The Objective
Martín Varsavsky

Todo lo que Europa debe aprender de Estados Unidos

«La fórmula americana tiene tres ejes: atracción de talento, libertad y capitalismo sin complejos»

Opinión
Todo lo que Europa debe aprender de Estados Unidos

Bandera de Estados Unidos. | Ernesto Mastrascusa (EFE)

Estados Unidos no se convirtió en el motor mundial de la innovación por accidente. Lo hizo siguiendo una fórmula que casi nadie se atreve a copiar: atraer a las mentes más brillantes del planeta, rechazar el estancamiento que produce el socialismo y defender una libertad que permite a emprendedores como Elon Musk fallar, aprender y volver a lanzarse sin pedir permiso.

Más allá de la retórica, los datos comparativos son contundentes. Mientras Europa se aferra a la nostalgia del Estado del bienestar y Canadá experimenta con su versión suave de socialdemocracia, Estados Unidos sigue ampliando la brecha. China, que muchos veían como el modelo alternativo, está descubriendo que la innovación no prospera bajo miedo político.

Por eso el modelo americano sigue avanzando mientras otros pierden ritmo.

1. Estados Unidos gana atrayendo a las mejores mentes, no racionando oportunidades

    La ventaja norteamericana empieza con lo obvio: el talento va donde se premia la ambición. Es el único país que sigue captando a científicos, ingenieros y fundadores de élite que saben que allí pueden intentar lo imposible sin esperar la autorización de un burócrata.

    • El 18% de su fuerza laboral es inmigrante.
    • Los inmigrantes crean una cuarta parte de las nuevas startups.
    • Cerca del 60% del talento puntero en inteligencia artificial elige formarse o trabajar en Estados Unidos.

    No es multiculturalismo de folletín; es la estrategia de adquisición de talento más agresiva del mundo. Europa habla de apertura mientras ahoga a los profesionales cualificados en trámites. Canadá confía en sistemas de puntos que rara vez capturan a los verdaderos excepcionales. Silicon Valley, aun con un sistema de visados imperfecto, sigue actuando como un imán global.

    La innovación sigue al talento. Estados Unidos invierte alrededor del 3,5% de su PIB en I+D, muy por encima de Europa y por delante del modelo chino, dirigido desde el Estado. China sigue perdiendo cada año a muchos de sus mejores hacia Estados Unidos. No es altruismo; es estrategia nacional.

    2. Los países que coquetean con el socialismo terminan en el estancamiento

    Otra ventaja estadounidense es cultural. Nunca compró la idea de que el socialismo conduce a la prosperidad. Otros sí, y los resultados están a la vista.

    Canadá es el ejemplo más claro. Hace una década tenía una ligera ventaja en PIB per cápita. Tras años de expansión del gasto social, regulación asfixiante de su sector energético y deuda creciente, esa ventaja desapareció.

    2015
    PIB per cápita de Estados Unidos: unos 56.800 dólares
    PIB per cápita de Canadá: unos 43.500 dólares

    2025
    PIB per cápita de Estados Unidos: unos 85.000 dólares
    PIB per cápita de Canadá: unos 52.000 dólares

    La brecha es ahora estructural. La deuda canadiense crece, la productividad cae y el crecimiento a largo plazo se estanca. Los votantes disfrutan de las prestaciones, pero siempre hay una factura que llega después.

    Europa siguió ese camino, pero más lejos. Desde 2008, la Unión Europea ha crecido solo alrededor de un 13,5 por ciento, mientras Estados Unidos avanzó un 87%. El PIB per cápita europeo pasó de ser tres cuartos del estadounidense a ser aproximadamente la mitad. El desempleo juvenil en parte del continente supera el 20 por ciento como si fuera una característica inevitable. Políticas socialmente «amables» terminan creando economías inmóviles.

    No es ideología. Es un patrón económico evidente: penalizar el éxito reduce el éxito.

    3. La libertad es el oxígeno de la innovación

    Las iniciativas tecnológicas más ambiciosas del mundo nacen en Estados Unidos por una razón sencilla. Es el único país grande que combina libertad legal, tolerancia cultural al riesgo y mercados de capital profundos.

    En Estados Unidos, fracasar es parte del proceso. En Europa o China, es un recordatorio de mantener la cabeza baja.

    SpaceX lo demuestra. Recibió contratos gubernamentales, sí, pero solo un país como Estados Unidos permitiría a una empresa privada repetir lanzamientos fallidos hasta resolver el problema. Esa mentalidad impregna todo el ecosistema emprendedor. El capital de riesgo en EEUU supera de forma abrumadora al europeo, y la disposición de los norteamericanos a asumir riesgos empresariales no tiene comparación.

    China enfrenta una limitación distinta pero igual de grave. No se puede encarcelar o silenciar a emprendedores y esperar un entorno fértil para la innovación. Jack Ma no desapareció por fracasar; desapareció por criticar a la autoridad equivocada. Ese hecho basta para congelar a toda una generación de fundadores.

    Europa, por su parte, está atrapada en el paternalismo regulatorio: sindicatos fuertes, normativas interminables y una fiscalidad que castiga el éxito. El resultado es que su talento más ambicioso se va o se resigna a empleos corporativos «seguros».

    El balance final es claro: Estados Unidos produce aproximadamente cuatro veces más fundadores de empresas valoradas en más de 1.000 millones por habitante que Europa. No porque los estadounidenses sean más inteligentes, sino porque el sistema no penaliza la ambición.

    La trayectoria de Estados Unidos ya está marcada. Combina estas tres fuerzas —atracción global de talento, rechazo del estancamiento socialista y una cultura que protege el riesgo y la libertad— y el resultado es evidente.

    Para 2050, Estados Unidos podría superar los 150.000 dólares de PIB per cápita, mientras Europa y Canadá se mantendrán en torno a la mitad. China seguirá creciendo industrialmente, pero el control político seguirá limitando su capacidad de innovar al nivel estadounidense.

    La izquierda norteamericana ataca a los emprendedores de éxito como si fueran un problema. Pero son precisamente ellos quienes impulsan los avances en inteligencia artificial, espacio, biotecnología y energía. Los países que convierten la excelencia en enemiga terminan igualando por abajo.

    El modelo americano no es perfecto, pero es el único que sigue creciendo de forma compuesta a escala. Y en un siglo definido por la tecnología y la velocidad, el crecimiento compuesto decide el futuro. Y el futuro aún pertenece al sistema que premia el talento, protege la libertad y no se disculpa por el éxito.

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