El sanchismo era esto
«No hay ninguna deriva, lo ocurrido ahora es consecuente con la marca de Sánchez desde el principio: autoritarismo, corrupción y abuso de poder»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Tienen ustedes que perdonarme esta pequeña incursión en mi biografía, pero es imprescindible aludir a los ataques de Pedro Sánchez contra El País y a sus presiones sobre los accionistas para intentar mi relevo en la dirección, lo que finalmente consiguió, junto al despido de siete de los periodistas que formaban parte de mi equipo, entre ellos quien hoy dirige THE OBJECTIVE, porque esa fue, de alguna forma, la carta fundacional del sanchismo. Con ello, encontró vía libre para su primer engaño: el respaldo para una moción de censura bajo la promesa, después incumplida, de una convocatoria de elecciones inmediatas.
En realidad, su talante antidemocrático, la ausencia de límites morales y su afición a conducir hacia el precipicio cualquier colectivo que esté bajo su mando se había puesto ya de manifiesto antes, durante el conflicto interno en el PSOE en 2016. De ahí aquel editorial advirtiendo de que había que impedir el acceso al poder de un «insensato sin escrúpulos». Las decisiones adoptadas posteriormente por Pedro Sánchez que encajan perfectamente en el marco descrito en ese editorial son incontables, prácticamente todas las que ha tomado al frente del Gobierno.
Llama la atención, por tanto, que algunos, sobre todo en la izquierda, pero también en la derecha, hayan tardado tanto en descubrir lo que era evidente desde el primer día. El sanchismo no es un sistema que ha ido degenerando desde un comienzo estimulante hasta la podredumbre que hoy vemos. No, en absoluto. El sanchismo es fruto de maniobras antidemocráticas, de conductas suicidas, de promesas incumplidas, de abuso de poder y de la impunidad que le concedieron todos aquellos a los que les resultaba útil su presencia en el poder: arribistas y oportunistas de todo pelaje, medios de comunicación arruinados y partidos políticos que pretendían destruir el modelo constitucional español.
«Una vez que el líder te ha distinguido con su aprecio, el afortunado es libre de campar a sus anchas: robar a manos llenas o manosear a las compañeras»
Todo lo que hoy vemos no es más que consecuencia y extensión de esa carta fundacional del sanchismo. Incluyo el acoso sexual a las compañeras de partido, que se explican muy bien, aparte de otras razones de carácter general, en ese ambiente inmoral y corrupto que el sanchismo trasladó desde el principio a todo el PSOE.
Carente de valores democráticos, Pedro Sánchez solo entiende el poder absoluto y la lealtad ciega a él. No tiene proyecto político de ninguna clase, por tanto no le vale la pretensión de algunos de ofrecer lealtad a un proyecto socialista. No. La lealtad debe de ser a su persona, puesto que el proyecto es él mismo y, por tanto, puede ser unas veces un proyecto de izquierdas y otras de derechas, en función de lo que interese en cada momento. El militante debe limitarse a cumplir las órdenes que reciba. A cambio de eso, quien más ardor muestre en esa empresa, más posibilidades tendrá de escalar en el escalafón del sanchismo. Una vez que el líder te ha distinguido con su aprecio, el afortunado es libre de campar a sus anchas: robar a manos llenas o manosear a las compañeras. ¿Recuerdan aquello que dijo su gran maestro?: «Cuando tienes el poder puedes hacer lo que quieras, puedes incluso tocarles el pussy y se quedarán calladas».
Calladas o intimidadas han estado también en el PSOE. Quién sabe cuántas, por cuánto tiempo y a qué precio. Ahora, con una buena dosis de hipocresía, este asunto ha revuelto las conciencias de algunos que se muestran asombrados ante lo que llaman «la deriva». ¿Qué deriva? ¿De qué ha derivado el sanchismo? ¿Cuál fue el gran momento del sanchismo que mereció el apoyo de quienes hoy deberían de avergonzarse de habérselo prestado? El sanchismo nació de las maniobras antidemocráticas y el fraude. Quién sabe todavía si de un fraude electoral en primarias plagadas de sospechas. Pero sin duda como fruto de un fraude político por incumplir sus promesas desde el primer momento. Tras la estafa de la moción de censura para convocar elecciones, se produjo el pacto con los que no le dejaban dormir por las noches y una sucesión de medidas contrarias a lo prometido —«No voy a pactar con Bildu. Si quiere se lo digo más veces: no voy a pactar con Bildu», «Yo traeré a Puigdemont de vuelta a España preso»— que culminaron en la peor corrupción política que ha conocido este país: la ley de amnistía a cambio de siete votos.
Todo lo que hemos conocido en las últimas semanas y que parece sorprender a muchos de los que justificaron todo lo anterior, no es más que la extensión y consecuencia de lo ocurrido desde que Pedro Sánchez se convirtió en protagonista de la política española. No hay degradación alguna porque el sanchismo en sí es la degradación de nuestra democracia hasta límites que, desgraciadamente, aún están por conocerse.