The Objective
Rosa Cullell

Soy feminista porque no soy socialista

«No nos enseñarán feminismo los mismos que han protegido y colocado en el Gobierno y en el partido a verdaderos macarras»

Opinión
Soy feminista porque no soy socialista

Ilustración de Alejandra Svriz.

En 2020, en el Día de la Mujer, escuché a José Luis Ábalos decir: «Soy feminista porque soy socialista». El exministro, exdiputado y ex secretario de Organización del PSOE de Sánchez ha tardado cinco años en entrar en prisión, y no por sus líos de faldas. En ese tiempo, las conversaciones del exministro con su conseguidor de prostitutas «enrolladas», el famoso Koldo, se han publicado y republicado en todos los medios. Pero Ábalos, Koldo o Cerdán no son ya casos aislados, sino hombres que responden a un patrón y que ejercen la política del todo vale, incluso el macarrismo. 

El feminismo no es de derechas ni de izquierdas, sobre todo, históricamente, ni de izquierdas. Siempre he admirado a la republicana y liberal Clara Campoamor, una de las primeras mujeres que consiguió la licenciatura de Derecho en España. Me extraña que se hable poco de su pensamiento y obra en los foros del llamado nuevo feminismo. Ella votó a favor del sufragio femenino en 1931. La socialista Victoria Kent y su partido (Izquierda Republicana) votaron en contra.

Las democracias liberales o socialdemócratas, alejadas del partido único y del carné en la boca, son las que históricamente mejor han defendido a las mujeres. Por ello me extraña, visto lo visto en la Rusia de Stalin, en la Cuba de Castro o en la China de ahora mismo, donde no tienen ni una mujer en el Politburó, que las izquierdas osen dar lecciones de feminismo. Hay que sospechar del amor zurdo debido al mal ejemplo de las dictaduras bolivarianas como Venezuela, donde Maria Corina, la ganadora de las últimas elecciones, anda escondida y no pudo llegar a tiempo de recibir el Nobel de la Paz. Lo recibió su hija.  

En esta España nuestra, durante los últimos Gobiernos del PSOE con Podemos y Sumar se ha colocado en puestos de mando a acosadores y corruptos. Han gozado de total impunidad, como demuestran los recientes casos en el mismísimo gabinete de Pedro Sánchez. ¿No se daba cuenta? ¿De nada se enteraba? Los asesores Francisco Salazar (hombre de confianza del presidente) y Antonio Hernández (su discípulo) son los penúltimos en ser denunciados por abusos a varias trabajadoras que, al parecer, no se atrevían a hablar con el jefe máximo. 

La exigencia de fidelidad total, de confiar solo en «la familia socialista» —esa que recoloca a padres, cónyuges e hijos sin pedir currículos—, explica el bajo nivel político que vivimos. A base de cargos y prebendas, «los suyos y las suyas» mantienen la boca cerrada.  

«Lo que sobra, antes y ahora, es la impunidad, el acoso machista y el ‘macarrismo político’ que se ejerce incluso dentro de la Moncloa»

Han sido necesarios cinco años de investigaciones periodísticas, policiales y judiciales para la entrada en prisión de Ábalos. Anduvo hasta hace nada (¿cómo es posible?) refugiado en el Grupo Mixto con sueldo de diputado, paseando por el Congreso, invitando a cafés a los compañeros de cualquier ideología. Dicen, incluso en la oposición, que es un tipo simpático, enrollado. A mí, la verdad, me parecen de mal gusto esas camisas bien abiertas que lucía en el hemiciclo, también las cazadoras cortas de cuero que puso de moda Sánchez y copiaron los machos del Peugeot. 

El exministro era el amiguete que, a la vuelta del estresante extranjero, le comentaba a Koldo: «La Carlota se enrolla que te cagas». Pero le pedía otras. Más, muchas más. A alguna, incluso la llevaba en viaje oficial; con sobres, mientras, se pagaban los apartamentos. Ahora, sin embargo, niega ser un «putero» en las entrevistas de la tele y aconseja «no llamar prostitutas a las mujeres porque se las estigmatiza». Hay que reírse para no llorar.  

A las mujeres hay, desde luego, que llamarlas por su nombre, aunque Ábalos, Koldo Salazar y tantos otros hayan olvidado que deben tratarlas como iguales. Está en la Constitución. «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión…» Con que se cumpla la Carta Magna aprobada en 1978 nos basta. Lo que sobra, antes y ahora, es la impunidad, el acoso machista y el macarrismo político que se ejerce incluso dentro de la Moncloa. 

Es asombrosa la capacidad que tienen algunos políticos para mentir durante años y, una vez presos, dar lecciones de ética. Han pagado «polvos», chalés y cenas con sueldos públicos, pero pretenden que les respetemos. 

«La única mujer que viajó en el famoso Peugeot, Adriana Lastra, se alejó hace tiempo de Madrid con la excusa del embarazo»

La única mujer que viajó en el famoso Peugeot, Adriana Lastra, se alejó hace tiempo de Madrid con la excusa del embarazo. Según me comentaron entonces algunos preocupados socialistas, Cerdán le estaba complicando la vida. Ha vuelto al ruedo político tras años en provincias (con cargos del partido) y reclama, ahora, la intervención de la Fiscalía ante las acusaciones de varias trabajadoras de Moncloa. 

En el comité federal de julio, la asturiana estuvo en contra del nombramiento de Salazar como «adjunto de organización» del PSOE. Tras pedir un receso, a la vuelta se anunció a los asombrados socialistas presentes que el candidato había sido apartado de «todas sus funciones» por ser un presunto acosador. ¡Qué raro que se atrevieran a proponer el ascenso de otro amiguete! 

Tenías que haber vuelto antes, Adriana. 

Los focos están puestos hoy en quienes han permitido tanta impostura. Menos que nunca vale hoy la tópica frasecita «no será la derecha la que nos enseñe a ser feministas». Tampoco nos enseñarán feminismo los mismos que han protegido y colocado en el Gobierno y en el partido a verdaderos macarras. Así que hoy por hoy, el eslogan sería: «Soy feminista porque no soy socialista». 

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