The Objective
Francesc de Carreras

¿Aprender sin pensar?

«Aprender, aprender de verdad, aproximarse lo más posible a la verdad, es aprender a pensar, no acumular conocimientos escritos por otros»

Opinión
¿Aprender sin pensar?

Ilustración de Alejandra Svriz.

Entre los anuncios que aparecen, sin buscarlos, en tu pantalla del ordenador cuando lees un texto, en los últimos meses he descubierto una aplicación denominada Blinkist que me ofrece ser un pensador profundo casi sin esfuerzo. Ante tal maravilla he indagado un poco sobre el tema para ver si al fin, ya que no he conseguido ser un pensador relevante con esfuerzo, llego a serlo mediante las facilidades que este método propone. 

En apariencia, las facilidades son muchas y espectaculares. Tal aplicación te ofrece resúmenes de libros de no ficción en 15 minutos de lectura. Hay miles y miles entre los que puedes escoger. Te lo dan por escrito pero también en pódcast para que puedas escuchar estos conocimientos tan profundos mientras viajas en metro para ir al trabajo, conduces tu coche, haces las labores del hogar o estás comprando en el súper. La propaganda dice que es un método «divertido, rápido y fácil», adecuado para personas a las que no les gusta leer o no les da tiempo. En fin, un prodigio asombroso. 

Añaden que ello te permite aprender lo que dicen los «líderes del pensamiento», como si la cultura fuera la Vuelta a Francia. Caramba, caramba. Podremos saber lo que dicen la Metafísica de las costumbres de Kant o Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt en 15 minutos. Algo extraordinario, sin duda ahorraríamos tiempo.

¿Es esto posible? ¿Podemos ser sabios al cabo de un año dedicando a las grandes obras que nos interesen un cuarto de hora al día? Treinta libros al mes son trescientos sesenta libros al año. Siendo realistas, descontando las vacaciones y los fines de semana, redondeando un poco, podemos leer cerca de 300 libros en un año. No se trata de novelas, sino de libros de pensamiento y de ensayo, libros sesudos. ¡Qué fácil todo! Podremos ejercer de «cuñados» con nuestros amigos y compañeros de trabajo, darles la vara en cualquier cena o reunión. 

Acudiendo al pensamiento de Erich Fromm intentaremos desfacer este entuerto absurdo y engañoso. El conocido filósofo y psicólogo de la Escuela de Frankfurt, en su conocido libro ¿Tener o ser?, contrapone dos modos de enfocar la vida: el «modo de tener» y el «modo de ser».  

Sumariamente, pueden resumirse así: en el «modo de tener» la relación con el mundo es de posesión y propiedad, es decir, lo que uno se propone es convertir en propiedad todas las cosas, incluso a uno mismo, con lo cual aquello que importa es la apariencia; por el contrario, en el «modo de ser», lo fundamental es seleccionar ciertas cosas del mundo para incorporarlas a uno mismo con el fin de encontrar nuestra personalidad a través de la verdad que hemos descubierto mediante la reflexión, con lo cual aquello que importa no es la apariencia sino la autenticidad. 

En conclusión, en el «modo de tener» las cosas se consumen, se acumulan; en cambio, en el «modo de ser» se asimilan y pasan a formar parte de nuestra naturaleza, de nuestra esencia como seres humanos individuales.

«La idea romana de propiedad o de contrato, por ejemplo, sigue siendo un buen anclaje conceptual para entender la propiedad y el contrato de hoy día»

Aplicando estos dos enfoques al aprendizaje, Fromm distingue entre «estar informado» (es decir, «tener conocimientos») y «conocer» (es decir, «saber»).  «Tener conocimientos —dice Fromm— es tomar y conservar la posesión del conocimiento disponible (la información) […]; conocer significa penetrar a través de la superficie, llegar a las raíces y, por consiguiente, a las causas. Conocer significa ‘ver’ la realidad desnuda; no significa poseer la verdad sino penetrar bajo la superficie y esforzarse crítica y activamente por acercarse más a la verdad». Y concluye: «Para alguien que sabe, la ignorancia es tan buena como el conocimiento, ya que ambos forman parte del proceso del saber, aunque la ignorancia de este tipo es distinta de la ignorancia del que no reflexiona. En el modo de ser, el conocimiento óptimo es conocer más profundamente. En el modo de tener, consiste en poseer más conocimientos». El primero es cualidad, el segundo cantidad. (Véase, E. Fromm, ¿Tener o ser?, Fondo de Cultura Económica, México, 1978, las citas en pp. 53-54).

En Derecho, el campo que más conozco, ello resulta evidente. Las leyes se modifican y también su interpretación. Sin embargo, para comprender estas modificaciones, es imprescindible un conocimiento profundo de la tradición histórica y de sus instituciones básicas. La idea romana de propiedad o de contrato, por ejemplo, a pesar de las profundas alteraciones sufridas a lo largo de los tiempos, sigue siendo un buen anclaje conceptual para entender la propiedad y el contrato de hoy día. Del mismo modo, el conocimiento de la actualidad política sólo puede entenderse desde la tradición histórica y cultural que la ha hecho posible.  

El profesor Juan Ramón Capella escribió acertadamente: «Hay que tener en cuenta, sobre todo, esto. Que aprender no es recordar. Que siempre se aprende tarde. Que siempre se tarda en aprender» (J. R. Capella, El aprendizaje del aprendizaje, Trotta, Madrid, 1995, p.37). Las ideas de Fromm están implícitas en estas palabras. Por su parte, Wittgenstein sostuvo: «Pensar es digerir» (Carta a Norman Malcolm, véase en N. Malcolm, Ludwig Wittgenstein. Esbozo biográfico de G. H. von Wright, Mondadori, Madrid, 1990, pp. 50 y 115). 

En definitiva, aprender, aprender de verdad, aproximarse lo más posible a la verdad, es aprender a pensar, no acumular conocimientos escritos por otros. Uno «sabe» cuando digiere lo que otros han escrito y así lo incorpora a su modo de pensar. Aprender cuesta, requiere esfuerzo; en cambio, repetir es fácil y si te resumen una obra en 15 minutos ni siquiera has aprendido lo que dice esta obra porque no has pensado.

Desconfíen del Blinkist y otros métodos semejantes. Sin concentración, reflexión y años de lecturas y debates con amigos y colegas, no hay conocimiento posible. El todo a cien del Blinkist no sirve para nada excepto para aparentar que sabes y esto, obviamente, no es saber sino una demostración de tu ignorancia. Aprender es divertido pero desde luego no es rápido ni fácil. Exige tiempo y esfuerzo.

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