La FIL, espejo del español
«La Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México) es la gran fiesta literaria de la lengua española, que vive unos momentos de franca expansión»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Regreso de la FIL, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, con la habitual fascinación ante su fulgor y popularidad. Casi un millón de personas pasean entre sus casetas y estands, asistiendo masivamente a un sinfín de presentaciones, conferencias, eventos y conciertos. Además, se adquieren libros, muchos libros, generando un significativo volumen de ventas que amortiza la inversión realizada por libreros, distribuidores y editores.
Pero la FIL, la segunda feria del libro en el mundo tras Francfort, es mucho más que un gigantesco, alegre, culto y rentable mercado de libros. Es el espejo en el que se refleja la lengua española a través de sus libros y editoriales. Y así es porque, de manera espontánea, se ha convertido en el centro de su industria editorial, el lugar donde todos los editores hispanos quieren y deben estar. Más allá de la fiesta literaria que supone, la FIL, sobre todo, es un canto al español y a sus libros, espejo en el que se mira y refleja la edición hispanohablante.
La FIL cubrió un hueco evidente. El mundo de la edición en español precisaba un lugar de encuentro. ¿Dónde? Pues podría haber sido Buenos Aires, Madrid, Bogotá, Barcelona, Miami, Lima o Ciudad de México. Pero finalmente, y sin que nadie lo impusiera o determinara, resultó ser Guadalajara, Jalisco, en un ejemplo de perfecta autoorganización espontánea. Los editores, sin teorizar y de manera natural, sentimos y experimentamos que esa era nuestra feria.
Nos pusimos de acuerdo de facto, sin decirlo, sin proclamarlo ni firmarlo. Solo fuimos allí una y otra vez y la FIL se convirtió en cita ineludible para nuestras agendas. Porque resulta importante asistir para pulsar la realidad y actualidad del libro en español. Sabemos que allí nos encontraremos todos y por eso vamos. Para ver y ser vistos, para vender y comprar, para compartir con lectores y autores, para despachar con distribuidores y librerías, para comprender y vivir el enorme potencial de la lengua española. Por todo ello, lo imposible se encarnó la ciudad de los mariachis, el tequila y la charrería. Y ahora también del libro.
Y el milagro tuvo nombres propios, Raúl Padilla y la Universidad de Guadalajara, que en 1987 inauguraron la primera FIL, que tuvo un éxito fulgurante. ¿Por qué? Pues porque, como decíamos, vino a cubrir el gran hueco de la edición internacional en español, un punto que no existía por aquel entonces de encuentro entre editores, escritores, libreros, agentes, lectores y compradores. Actualmente la dirige Marisol Schulz y casi 40 años después de su creación sigue gozando de una vigorosa lozanía a pesar de los riesgos enumerados por Ricardo Cayuela en su artículo Auge y caída de la FIL de Guadalajara, publicado en este periódico el pasado día 6 de diciembre. Ojalá los riesgos apuntados, populismos incluidos, no logren acabar con ella. Si no existiera la FIL, tendríamos que inventarla de nuevo.
«El idioma presenta una gran uniformidad, más allá de las variantes, los dialectos y localismos»
Pero la FIL, sobre todo, es la gran fiesta literaria de la lengua española, que vive unos momentos de franca expansión. Existen en el mundo unos 550 millones de hispanohablantes nativos, lo que la sitúa como cuarta lengua del mundo, tras el inglés, el chino y el hindi. El idioma presenta, además, una gran uniformidad, más allá de las variantes, los dialectos y localismos. Por eso, el mercado para el libro en español es único y abarca todos los países hispanos. Un escritor argentino, uruguayo, hondureño o mexicano, por ejemplo, es perfectamente entendido por el resto de la comunidad hispanohablante, EE UU incluido. Un libro traducido del inglés o del alemán al español, puede venderse en todos y cada uno de esos países, realidad que ha cebado la tendencia a la concentración en grandes grupos editoriales que, actualmente, desde España, operan el vasto espacio de la república de la lengua española.
Con diferencia, los dos mayores grupos editoriales, Planeta y Penguin Random House, lideran ventas en todo el espacio hispano, seguidos a distancia por otros grupos internacionales, como Hachette —a través de Anaya— o Harper Collins. Anagrama —propiedad del grupo italiano Feltrinelli—, junto a Océano o Urano, gozan, también, de una significativa presencia. Otras editoriales medias, como, por ejemplo, Acantilado, Siglo XXI, Grupo Contexto — Libros del Asteroide, Nórdica o Impedimenta—, Sirio, Obelisco, Herder o Almuzara tienen presencia en casi todos ellos. Se trata de editoriales —algunas españolas, otras internacionales– que, desde España y con casas propias en otros países, lideran la edición en español, muy por encima de las meritorias editoriales independientes nacionales, que sufren de grandes dificultades para crecer, como veremos posteriormente.
Asimismo, para aprovechar sus ventajas, algunas editoriales mexicanas abrieron casa en España, desde donde gestionan, por las razones que expondremos, su distribución internacional. Podemos citar, por ejemplo, a las prestigiosas Sexto Piso y Almadía, de capital y sede en Ciudad de México, pero, también, con domicilio español. Con anterioridad, algunas argentinas, como Emecé, hicieron lo propio, dando lugar a Salamandra, hoy en Penguin Random House.
No siempre fue así, pero en las últimas décadas hemos sido testigos de una gran y doble concentración. Por una parte, de tamaño editorial y por otra, de localización. Los grandes grupos crecen y suelen operar desde España. ¿Por qué este protagonismo español cuando tiempo atrás fue argentino o mexicano? Las razones son varias. A buen seguro habrá influido la relativa estabilidad política y económica de España desde la Transición para acá, frente a las convulsas crisis económicas y financieras que padecieron muchas de las naciones hispanoamericanas. El retorno de algunas editoriales prestigiosas fundadas por exiliados españoles en México o Argentina también ayudó al actual protagonismo español en la materia.
«La concentración de casas editoriales en España refuerza el círculo virtuoso para la exportación de sus títulos»
Por otra parte, el hecho de que los derechos para la lengua española se adquieran para la totalidad de los países hispanohablantes, hace que las editoriales grandes españolas tengan ventaja frente a las que solo distribuyen en su propio mercado nacional. La concentración de casas editoriales en España refuerza el círculo virtuoso para la exportación de sus títulos, pues permite la consolidación de los fondos de varias editoriales en uno o varios contenedores, lo que abarata, y mucho, la importación por parte de los distribuidores americanos. Así, sale mucho más barato a un importador mexicano traer libros desde España que de cualquier país sudamericano, donde no existen suficientes sellos y fondos como para consolidar, con lo que el transporte se encarece extraordinariamente, dificultad a la que se suman burocracias e ineficiencias varias de aduanas.
Todas estas razones empujan la concentración editorial en España. Y, por si poco fuera, las editoriales independientes americanas se desenvuelven en un ecosistema de distribución nacional muy agresivo, caro y complejo. En muchos de los grandes países hispanoamericanos la distribución de libros es ya costoso de por sí, dadas las enormes extensiones a cubrir, las insuficientes infraestructuras o la inseguridad. También los elevados descuentos de los grandes operadores, como Amazon, en contraposición del precio fijo español, que protege a las pequeñas y medianas editoriales.
Esto hace que, por ejemplo, en México, el costo de distribución medio para cualquier pequeña o mediana editorial mexicana se eleve a un 62-63% del PVP del libro. Con esos elevados costos es realmente difícil rentabilizar comercialmente una tirada, lo que configura un ecosistema duro que dificulta el nacimiento y desarrollo de editoriales locales. Pensemos que el descuento de distribuidor, en España, es del 55%. Esos 6 ó 7 puntos de margen sobre precio de tapa suponen un muro insalvable de rentabilidad para el editor. Por todo ello, las pequeñas editoriales nacionales sufren para poder prosperar y dar a conocer autores y tendencias. Y ese hueco, y por las razones antes expuestas, lo aprovechan las editoriales españolas, favorecidas por las actuales dinámicas de concentración, consolidación, compra de derechos y costos de distribución, tanto nacionales como internacionales.
A corto plazo no se vislumbran grandes cambios en estas tendencias, aunque a medio plazo la realidad podrá ser distinta, en función de las circunstancias y errores y aciertos de los principales actores. Por ejemplo, si las autoridades catalanas continúan persiguiendo al español, se aceleraría la pérdida de protagonismo editorial que ya comienza a experimentar. O, si España sufriera fuertes convulsiones económicas, por poner otro ejemplo, y Argentina o México disfrutaran de un periodo amplio de estabilidad y crecimiento, otro gallo cantaría. Ya veremos. En todo caso, y fuese como fuera, la concentración editorial continuará, por aquello de las economías de escala. Otra cosa es la de quiénes serán sus propietarios.
«Un porcentaje significativo de la edición en español está en mano de capitales americanos, ingleses, franceses, italianos y alemanes»
Actualmente, un porcentaje significativo de la edición en español está en mano de capitales americanos, ingleses, franceses, italianos y, sobre todo, alemanes. Todo apunta a que este extrañamiento de la propiedad continúe y que pronto entren editoriales chinas, hindúes o árabes a comprar editoriales españolas, lo que le garantiza presencia en toda América. Si, por ejemplo, Planeta se vendiera, casi el 70% del mercado del libro en español pasaría a estar controlado por editoriales no hispanas.
Y toda esa pléyade editorial se reúne anualmente en la FIL de Guadalajara, sin rival en ningún otro país. Veamos, por ejemplo, el caso de España. En 1983 se celebró el primer LIBER, llamado a ser la feria internacional del libro en España, auspiciada por la FGEE, su Federación de Gremios de Editores, alternando sede anual entre Madrid y Barcelona. Desde sus inicios tuvo un enfoque puramente profesional, como punto de encuentro entre editores, distribuidores, libreros y bibliotecarios, cerrada al público general. En esta última edición se ha incorporado un salón de derechos, para compra-venta de derechos de libros.
Tradicionalmente, el LIBER servía para que las editoriales españolas y sus distribuidoras americanos se encontraran. También, para que librerías, bibliotecas e instituciones varias pudieran comprar fondo editorial. Las fechas se coordinaban con la feria del libro de Francfort – la mayor del mundo -, de manera que los profesionales que cruzaban el charco pudieran hacer primero la feria española y después la alemana en un único viaje. El LIBER cumplió su finalidad, aunque, la progresiva concentración editorial y la consolidación de la distribución hace que el modelo pierda lentamente utilidad, como se aprecia en las últimas convocatorias. Tarde o temprano tendrá que reimaginarse para no languidecer.
«Cada feria está protagonizada por un país invitado que da color a los eventos y diversidad internacional»
Las ferias del libro, en general, responden a un modelo abierto al público, en el que librerías y editoriales venden directamente al visitante. Los escritores presentan y firman sus obras, al tiempo que se celebran actos culturales diversos. Cada feria está protagonizada por un país invitado que da color a los eventos y diversidad internacional. Así funcionan las ferias del libro de Madrid, Buenos Aires, Bogotá o Minería de Ciudad de México, por citar algunas de las grandes. A menor escala, también las de muchas ciudades y localidades españolas. El modelo está contrastado y suele funcionar bien, como lo demuestra la gran afluencia de público y la notoriedad que los medios de comunicación le conceden.
Pero, sin embargo, no son punto de encuentro entre las editoriales, sí de las editoriales y sus autores con el público local. Sant Jordi, en Barcelona, responde a otro modelo, muy singular. Dura un solo día, la afluencia es masiva y sumamente popular, asociada al hermoso regalo de una rosa y un libro. Una auténtica fiesta en la que la alegría lectora desborda las calles de la ciudad condal. Hay que visitarla y disfrutarla, sin duda. Pero una vez dicho lo dicho, ninguna de las ferias anteriores tiene al sector editorial como protagonista, sino que se encuentran volcadas hacia los lectores-compradores. La FIL, sin embargo, conjuga sabia y equilibradamente todos esos aspectos, de ahí su atractivo y éxito.
Pues ya sabe. Si desea conocer el espejo que mejor refleja la edición en español, visite el próximo año la FIL de Guadalajara. Allí nos veremos, porque, desde luego, Dios mediante, yo repito. Prepárese a disfrutar de la gran fiesta de la lengua española. Y, también, la de sus libros, autores, libreros, editores y distribuidores. Contra todo pronóstico los notará vivos, bien vivos y dispuestos a afrontar lo muchos retos por delante. Pues eso, allá nos vemos, ¡reserve hotel pronto!