El PSOE y la presunción de inocencia
«Son comprensibles las ganas de que el PSOE se cueza en su propia salsa después de años de aplicar al resto de mortales un rasero inasumible sobre el machismo»

Paco Salazar en una imagen de archivo.
Todos, simpatizantes y detractores del PSOE, dan como una verdad probada los casos de presunto acoso sexual que han sacudido al partido estas últimas semanas. Salvo alguna meritoria excepción, los medios han contribuido a hacer un juicio paralelo, sin mostrar una sombra de duda, o prudencia debida, ante los tiempos, el desarrollo y la mecánica del escándalo.
En el primer caso, las dos denuncias contra Paco Salazar fueron anónimas y publicadas en un digital. La unanimidad sobre su veracidad ha sido inédita. No había sucedido con otros casos muy similares fuera de la política como, por ejemplo, el de Plácido Domingo, cuyas denunciantes también eran anónimas. En el último de los cinco casos, que afecta al alcalde de Almufasses, Toni González, al parecer sí hubo una denuncia interna con nombre y apellido en septiembre y, según las pruebas y mensajes aparecidos, la sección local del partido hizo una defensa cerrada de su líder, haciendo caso omiso a todo lo que predican sobre feminismo.
Con todo, y pese al gran escándalo, las únicas querellas que han llegado hasta la fecha en los juzgados son las de los sindicatos Manos Limpias y Hazte Oír, quienes emprenden una lucha activa contra el Gobierno socialista. Ninguna de las denunciantes socialistas ha llevado el caso ante los tribunales, lugar donde también se debería dirimir si el PSOE ha encubierto o no estos presuntos acosos antes de sacar conclusiones precipitadas.
Es evidente que es una oportunidad de oro para derrocar al PSOE y exhibir su hipocresía. Como decía Lupe Sánchez en estas páginas, el Me too, o sus excesos, han devorado a sus hijos socialistas. Pero no hay que perder de vista que quien pierde también es la piedra angular de nuestro sistema judicial: la presunción de inocencia. Esta vez, hemos aceptado con demasiada naturalidad que el señalamiento por esta cuestión sea una arma arrojadiza entre partidos.
¿Y si alguno de ellos fuera víctima de una lucha interna? ¿De una acusación en falso para evitar que fuera ascendido o para acabar con su carrera política? En el caso de Salazar, iba a ser nombrado adjunto de la Secretaría de Organización del PSOE. ¿Y si todos bailamos el agua de esta operación? ¿Dónde están ahora todos aquellos que avisan de los riesgos de la cancelación? Puede que el PSOE haya obrado mal, o puede que opere el miedo después de dar carta blanca al ajusticiamiento social.
Son comprensibles las ganas de que el PSOE se cueza en su propia salsa después de años de aplicar al resto de mortales, seres imperfectos, un rasero inasumible sobre el machismo. Pero derogar el sanchismo, limpiar la política, es también intentar huir de trincheras y persecuciones políticas, y actuar con una ética superior. La que nos ha brindado años de civilización. De poner al individuo y sus derechos en el centro del sistema democrático. De recurrir, víctimas o acusados, a la justicia. Un sistema garantista ante fobias y filias. La prudencia como antídoto a la caza de brujas.
«No sumarse al linchamiento es compatible con que el PSOE les exija responsabilidades políticas si han tenido actitudes reprobables»
Las masas indignadas pueden esta vez acertar contra el PSOE, pero mañana se pueden equivocar. Ninguno de los acusados me despierta ninguna simpatía, pero desconozco si son o no culpables de acoso. Y no sumarse al linchamiento es compatible con que el PSOE les exija responsabilidades políticas si han tenido actitudes reprobables, sean o no delictivas. Incluso actuar de forma preventiva para proteger a las víctimas, a la espera de lo que dictamine la justicia.
La abogada de Rubiales, Olga Tubau, decía ante los reproches por haber defendido al expresidente de la RFEF que, por encima del feminismo, está la presunción de inocencia. Estos tipos pueden caernos mal o bien, ser seres despreciables -sin necesidad de cometer un delito- o personas honradas. Pero no debería olvidarse que, por encima de todo, son inocentes hasta que se demuestre lo contrario.