El daño espiritual que padece Silvia Intxaurrondo
«Es chirriante que una televisión deficitaria y que emplea a miles de trabajadores fijos recurra a contrataciones externas para sacar adelante su programación»

Silvia Intxaurrondo.
Me divirtió mucho leer en El Mundo la demanda de la presentadora televisiva Silvia Intxaurrondo contra la empresa que la contrata, Televisión Española, para dirigir y presentar Las mañanas de la 1, ese programa de actualidad política que tanto éxito tiene, siendo líder de audiencia.
Un contrato unía desde años atrás a la periodista, a través de la productora Tesseo, que la fichó a través de Sukun Comunicación, una sociedad que esta tenía con su marido y le pagaba tan suculento sueldo. El problema surgió cuando RTVE decidió asumir con sus recursos la producción del programa. Hubo una denuncia anónima —seguramente de algún empleado o cargo de la misma televisión— a Inspección de Trabajo, que dictaminó que se trataba de una «falsa autónoma» y que RTVE tenía que contratarla y darla de alta en la Seguridad Social. Su sueldo, en consecuencia, tenía que ajustarse a los parámetros del Ente.
«Vamos a ver, para que lo entienda todo el mundo» —por usar el paternal y didáctico latiguillo de Intxaurrondo cuando justifica cualquier tropelía—: esta nueva situación no le parece bien, esto le disgusta. Quiere recobrar su anterior salario. ¡Quiere sus 325.000! ¡Porque ella los vale! Es muy lógico. Y como la dirección de TVE parece no entenderlo, Silvia le ha puesto una demanda. Siendo TVE una televisión pública, si nos pusiéramos estupendos podríamos decir que nos ha puesto a todos una demanda.
Entendemos que TVE quisiera deshacerse de Tesseo, pues desde luego es chirriante que una televisión deficitaria, a la que de vez en cuando hay que echar un capote con los Presupuestos del Estado, y que emplea a miles de trabajadores fijos, tenga que recurrir a contrataciones externas para sacar adelante tramos largos de su programación.
¿Para qué tienes en el Ente a miles de empleados fijos si no te parecen cualificados para sacar adelante el trabajo? ¿Para encender los focos y llevar los botellines de agua a las aerodinámicas mesas de los sesudos debates? Miles y miles de empleados con emolumentos decentes pero infinitamente inferiores al de Intxaurrondo, y a los que cabe imaginar bastante contrariados cuando ven que tres o cuatro profesionales externos ocupan la pantalla todo el santo día y les entierran en dinero.
«A saber a qué abismos de sufrimiento debe de estar abocada y con cuántos euros habría que resarcirla por ese daño»
Es un despropósito, pero es costumbre. Es lo que hay y lo que habrá. También podría quejarse Intxaurrondo de que su estupendo sueldo debe de ser la cuarta o quinta parte de lo que por trabajos parecidos cobran en las cadenas privadas Susanna Griso o Ana Rosa, y ella las supera en audiencia. Sin ir más lejos contaba el otro día Jordi González que se retira de la tele, porque ya ha ganado dinero suficiente para vivir cómodamente hasta el fin de sus días. Durante largos años había estado cobrando 120.000 euros por un programa semanal de entretenimiento, que él pilotaba con tanta desenvoltura. 480.000 al mes. 600.000, los meses de cinco semanas. Bravo, Jordi.
No, a mí lo que me parece conmovedor en el pleito «Intxaurrondo contra TVE» es que los abogados de la querellante aleguen, como argumento para respaldar sus reclamaciones salariales y como agravante del perjuicio que a su cliente se le inflige con tales rebajas, el trauma, o daño «psíquico y espiritual» (sic) que sufre o puede sufrir la pobre por culpa de este recorte y por verse sumida en este conflicto laboral tan desagradable.
Lo «espiritual» es algo tan etéreo, tan intangible, que a saber a qué abismos de sufrimiento debe de estar abocada y con cuántos euros habría que resarcirla por ese daño. Mi corazón sangra por su tierna psique y su delicado espíritu. Y compadece al juez que tenga que evaluarlo.