The Objective
Santi González

Después de la Constitución

«La Constitución no está dotada para impedir que un sujeto carente de principios pueda acceder a lo más alto para desmontar las instituciones democráticas»

Opinión
Después de la Constitución

Desfile militar durante el acto de izado de la bandera por el Día de la Constitución en Madrid. | Borja Sánchez-Trillo (EFE)

Ya van 47 años desde aquel 6 de diciembre en que los españoles, –y las españolas, claro–, fuimos convocados al referéndum en el que aprobamos la Constitución española por una abrumadora mayoría, 87,9% de los votos emitidos. El sí más apabullante se produjo en Cataluña con más del 90%. En el País Vasco, la participación no llegó al 50%, pero el porcentaje de votos afirmativos —69,1%— fue superior al 23,5% de los votos negativos. La abstención, propiciada por el PNV, fue instrumentalizada por la propaganda batasuna para sostener la idea de que Euskadi rechazó la Constitución.

No era cierto. La abstención del PNV tenía un carácter instrumental, pero, en opinión manifestada por Xabier Arzalluz en una entrevista de la revista Euzkadi en septiembre de 1978, afirmaba: «La Constitución no es tan mala como para decir no, tiene cosas importantes para nosotros, y el no es una posición de rechazo y la coyuntura demasiado delicada como para semejante enfrentamiento. Creo que la coyuntura doctrinal más lógica sería la abstención y que incluso habría que negociar el sí…». La propaganda en favor de la abstención tuvo algunos eslóganes sorprendentes. El más bizarro sostenía: «La Constitución de los Estados Unidos no reconoce los derechos del pueblo vasco. Esta tampoco. ¿Votaste aquella?». Tampoco estaba mal el que sostenía escuetamente: «Negación de los fueros = tres guerras civiles», amenaza improbable porque perdieron las tres.

Han pasado 47 años desde aquello, casi medio siglo, que ha supuesto la etapa más dilatada en libertad de toda la historia de España, pero todo lo que empieza acaba y la vigencia de la Constitución está tocando a su fin. Hay en ella, visto lo visto, una limitación grave: no está dotada de recursos defensivos para impedir que un sujeto tan carente de principios y de moralidad pueda acceder a lo más alto para desmontar desde allí las instituciones democráticas. Es una limitación que también tenía la Constitución de la República de Weimar.

Y viene a resultar que el sábado pasado se celebró el aniversario en un día de fiesta fría con evidente animadversión entre los partidos a los que debería unir la Carta Magna. Vox quiso dar la razón a quienes lo tachan de anticonstitucional, dando la espantada con el argumento peregrino de no coincidir con Pedro Sánchez, el mismo que había usado 15 días antes para no acudir a la celebración de los 50 años de la Monarquía, desairando al Rey para no estar junto al felón. ¿Acabarán abandonando el Congreso con el mismo pretexto?

El presidente del Gobierno ha dejado clara su posición mediante su alianza con todos los golpistas, independentistas y republicanos, además de los legatarios del terrorismo etarra. El único requisito para hacer sociedad con este tipo es la animadversión a la Constitución.

Era ya un clásico la ausencia de los gobernantes vascos y catalanes en festejos como el del sábado, pero en el 47 aniversario el capítulo de ausencias hizo techo: solo estuvieron presentes 5 de los 17 presidentes autonómicos. Este año no hubo más fiestas constitucionales como las que organizaba la Delegación del Gobierno en el País Vasco, o las subdelegaciones, conocidas antaño como Gobiernos Civiles. El vacío conmemorativo de las instituciones venía produciéndose desde hace algún tiempo. Pero al menos había quienes lo denunciaban. En 2022, la joven diputada vizcaína del PP, Beatriz Fanjul, interpelaba a Pedro Sánchez preguntándole si el silencio de la Delegación del Gobierno era la mejor manera de defender la Carta Magna en el País Vasco. Era una pregunta retórica, claro, pero que induce a la melancolía, porque su partido tampoco ha convocado ningún acto público de homenaje a la Constitución, como solía hacerse antaño.

Hubo una época en que los particulares nos asomábamos a la celebración del 6 de diciembre. En 2014 era el 36 aniversario y Arcadi Espada tuvo la iniciativa de que los primeros firmantes de Libres e Iguales organizáramos actos junto a los ayuntamientos de nuestras ciudades. Uno no estaba por soltarle un discurso a la Ría del Nervión y decidió organizarlo en el Hotel Ercilla, gracias a la colaboración de Agustín Martínez Bueno, que nos cedió gratis et amore un salón en el que Teo Uriarte y yo leímos un texto escrito por Fernando Savater y bebimos con un par de centenares de asistentes. Yo estaba equivocado, como tantas veces. Lo comprendí al leer la grandísima tribuna de Andrés Trapiello en El País, en la que daba cuenta del magro espectáculo que dieron él y las 13 personas que le escucharon en la cacereña plaza de los Baldos. Había notas de duelo en aquella soberbia pieza periodística en la que Trapiello ya daba cuenta anticipada del problema: «A unos metros se celebraba el Congreso Nacional del PP, que no envió ni siquiera a un espía». Constitución Española R.I.P.

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