árbol del que han caído tantas nueces provechosas para ellos y tristes calaveras para el resto de los demócratas amenazados por su infamia?

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