La erosión de la confianza: cuando la mentira es la base de la polarización
«La tensión es el parapeto que construyen para que sus más fieles seguidores no sean conscientes de todas las renuncias que el socialismo ha realizado»

Alejandra Svriz
En la arena política española contemporánea la confrontación ha alcanzado niveles de intensidad que rara vez se veían desde la Transición. El debate público, que debería ser un ejercicio de contraste de ideas y búsqueda de consensos, se ha transformado en un campo de batalla donde la retórica de la «mentira» y la «crispación» son las armas preferidas hoy por el Gobierno.
Este fenómeno es exclusiva responsabilidad del PSOE, que acepta que su secretario general se someta cada día a quienes o no creen en España o no creen en la democracia a cambio de seguir siendo presidente del Gobierno.
La tensión es el parapeto que construyen para que al menos sus más fieles seguidores no sean conscientes de todas las renuncias que el socialismo democrático ha realizado desde que Sánchez atisbó como opción acceder a la Presidencia aupado por quienes le exigen como contraprestación la demolición del orden constitucional.
Es el propio camino iniciado el que le obliga a aumentar la presión sobre cualquier instancia que alerte de sus impuestas decisiones. Cada socio las suyas. A cada cual más descabellada. Por eso le perturba el Estado de derecho, la separación de poderes y las instituciones constitucionales. Esta es la marca de la legislatura actual, generando fractura social, dificultando la convivencia entre españoles y arremetiendo contra la oposición política con una saña propia de autócratas.
Los pactos redactados e impuestos por EH Bildu, Junts, ERC y Podemos para dar su voto afirmativo en otro tiempo eran líneas infranqueables para el Partido Socialista, ya que representaban para el socialismo democrático un fondo de veracidad inasumible en los postulados de etarras, independentistas y comunistas. Estos pactos son la prueba irrefutable de que la palabra perdió para Sánchez todo su valor.
En esta fase de pérdida de dominio de la situación —porque la situación lo ha desbordado—, desautoriza a los jueces que investigan las corruptelas de su círculo más íntimo, desvirtúa desde el Constitucional que él ha asaltado las condenas a compañeros impuestas por los tribunales de justicia, impulsa la amnistía desde el Parlamento, instrumentalizado a quienes los jueces abren causas por sedición o malversación e indulta desde el Consejo de Ministros a los ya condenados por dar golpes de Estado liberticidas; todo ello es también una descarnada manera de ofender al poder judicial.
Todo son concesiones inaceptables, a unos y otros, cada día, en cada decisión. Por mantener el poder se destruyen los cimientos del Estado de derecho, las bases de nuestro modelo de convivencia y la igualdad entre españoles. Porque estos son el objetivo de los apoyos políticos del actual socialismo.
Sánchez conecta con los tiempos del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Las decisiones como la aprobación de la Ley de Memoria Histórica, la Alianza de Civilizaciones, la negociación con ETA y la aprobación del estatuto inconstitucional de Cataluña son la génesis de los actuales apoyos parlamentarios de Sánchez. La dolorosa sombra de los atentados del 11 de marzo de 2004 y la gestión torticera y manipuladora asediando las sedes del PP y canalizando el dolor por la más mortífera acción terrorista hacia el gobierno como responsable indirecto de la masacre produjo un cambio de poder que aquel socialismo intento revestir de una suerte de clamor ciudadano por un cambio de rumbo a la España que crecía económica y socialmente como nunca en nuestra historia, aquella España que fortalecía la democracia y desarrollaba nuestra Constitución en todos los ámbitos incluido el fortalecimiento del modelo territorial.
Cada decisión de Zapatero ha consolidado hoy presencia esencial de movimientos clave para sostén del Gobierno de Sánchez, Bildu, Podemos o ERC no se entienden sin aquellas acciones. El Gobierno y sus aliados necesitan y defienden un contexto de fragmentación política. Sus alianzas son la única vía para garantizar la permanencia de un presidente humillado y secuestrado por quienes lo sostienen. Es estremecedor ver como insultan y amenazan a Sánchez, como le hacen perder votaciones, como lo desprecian y el presidente sigue bajando la mirada suplicando unos minutos más de vida política.
En este estado de cosas el socialismo necesita para vislumbrar opciones de seguir romper el voto del centroderecha.
Generando una «crispación» calculada, buscando una constante algarada callejera, con el inestimable apoyo entre otros de voceros mimados con dinero público o de sindicatos ligados al régimen institucionalizado por sus partidos nodriza, además del insoportable ruido que impide la más mínima y serena reflexión agita una parte de la sociedad que siguiendo consignas simples se apartan del partido que tiene realmente la opción de ganar, de hacerlo por mayoría absoluta, de gobernar para todos y de devolver el sosiego necesario para que el país retorne a la seriedad, las buenas decisiones, la seguridad en todos los ámbitos, la libertad y la prosperidad.
El PP de las mayorías absolutas de 2000 y 2011, el PP de los 11 millones de votos, el PP de los gobiernos reformistas, el PP del empleo, prosperidad, igualdad de oportunidades y bienestar generalizados es justo lo que la izquierda radical y los independentistas desean que no vuelva jamás a gobernar, todos ellos pierden razón de ser cuando España va bien para todos, incluidos los votantes o los territorios que dicen representar, todos ellos quedan en entredicho cuando el PP ejerce el liderazgo con la lucidez acostumbrada.
Esta dinámica de confrontación constante tiene consecuencias tangibles. La percepción pública de la política se deteriora, lo que la Economist Intelligence Unit ha señalado como un factor que ha rebajado la calificación de España a «democracia defectuosa» en todos los aspectos y especialmente en lo relativo a la independencia judicial.
La polarización de la izquierda impide por voluntad propia la capacidad de llegar a acuerdos de Estado necesarios para afrontar los desafíos a largo plazo.
Así las cosas, nosotros, el PP, debemos seguir haciendo atractiva la casa común del centroderecha, la casa común de liberales, conservadores, humanista-cristianos, regionalistas, autonomistas, en definitiva constitucionalistas.
Debemos seguir contando las bonanzas reales y prácticas de nuestros gobiernos en todos los ámbitos, y en toda época, debemos seguir siendo nosotros mismos, con fuerza, entereza y sin desánimo. Sabemos entrar en los temas complejos, afrontarlos y solucionarlos con capacidad y sosiego, con templanza y determinación, sin atajos, con trabajo.
España necesita reencontrarse con su democracia y su libertad maltrechas con denuedo para permanencia del actual estado de cosas. Solo hay un camino: el PP, mayoría absoluta y que nuestro candidato tenga desde la Presidencia del Gobierno manos libres sin hipotecas para reenfocar el futuro del país en su totalidad.
La necesidad de una mayoría efectiva y fructífera pasa como ya ha ocurrido en el pasado próximo por una mayoría absoluta en la Comunidad Valenciana, que ha de labrarse con la dinamización, desde ya, de toda la organización territorial, militantes y simpatizantes animados por la celebración de congresos abiertos, regional y provinciales, elección directa de dirigentes y candidatos, impulso a los proyectos de futuro abordando los temas con valentía que son hoy preocupación concreta de una sociedad necesitada de discursos realistas y liderazgos efectivos, actos, convenciones, reuniones sectoriales, en definitiva una inmensa movilización para que quienes nos han votado vuelvan todos ellos a hacerlo de nuevo.
«Un PP fuerte en la Comunidad Valenciana es necesario para que Alberto Núñez Feijóo pueda emular las mayorías absolutas que tan buenos réditos dieron»
Esta mayoría en mi tierra fue antesala de las de Aznar y Rajoy. Un PP fuerte en la Comunidad Valenciana es necesario para que Alberto Núñez Feijóo pueda emular las mayorías absolutas que tan buenos réditos dieron en todos los índices y paramentos.
Hoy la verdad se convierte en una víctima necesaria del socialismo gobernante. Muerta la verdad y victoriosa la mentira, desaparece la confianza en las instituciones y en el discurso público. Una democracia secuestrada por un presidente secuestrado. Un Parlamento cerrado por quienes con su mayoría desde dentro lo desnaturalizan.
Unas instituciones constitucionales acosadas por quienes tienen los resortes del poder a cambio de seguir detentándolo con el mandato expreso de los que los mantienen de destruirlas. En 2027 todo a una moneda, el lado del futuro es el PP, en solitario, el lado del desastre es todo lo demás.
La victoria del PP será la de la España democrática, racional, la de la libertad real para todos y en todos los ámbitos, la de un país que respeta y que es respetado, la de un gobierno que volverá a ser tenido en cuenta en las decisiones que importan entre los países de nuestro entorno, atractivo en Iberoamérica y catalizador de nuevo de inversiones que impulsan empleo y prosperidad. Y tal vez lo más importante, si mi partido gana por mayoría absoluta, se producirá la refundación del PSOE, un socialismo de nuevo constitucional necesario para la alternancia y la estabilidad democráticas.