Libertad o suerte
«Sorprende que los comunistas se hayan presentado en Chile a cara descubierta y no solapados como en España donde vienen cubiertos con disfraces democráticos»

Un manifestante comunista sujeta un retrato de Salvador Allende en Santiago, Chile. | Matias Basualdo (Zuma Press)
Parece que en Chile se han enfrentado, una vez más, la extrema derecha y la extrema izquierda. O eso dicen los informativos. Más bien da la impresión de que se han enfrentado los arcaicos bolcheviques y la fantasmal guardia blanca. Hay ya muy poca imaginación entre los periodistas. Es un choque de fuerzas que tiene algo de muy rancio, cosas de hace siglos. O sea, dos siglos. Como una lucha entre esqueletos y nubes de polvo.
Sorprende que los comunistas se hayan presentado en Chile a pelo, o sea, a cara descubierta y no solapados como en España donde vienen cubiertos con disfraces democráticos que no engañan a nadie, a la manera de Sumar, Podemos y demás grupos estatalistas y colectivistas. Aunque la mona se vista de catedrática, la verdad es que en cuanto abre la boca…
Es cierto que la diferencia entre ver a un nazi con todos sus actuales atributos rockeros y a un comunista con los suyos de sindicalista vegetariano, ha cambiado desde hace décadas. El nuevo nazi, para empezar, suele ser joven, agresivo y muy adonizado. Es un producto más cultural que ideológico, si tenemos en cuenta que lo más importante de la cultura española es el fútbol. En cambio, los comunistas tienen un aspecto momificado, huelen a naftalina y en ellos lo ideológico es todo lo que tienen, no les queda ni un solo símbolo para mostrar. Hasta el puño en alto lo usa ya incluso Trump. Por esta razón se les ve siempre cubiertos de adornos propios de terroristas islámicos, miembros de cualquier sexo trans o ultra, cornamenta de animalista vegano, en fin, es un poco triste cuando uno recuerda a Bakunin.
Ni nazis ni comunistas parecen haber asumido su pasado, si acaso lo conocen, lo que es más que dudoso. Con esa tendencia al adanismo que caracteriza a la gente resentida que quiere empezar el mundo desde cero, ni los jóvenes nazis ni los ancianos comunistas dicen una sola palabra sobre lo que sucedió en aquellos desdichados países en donde se implantó su religión. No solo la Alemania nazi y la Rusia bolchevique, sino también la Italia fascista o la Alemania comunista. Matanzas, represión, educación en el odio racial, ruina, partidos de privilegiados y cúpulas criminales, un cromo.
No hace falta regresar al siglo pasado para constatar que los partidos extremos ocultan la historia, basta con ver cómo son y cómo se presentan aquellos países en los que aún dominan las viejas doctrinas de los fanáticos, Cuba, Venezuela, Corea. Lugares infernales en los que una exigua minoría, dueña del aparato de Estado, lo controla todo, lo espía todo, lo domina todo, lo roba todo, mientras que la población está sometida a su capricho en la vida cotidiana. Una situación que cada día asoma más el morro en nuestro país.
«En los países desarrollados será cada vez mayor la presencia de los nazis, como en la actual Alemania»
¿Y cómo puede ser que aún haya gente que comulgue con esos artículos ajados, corrompidos y ridículos? Hay varias razones. En los países latinos tipo Cuba, Venezuela o Colombia, es, a mi entender, la ausencia de referentes religiosos lo que se transmuta en un cristianismo comunista que tuvo, hace años, incluso una clerigalla llamada «obrera» protegida por Roma. En consecuencia, la segunda razón: estos embelecos prosperan tanto más allí donde quedan grandes bolsas de indigenismo con cultos arcaicos y supersticiones fáciles de asimilar a los del Partido.
En los países desarrollados, en cambio, creo que será cada vez mayor la presencia de los nazis, como en la actual Alemania, los cuales acabarán siendo rápidamente disciplinados por el aparato del partido y convertidos en masas dóciles, bien diseñadas y gimnásticas, al servicio del mandarinato jerárquico.
Queda un último y enigmático futuro que es el de los países ultracapitalistas y oligárquicos, como China, pero me parecen de muy difícil adaptación a las costumbres occidentales. Sin duda nuestros actuales gobernantes miran con envidia a los ejércitos funcionariales chinos y a sus sistemas de educación y de investigación, pero falta mucho aún para que alguna fuerza política occidental se lance a proponer seriamente la vía china. Pero lo harán, no les quepa la menor duda.